EL ETERNO DEBATE ENTRE PRODUCCIÓN ARTÍSTICA Y DON DINERO
¿Arte e izquierda?

El montaje ‘Fosa Común’, de Gunter Schwaiger y Tom
Lavin, en el Antimuseo de Arte Contemporáneo, de
diciembre de 2005 a enero de 2006, y su recepción
entre los artistas, da pie a una reflexión sobre los
lazos del arte en la Península y la coherencia política.

03/04/06 · 21:28
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NUEVAS PRÁCTICAS ARTÍSTICAS. Acción del argentino Grupo de Arte Callejero.

Casi todo el mundo
acepta la afirmación
de que el mercado
ha sido capaz
de absorber sin excepción las
innovaciones que los artistas
visuales han propuesto a lo
largo de la modernidad. Incluso
las que parecían menos
susceptibles de producir mercancías
manejables para un
mercado basado en el coleccionismo
de objetos, como el
arte conceptual o la performance,
han acabado materializándose
en algún tipo de documento
o residuo capaz de
acumular plusvalías. Esta
idea nos puede llevar a varias
conclusiones: que la vanguardia
ha fracasado, que no hay
relación entre prácticas artísticas
y prácticas políticas, porque
finalmente las primeras
se mercantilizan, o que la función
del arte es la producción
de discurso hegemónico. Sin
embargo, cualquiera sabe
que sólo una ínfima parte de
la producción plástica de la
sociedad es asimilada por el
sistema artístico, y que en un
país desarrollado no más del
2% de los artistas vive de la
venta de su obra. Lo que debería
ser difícil de creer es,
por tanto, que el sistema o institución
artística tenga una ilimitada
capacidad de digestión
de discursos críticos, a la
vista de tan notable capacidad
de exclusión.

Un espacio de
confrontación política

Este sistema, por otra parte,
no se sustenta sólo en un
mercado, sino en el par mercado-
institución, galería-museo,
que sublima muchas de
las duplas contradictorias del
capitalismo, entre otras la relación
entre la esfera pública,
(el museo) y el ámbito privado
(la galería). Se trata de un
sistema muy complejo, que
no admite el análisis desde
una sola metodología, pero
que sin duda nació y se ha
desarrollado por y para la
burguesía, y como expresión
de la economía capitalista. El
mismo impulso innovador
que caracteriza a todo el arte
moderno se corresponde con
el propio del capitalismo, con
sus constantes renovaciones
tecnológicas, expansiones de
mercado y transformaciones
de las relaciones productivas.

Pero esto no quiere decir
que el arte contemporáneo no
pueda ser un espacio de confrontación
política. Al contrario,
el debate sobre un arte legítimamente
de izquierdas ha
resurgido en los últimos años,
tras la arrolladora reacción
neoliberal de los ‘80 y la globalización
del sistema en los
‘90, a través de ferias y bienales.
No dispongo de espacio
para profundizar en una descripción
de las nuevas prácticas
artísticas de carácter político,
pero como referencia podemos
citar, entre otros muchos,
los colectivos argentinos
Situaciones y GAC, Precarias
a la Deriva y Brumaria, en
España, Université Tangente
en Francia, Chainworkers en
Italia o lo que tienen de artístico
movimientos como Indymedia,
Reclaim the Streets o
Copyleft, además de un largo
etcétera de artistas y grupos
que trabajan “desde la necesidad
de crear un espacio en
donde lo artístico y lo político
formen parte de un mismo
mecanismo de producción”.
(Grupo de Arte Callejero -GAC- en Brumaria 5).

Brecha arte-sociedad

La visibilidad de estas prácticas
artísticas ni es ni debe ser
la misma que la de aquellas
que se acomodan al llamado
mainstream internacional, y
que, aunque ocasionalmente
puedan ser interesantes, son
devoradas por el propio sistema.
Esto puede crear la ilusión
de que hay una relación
jerárquica entre ambas prácticas,
cuando la relación, en
todo caso, sería dialéctica.
Quizás esto ya es conocido,
pero como ocurre con tantas
cosas, en España el debate
sobre un arte político adopta
una forma peculiar.

En primer lugar hay que tener
en cuenta la juventud del
sistema institucional. Los
museos y centros de arte se
empezaron a construir a finales
de los ‘80, y la mayoría se
han inaugurado después de
2000. En casi todos estos centros
se han seguido modelos
obsoletos, que ignoran las necesidades
reales de la sociedad
a la que se dirigen. La superioridad
con que este tipo
de museos se dirige a los ciudadanos,
con edificios ‘de firma’
escandalosamente caros
y programas internacionales
que no conectan con nuestros
conflictos, ahonda la brecha
entre arte y sociedad, y
contribuye a privar a la sociedad
española de una creación
artística crítica. También se
mantiene un estricto control
político de contenidos, y el tipo
de relaciones verticales,
basadas en la autoridad, que
hemos heredado de la dictadura.

El caso de ARCO es patológico:
en esta feria se da una
total confusión entre lo público
y lo privado, entre la institución
y el mercado, y asume
las funciones de una bienal
de arte cuando es un evento
de carácter comercial. Es el
ejemplo más acabado de “negocios
privados con dinero
público”, y tras 25 ediciones
su influencia es tan grande en
la creación artística local que
ha acabado por determinar
hasta los formatos de la obra
de arte, de acuerdo con el reducido
tamaño de los stands.

Arte y memoria
antifranquista

El panorama a que nos enfrentamos
desde hace 30
años se caracteriza por la imitación
de formas o de temas
de ese mainstream internacional
sin una revisión que
los adecue a nuestra realidad,
y, consecuentemente, por la
completa separación de arte
y sociedad. La pregunta que
deberíamos hacernos, los
que nos dedicamos al arte o a
cualquier forma de producción
cultural, es si podemos
desarrollar un proyecto, tanto
como individuos como sociedad,
que no encare aquello
que es peculiar de España,
y que nos diferencia de nuestro
ámbito cultural, Europa:
el triunfo de fascismo en los
años ‘30.

Mi respuesta es no. Cualquier
tema que un artista o intelectual
quiera desarrollar a
fondo le va a conducir, necesariamente,
a una reflexión
sobre la guerra, la dictadura y
la Transición, porque nuestra
sociedad ha vivido en la anormalidad
histórica y política
durante 40 años, y la pretensión
de normalizar retrospectivamente
esa situación no sólo
es perversa, sino inútil.

La exposición Fosa Común,
que ha dado lugar a esta
colaboración, toca varias
cuestiones relacionadas: la
memoria secuestrada, la falta
de un consenso social sobre
la verdad, que es base de
la democracia, la pervivencia
de comportamientos propios
de la dictadura... Pero en lo
que se refiere a un arte de izquierdas,
un dato anecdótico
va a ilustrar perfectamente
lo que he querido explicar en
estas líneas: en la inauguración
apenas hubo público
proveniente del mundo del
arte. Vinieron familiares de
los desaparecidos de Santa
Cruz de la Salceda, personas
ligadas a la Asociación por
la Recuperación de la Memoria
Histórica, gente de la
RED Prosperidad, pero pocos
artistas. De hecho, muchos
de los asistentes no se
planteaban si estaban viendo
una obra de arte, ni la calidad,
actualidad o valores formales
de tal obra, porque habían
venido a un acto político,
y en ese contexto, paradójicamente,
no se suscitaron
las dudas que suele
provocar una exposición
vanguardista.

AUTODESCRIPCIONES

El Antimuseo «es un centro experimental
de arte contemporáneo.
Las artes visuales pueden ser un
instrumento de emancipación.
Cuando las prácticas políticas tradicionales
han perdido sentido, la
subversión cultural es uno de los
campos de acción fecundos para
generar espacios de resistencia,
potenciar la democracia y preservar
la diversidad social».
Los GAC «somos un grupo de arte
visual callejero integrado por
artistas plásticos, fotógrafos y
diseñadores gráficos, orientando
nuestra acción hacia la toma de
espacios públicos urbanos, como
una forma de cuestionar los espacios
tradicionales del arte».

Para más información
www.ojoatomico.com

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