Un apocalipsis psicológico

Drama indie con pinceladas de terror, ‘Take Shelter’ es un elegante ejemplo de ficción de catástrofes cotidianas y somatización del miedo al futuro.

11/12/12 · 12:52
Edición impresa

Desde el 11 de septiembre de 2001, el cine estadounidense se ha empapado de temor. De un temor que llega a ir más allá de la amenaza difusa del terrorismo islamista, o de la crítica a la instrumentalización del terror ensayada por la Administración Bush. Ciertos discursos catastrofistas de la ultraderecha, que entremezclan geopolítica y religión hasta identificar el declive del imperio americano con el fin de los tiempos, se han infiltrado en más de un filme. A veces, sus autores optan por la crítica evidente: en Stake Land o La niebla, el integrismo evangelista era defendido por antagonistas del héroe, y se representaba desde la hostilidad. En el segundo caso, además, ésta se subrayaba mediante un desenlace que avisaba de los peligros del miedo al miedo. Take Shelter (2011), en cambio, expone esta inquietud en clave dramática, otorgando el protagonismo a un lacónicamente angustiado cabeza de familia. En sueños, Curtis anticipa una colosal tormenta que puede remitir tanto a un shock ecológico como a un castigo divino.

Como indica el título de la película, su personaje principal busca refugio. Sumido en una pesadilla agorafóbica, movido por sueños y delirios, invierte grandes cantidades de dinero en acondicionar un refugio subterráneo. El realizador, Jeff Nichols, aprovecha la ocasión para retratar un presente de créditos difícilmente reembolsables y de gastos médicos imposibles de afrontar. Pero, más allá de ese contexto económico, Curtis se convierte en una metáfora de una sociedad atormentada, que ha somatizado el pavor a un futuro oscuro... y solitario, porque en sus pesadillas le atacan tanto figuras anónimas como, posteriormente, sus seres queridos. El protagonista reacciona replegándose en sus espacios de seguridad físicos y emocionales, hasta que su casa y su familia también le resultan amenazantes. Sólo ese desamparo extremo, y un estallido de rabia, provocan que verbalice lo indecible: no sólo está enfermo de ansiedad y padece alucinaciones, sino que cree en su profecía.

Nichols oscila entre el drama indie y las inflexiones terroríficas de unas escenas oníricas inquietantes, de unas alucinaciones que interfieren en la cotidianidad y difuminan los límites de lo real. El resultado se puede considerar una alternativa distante, más naturalista, a las pesadillas mainstream con comentario sociopolítico de M. Night Shyamalan, que ha tratado el control mediante el miedo (en El bosque) y ha advertido sobre el maltrato a la naturaleza (con El incidente). Pero la obra también parece tender puentes con una obra más alejada de convenciones genéricas, Safe, cuya visión desa­sosegante de la modernidad puede recordar tanto al Antonioni de El desierto rojo como al Cronenberg de Cromosoma 3. Tanto en Safe (de Todd Haynes) como en Take Shelter se produce, se produce una confusión entre las inquietudes ecológicas y religiosas, y se retrata a un individuo en el límite de la cordura.

Pero, si bien los via crucis de sus respectivos protagonistas pueden producir una aprensión similar, Nichols firma un producto también apto para quienes busquen una propuesta orientada al entretenimiento. Muestra muy notable de terror genuinamente psicológico, parece legitimar con su desenlace los discursos apocalípticos: como en la Ordet de Carl Theodor Dreyer, el demente acaba resultando un profeta. La interpretación es abierta, y cada espectador deberá decidir si la intención de sus responsables es acercarse al evangelismo adventista de Left Behind, constatar que se avecinan malos tiempos o, sencillamente, conectar con el gusto por los desenlaces fatalistas propios de un cierto cine fantástico.
 

Tags relacionados: Número 186 Audiovisual Cine
+A Agrandar texto
+A Disminuir texto
Licencia

comentarios

0

Tienda El Salto