Un relato de juventud como Nexus 6 de la Dra. Smichdt (circa 2099). Un Anorak al que tenía Apego perdido en un mundo tan distópico que da ganas de llorar.
Parece ser que dio la vuelta al
mundo. Y tengo que contarlo.
Porque no estamos para bromas.
De hecho, las bromas, como
tal, han desaparecido.
Muchas cosas han desaparecido,
pero no es este el sitio para
recapitular. No tengo tiempo
ni espacio. No podemos usar
más de 5.000 palabras al día.
Las han racionado. La gente
tiene prohibido hablar con todas
las letras. Los dichos han
sido sustituidos por esquemas.
Por signos. Nadie se entiende.
Cada cual habla un monólogo,
cada cual habla una lengua. La
pesadilla –que no el sueño– de
Babel ha vuelto.
Pues bien: el Anorak Metálico
quedó colgado en la Habitación
Roja de la casa de montaña
que el Ministerio de la
Propiedad Múltiple me asignó
para pasar mis vacaciones. Lo
olvidé. Quise recuperarlo pero
no me dejaron volver. Nadie
puede volver a un sitio en el que
ya ha estado. Somos demasiados.
Ya no necesitamos contar
nuestros recuerdos ni mostrar
nuestros souvenirs porque no
hay nadie al otro lado para escuchar.
En realidad Nadie y
Todos ha pasado a ser la misma
cosa. La misma realidad.
Todos pueden escuchar pero
Nadie quiere hacerlo. Todos
parecen estar ahí pero el Vacío
es lo único seguro. Y el anorak
metálico era la única propiedad
que había conseguido salvar de
la última Mudanza Forzada.
Un día al azar, te despiertan
a media noche, tus cosas son
etiquetadas, mandadas a la incineradora.
Debes volver al
Estadio Espartano. Y volver a
empezar. Es el único modo de
incentivar el Consumo. Puedes
sufrir más de tres Mudanzas
Forzadas a lo largo de tu vida.
Aunque algunos sufren quince
y otros privilegiados, ninguna.
El anorak metálico era mi único
objeto de amor. Yo misma lo
había comprado, no fue asignado
en las Pasarelas ni en las
Sobras, le tenía gran aprecio.
Apego. Con él rodé el primer
episodio de mi serie. De hecho,
así la titulé: El Anorak Metálico.
La Ley de Difusión nos obliga
a todos a tener una serie.
Documentar nuestra vida.
Autofabularnos. Generar contenidos.
La idea es buena, el resultado
estéril. El asunto es que
todo el mundo está tan ocupado
en imaginar, producir, montar
y colgar su propia serie, que
no le queda tiempo para ver
ninguna otra cosa. La madre de
todas las series, la madre de toda
la Información es ahora la
Expresión, la Confesión, la
Celebración de la Existencia.
El cine ya no es ninguna fábrica de sueños. Es un surtidor de telerrealidad. La madre del cordero parece no haber existido nunca. Los lugares comunes han sido destruidos. Y no está mal. La obsesión por retransmitir, por comentar la vida de uno, ha acabado con la ficción. Si todo se muestra, quién quiere imaginar. La ansiedad por exponerse. Si no lo cuento, no está pasando. Si lo cuento es registrado, pero no sucede. Simulacro perfecto.
Parecía que habíamos tocado fondo. Perdón, no se pueden usar metáforas. El lenguaje objetivo lo ha cubierto todo. La literalidad es la ley. El doble sentido ha muerto. La ironía, proscrita. La sutileza perseguida. No se puede guiñar el ojo. No se pueden levantar doblemente las cejas. El lenguaje no
verbal ha sido castigado. Sólo podemos hablar y nunca directamente. Ya no hay contacto visual. Todo debe ser retransmitido. Todo debe ser emitido y recibido mediante un medio. Las teleconferencias son normales entre las neofamilias. Los hijos comen cada uno en su cuarto mientras una cena virtual es retransmitida en el salón, que todos siguen desde su terminal particular. Las palabras se me agotan. 5.000 al día dan para mucho. Dicen. En algunas zonas las han reducido a 3.000. Lo llaman “la crisis”. La economía del lenguaje nos ha hecho agudizar el ingenio. La abreviatura es la nueva religión. Algunos venden las palabras que no han usado por la noche. Es fácil encontrarlas en el mercado negro aunque te expones a Penas Curiosas si te pescan. Perdón, no he dicho pescar. Si te caz...aich, quiero decir, si te detienen.
Actualizar, entradas, comentarios, linkar, enlazar, bandeja de entrada, bandeja de salida, agregar amigos, bannear. Así se va la vida. Amigos que no huelen, no saben, no hacen cucamonas, no dan empujones, no hacen cosquillas. Pero son amigos, están ahí. Son espectadores. De tu vida. Solicité por la red una Búsqueda del Anorak, como si de una Persona Desparecida se tratara. Contactaron distintos Usuarios de Nigeria, Laponia y la isla de Reunión. Todos me pedían dinero sólo por informar, siquiera por una imagen. Todo el mundo debe visitar, conocer, llegar hasta lugares lejanos por obligación. Pero no puede instalarse. Tampoco volver. Ni quedarse con nada. Es ilegal. Por eso ya nadie echa raíces. Una mañana recibí un mensaje gubernamental. Me animaban a que detuviese las pesquisas. Demasiado Apego, me comunicaban. Apego. Lo dije en silencio, en la cama, antes de dormir. “Encontraré mi Anorak”. Aunque sea lo último que haga. Y no es una imagen. Y es así como entré a formar parte de la Resistencia, así empezó la Historia Subterránea.
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