Un año de ruptura

El coordinador deCT o laCultura de la Transición
ve desde su ventana losmovimientos sísmicos
en la sociedad provocados por el ciclón 15M.

18/05/12 · 9:39
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Sancho Ruiz

Hace poco más de un año,
Amador Fernández-Savater
–Amador sabe y ha verbalizado
tanto a la Cultura de la
Transición (CT), que la CT tendrá
que darle una colleja– me
envió un artículo en el que planteaba
la muerte de la CT, y la
insería en una cronología que
comenzaba el 11M del 2004.
Recuerdo que le contesté con
un mail desanimado, en el que
expresaba mi impresión personal
de pesar, de estar remando
al viento. Le vertebraba, en un
plis y con pocas palabras,mi estado
de ánimo rabino-de-Vilmastyle.
El rabino de Vilma, en fin,
defendía que para saber que el
Mesías no ha venido, era suficiente
con asomarse a la ventana.
Si hubiera venido, mirarías
por la ventana y lo sabrías. Las
cosas gordas, en fin, ocurren
por la ventana. Y yo miraba por
la ventana –o ni eso, me bastaba
mirar a la pared o las pelusas
del suelo–, para saber que la CT
seguía siendo el campo de juego
de cualquier juego posible.

Pero apenas unas semanas
después te asomabas, es un decir,
a la ventana y veías, en mi
caso, la Plaça Catalunya, repleta
de personas mirándose a la
cara y hablando de cosas que
superaban el marco de la CT.
Lo que para Amador era el resultado
de una cronología –y
para mí, una seta inesperada–
existía. Y existía en franco roce
con la cultura hegemónica. La
CT tardó, de hecho, dos semanas
en verbalizar el fenómeno.
La prensa ad hoc utilizó primeramente, para tirar millas, los
palabros “radicales” y –si bien
el primigenio 15M no estaba
contra el sistema de pesos y
medidas– “antisistemas”, hasta
tirar la toalla y recurrir a la cosa
“indignados”, que no viene a
significar nada, salvo la incapacidad
de utilizar las anteriores
palabras, provistas de autodefinición
paralela, como el palabro
“violentos”, ese hit CT con
el que la CT te arreaba en la cabeza.
Y eso es, posiblemente,
lo que pasó en breve tras el
15M. La incapacidad de la CT,
por primera vez en 35 años, para
describir la realidad, para
arrearte en la cabeza
. Que se
tradujo en la incapacidad para
gestionar la realidad culturalmente.
En junio, conmotivo del
Catalunya Place 2011 Mossos
Tour’s, el Estado perdió, por
primera vez, su capacidad para
ser la fuente de información
ante la violencia, para señalar
lo que es violencia o no y para
imponer la suya. Una capacidad
que, meses después, perdía
aún más y más notoriamente
en torno al Institut Lluis
Vives, en València, y que le ha
abocado a la soledad y a cierto
ridículo internacional con las
detenciones del 29M, unas detenciones
no acogidas a derecho,
y que recuerdan a la
Escuela Vasca de Kárate a los
Derechos Civiles, que en el País
Vasco operó en tiempos, sin
chirríos, amparada por ese chollo
cultural que suponía la CT.

Sin penalización cultural, sin
una CT operativa al 100%, como
en sus glory days, se ha podido
hablar de violencia. Y se
ha ampliado el concepto. Un
movimiento no violento ha verbalizado
cacharros, agárrate,
como la violencia económica,
la financiera, la policial, la jurídica,
la informativa, la gubernamental
.
Ha podido verbalizar
violencias imposibles tan siquiera
de imaginar hace un
año, como el fin de la democracia
y del Estado del Bienestar.
El/los Gobierno/s, en el trance
de finiquitar el Estado del
Bienestar, la forma de democracia
en Europa –proceso iniciado
con los presupuestos de
este año y que culminará, todo
apunta así, con los del año que
viene–, se ha/n visto desprovisto/
s del discurso democrático,
cohesionador, vertical de la CT.
Y han hecho lo que han hecho
a pelo. Sin el cojín de una cultura.
Con absoluta brutalidad.

En Barcelona, una ciudad
más alejada que Madrid del
poder, quien ha querido ha
conseguido fabricar un periodismo
no CT, que ha podido
hablar de la realidad y ha podido
controlar el poder. Es decir,
describirlo y aludir a la brutalidad
de la desaparición de la
democracia y del bienestar
con, precisamente, esas palabras
exactas. Se ha asistido a
un periodismo con un nuevo
sujeto. El sujeto ya no es el
Estado –somos nosotros, la sociedad–
y su objeto ya no es
mantener la cohesión
. La cohesión,
fuera de la CT, es un
cacharro al que no se accede
por propaganda cultural, sino
por la economía y los derechos.
Se accede por planteamiento
de problemáticas.

El 15M, en fin, ha supuesto la
construcción de una ventana
que ha permitido ver la realidad.
Una realidad que, desprovista
de los filtros culturales de la CT,
permite otra recepción. Hemos
fabricado esa recepción en este
año. Sólo por eso, sólo por esa
ventana, por esa revolución cultural,
por esa opción libre de la
mirada, el 15M ya es un éxito.
Será la pera si, después de este
año, conseguimos modular la
realidad que hemos podido
apreciar y describir. Eso supondrá
–me temo, y como no reformulen
la CT– un combate contra
un Estado que ya no recurrirá
a preciosismos culturales.
Será contra un Estado que ya ha
hecho en sólo un año lo penúltimo
que puede hacer: pegar y detener
ilegalmente. Glups.

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