Que alguien dispare de una vez al pianista

¿Qué fue del periodismo musical en televisión? Convertido hoy en una especie en extinción o un
transgénico sospechoso, este género nos dio alegrías y sorpresas. ¿Crónica de una muerte
anunciada? Hagamos un poco de arqueología televisiva de mano de la doctora Schmidt.

19/11/09 · 17:48
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Hoy me pongo seria. Frunzo el
ceño. Me saco un cigarro, bajo
las luces. Apago la tele. Hoy toca
chassss. Y chass en la tele sólo
ha habido uno. Chass entre
Amigos. Viejos, efectivamente,
ya, a estas alturas. Desde el fin
de este programa ochenteno la
tele no se ha dignado a mirar a
este género musical, una de las
madres de la cultura popular tal
y como la conocemos. Whatever
happened to Ángel Casas,
‘Cifu’, Carlos Tena, Paloma
Chamorro o Diego A. Manrique?
¿Qué fue del periodismo
musical televisivo? ¿Se extinguió
en los ‘90? Los 2000 se asolaron
con la pandemia del reality
musical y desde entonces
música y tele sólo son venta y
promoción de productos, publicidad
incrustada y galas interminables
de gente imposible.
Una vez le preguntaron a
Bustamante si prefería cantar
en directo o en playback. Ante
mi estupor, contestó: “En playback”.
Aunque lo terrorífico no
fue la respuesta sino el impudor
de la pregunta. Siguiendo esa lógica,
se entiende que la música
“sin más” o “en directo” baje las
audiencias, y que por lo tanto las
cadenas privadas no puedan
programarla con el argumento
de rentabilidad en la mano.
Pero, ¿qué fue de “la corporación
Radio Televisión Española”
y la vocación de servicio público
que se le presupone a toda empresa
pública –mira que los dos
conceptos no casan ni a patadas–?
La última intentona medio
seria fue Ipop, un programa
breve y diario, dirigido por Jesús
Ordovás y presentado por la
China Patino. No es que fuera el
maná de la música, pero al menos
era más honesto, no demasiado
mainstream y con actuaciones
en directo.

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Eso fue allá por mitad de los
2000, época que ahora, a la velocidad
que va todo, nos puede parecer
el Quattrocento de la televisión.
Se acabó Ipop y TVE nos
dejó a solas con Matar al Pianista,
un guay-programa del que ya
hemos hablado, donde realmente
te dan ganas de que todos los
cantantes patrios tengan el desparpajo
de Bustamante y se pasen
del tirón al playback endémico
y por decreto. La última
perla de este formato, No disparen
en concierto, emitió un especial
de Shakira con entrevista
exclusiva y exhaustiva de un
crecido Toni Garrido, en la que
la cantante colombiana alcanzó
también grandes cotas de estupor
al declarar que “por fin, años
después de rechazar el feminismo,
miraba con mejores ojos esta
ideología”. Y que por eso había
hecho Loba, su último trabajo
y controvertido vídeo. Olé.
Pero, ya estoy como siempre
yéndome por los Cerros de
Utah. O no. En realidad, este
highlight shakiriano habla mucho
del lugar que ocupa la música
en la televisión pública.
Ninguno. La tele estuvo ligada
desde sus comienzos con la música.
En los tiempos del anticlimax,
cuando una cabecera podía
durar dos minutos (véase la
impagable del antes mencionado
Jazz entre Amigos en Youtube)
y podías presenciar sin rubor
todo un cambio de escenario
alive o asistir a las veladas
del Festival de Jazz de San
Sebastián de modo íntegro.
¿Cinco horas de tele sin ni un
solo corte publicitario? Donde
ahora tenemos emisiones continúas
de porno amateur y teletiendas
delirantes de emisoras
low profile que forman una favela
informe que amenizan
nuestras vueltas a casa de marcha
–conveniente alguna sustancia
psicoestimulante para
poder reír y no llorar–, antes teníamos
una improvisación de
Chick Corea, Miles Davis o Max
Roach. No digo que encontrarte
a Miles Davis desatado fuera
plato popular que a todo el
mundo agradase, pero denotaba
que aunque fuera arrinconado
en la noche, el jazz y la música
tenían su sitio dentro del televisor,
lo que es igual a decir,
dentro de nuestras casitas.
Generaciones esquilmadas
del glamour y el coolness de
Carlos Tena y su Popgrama,
Ángel Casas y su Musical
Express, Paloma Chamorro y
su Edad de Oro o incluso La
Bola de Cristal –donde amenizaban
a la mini-muchachada
músicos y músicas bastante
dignas– y gaseadas con la
Bomba H de Operación Triunfo
o Gran Hermano, mostrarán
marcas reconocibles de encefalograma
musical plano. Conclusión
de este artículo, palabras
de Paloma Chamorro: “En
España, el hándicap que tenemos
es el hiperdesarrollo de la
bazofia de la televisión basura,
pero todo esto se deriva del hecho
de que en España no existe
una verdadera televisión pública”.
Anda, que te pones a hablar
de periodismo musical y
topas con la misma Iglesia de
siempre. Huyan al regazo de
Youtube. Pero, antes, por dios,
que alguien Mate al Pianista.

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