POLÍTICAS CULTURALES: UN COMPLEJO DE LUJO PUEDE SUSTITUIR AL ACTUAL TEATRO
El Albéniz protagoniza un montaje llamado ‘Demolición’

Este fin de año puede ser el último de uno de los pocos teatros de titularidad pública de
Madrid. Las movilizaciones ante la posible demolición del teatro Albéniz por parte de la
inmobiliaria Monteverde no hacen más que crecer. Más de 6.000 profesionales del mundo de
la cultura se han solidarizado con la Plataforma de Ayuda al Albéniz y exigen su expropiación.
Este conflicto es la mancha negra de una política cultural basada en el derroche.

21/12/06 · 0:00
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/L.C.

Recorridos de belenes
proyectados
sobre las fachadas
de las iglesias, una
amplia programación teatral
para los más pequeños en las
salas alternativas de la capital,
y muchas más actividades”.
Así reza el eslogan cultural
de estas navidades en
Madrid. Pero no todo son fuegos
artificiales: mientras la
Comunidad de Madrid (CM)
estrena el nuevo Circo Estable
e invierte cientos de
millones de euros en macro-
espacios culturales como
el futuro teatro del Canal,
el Albéniz está condenado
a desaparecer.

Su destrucción está envuelta
en un gran proyecto urbanístico.
No hay fecha de demolición,
pero es probable que, a
lo largo de 2007, el teatro se
cierre por sorpresa. Ante esta
amenaza, que se hizo oficial
en mayo, los profesionales del
teatro crearon la Plataforma
de Ayuda al teatro Albéniz.
Desde entonces, han sido periódicas
las campañas de movilización.
Eva Aladro Vico,
Portavoz de la Plataforma e hija
de Teresa Vico (directora
del Albéniz desde la fundación
del teatro en 1985 hasta su fallecimiento
en diciembre de
2003), denuncia a DIAGONAL
el uso electoral del teatro
mientras la Comunidad celebra
sus estrenos. “Estamos en
un momento de anemia cultural,
la gente del teatro tiene voluntad
de protestar, pero los
hechos después no lo confirman
y no hay tanta energía para
luchar por los bienes públicos
culturales en la ciudad.
Nosotros no paramos, pero
parece que puede la inercia y
la pasividad ante un proyecto
político que quiere desactivar
a toda costa este teatro”.

Desde 1985 la familia Moro,
propietaria del edificio alquilaba
el Albéniz a la CM,
pero en 2003 la familia emprendió
acciones legales para
desproteger el edificio y
vender el solar. En un juicio
muy cuestionado por la escasa
defensa del interés público,
el Tribunal Superior de
Justicia de Madrid anuló la
protección del teatro. Bajo el
gobierno de Ruiz Gallardón,
la Comunidad hizo un recurso
de casación del que desistió
un año y medio más tarde,
con el gobierno de Esperanza
Aguirre. La CM dejó que la
propiedad del teatro incrementara
el valor del solar y lo
vendiera a la inmobiliaria
Monteverde, experta en viviendas
de lujo, con la que
negoció un alquiler más bajo
(los términos del contrato de
arrendamiento no se conocen)
a cambio de abandonar
el teatro a su destrucción.

La CM incumplió su promesa
electoral de comprar el Albéniz
y además retiró el recurso
contra la descatalogación
que lo desprotege. Sospechosas
resultan las maniobras de un
ayuntamiento que “intenta la
compra de un inmueble protegido”,
pero no lo expropia, y de
una comunidad que lo recalifica
para “protegerlo”. La CM estaría
capacitada para declararlo
bien de utilidad pública y expropiarlo
(el teatro cuesta revalorizado
unos cinco millones de euros,
frente a los 150 que la CM
destinó a expropiaciones en
2005). El Instituto Nacional de
las Artes Escénicas y Musicales
(INAEM) se ha mostrado interesado
en salvar el teatro, aunque
tampoco ha hecho nada.

Por su lado, Monteverde encargó
un proyecto arquitectónico
a Gabriel Allende Gil de
Biedma, primo segundo de la
presidenta de la Comunidad, y
conocido por obras como la rehabilitación
del teatro Goya en
Valencia para la Librería Crisol
(1993). Monteverde, además,
comparte proyectos con el grupo
inmobiliario Aguirre Newman,
cuyo presidente es hermano
de Esperanza Aguirre.

Inmobiliaria y arquitecto se
reunieron en mayo con la concejala
de Urbanismo, Pilar
Martínez, que adelantó un plan
del Ayuntamiento de usos culturales
que obliga a mantener
el uso teatral. Más que ser un
problema, el plan alienta la demolición
y genera nuevos intereses
para gestionar dos nuevas
salas privadas. El proyecto
final de Allende no se diferenciará
mucho de su anteproyecto,
que incluye un complejo de
lujo con dos teatros (500 y 200
butacas, respectivamente), un
plató de televisión (el sótano es
una antigua sala de fiestas cerrada),
aparcamiento, hotel,
tiendas y un jardín privado.

La Plataforma de Ayuda al
Albéniz ha asegurado a DIAGONAL
que “este proyecto arquitectónico
es un auténtico
desguace que tira por tierra un
proyecto cultural público” y
muchos profesionales del teatro
consideran la operación como
un ejercicio de “maquillaje
inmobiliario”. La Comunidad
ha apostado por el nuevo teatro
del Canal, un compendio de
tres espacios (todavía por finalizar)
que ha costado 84 millones
de euros y donde se quiere
trasladar la programación actual
del Albéniz. “Calentar un
lugar ha costado 20 años; nos
deshacemos de una obra cultural
por el simple hecho de inaugurar
otra”, comentaron los
actores de la Plataforma en la
rueda de prensa que hicieron
en septiembre. “Parece que lo
único que retrasa la demolición
es la lentitud de las obras del
teatro del Canal”.

Precariedad laboral

Después de más de seis meses
de negociación y tres reuniones,
los 34 trabajadores del Albéniz
han recibido una buena respuesta
de la Consejería. La empresa
que asuma en 2007 la programación
del Albéniz, probablemente
en el teatro del Canal,
tendrá que contratar a todos los
trabajadores. “Este equipo técnico
es uno de los mejores de
Madrid y esto es un triunfo laboral,
pero también es un signo
más de que el Albéniz será demolido”,
comenta Aladro, convencida
de que la decisión no va
a afectar a las movilizaciones.

Los trabajadores del Albéniz
están contratados por una empresa
de servicios y no por la
Comunidad, menos la directora
Cristina Santolaria (desde
2003), que es funcionaria. La
Consejería de Cultura sabe
muy bien que este acuerdo beneficia
el plan de demolición y
que ha servido para desmovilizar
a la plantilla.

Además, Monteverde ya ha
tanteado a la gente de la profesión.
Su estrategia es hacer una
guerra de información y convencer
a gente del teatro para
que apoye la demolición a cambio
de formar parte de la entidad
que gestionará las nuevas
salas. “El empresario teatral Jesús
Cimarro ha confirmado
conversaciones con actores para
el futuro espacio”, aseguran
desde la Plataforma, “pero
Monteverde se va a guiar por
intereses comerciales, las negociaciones
están siendo bastante
dificultosas y no creemos que
esos acuerdos se lleven a cabo”.

La Plataforma ha entregado
a la CM, al Ayuntamiento y al
Ministerio de Cultura tres informes
que desdicen la irrevocabilidad
de la Sentencia que permitió
la desprotección del Albéniz:
dos documentos del Colegio
Oficial de Arquitectos que
denuncian la demolición, y el
Dictamen de la Catedrática de
Derecho Administrativo Blanca
Lozano (UPV), que analiza la
situación jurídica del inmueble
y aconseja su expropiación “por
razones de utilidad pública”.

El 11 de diciembre la Unión
de Actores celebraba allí su XX
aniversario con un concierto del
cantaor Enrique Morente, quien
llegó a decir “si me toca la lotería,
compro el Albéniz”, algo
que hace recordar la historia del
teatro Alfil, cuya existencia peligró
en 1993 y 1996. Por orden
expresa de la dirección del teatro,
dentro del edificio está prohibida
toda manifestación a favor
de su conservación. La
Plataforma considera que esto
sólo tiene un nombre, “censura”,
y seguirá con el reparto de
dípticos antes de los espectáculos.
Su blog (http://teatroalbeniz.
blogspot.com) ha tenido
más de 30.000 visitas. “Vamos a
dar que hablar”, dice Aladro.

UN ESPACIO HISTÓRICO CON PROGRAMACIÓN SOSPECHOSA

El teatro Albéniz es un escenario
emblemático de Madrid.
Creado en 1945 e inaugurado
como espacio escénico en
1985, este teatro público tiene
1.000 butacas y una larga historia
artística. Durante 21 años
ha dado cabida a cientos de
montajes teatrales, festivales
de danza y de música. Está
considerado la «catedral del
baile flamenco» en Madrid y es
referencia indispensable en
danza clásica y contemporánea.
Las primeras asambleas
de la Unión de Actores, el
mayor sindicato de la profesión
teatral, se hacían en su
butaca de patios. Es símbolo
también de la movida madrileña
de los '80; su sótano,
ahora cerrado, fue la famosa
sala de fiestas Fantasía,
(luego Folies y Kairo).
Este teatro público tiene mucho
que mejorar en su política
de precios (las entradas cuestan
30 euros) y de programación
teatral (los montajes innovadores
se han caído por el
camino y es refugio de compañías
ya consagradas), pero no
se merece una demolición.
En enero de 2007 está prevista
la continuación de Sun Flower
Moon, de la compañía de
danza Momix, dirigida por
Moses Pendelson; y en febrero,
Julio Bocca y el ballet argentino.
El vacío de programación
que hay a partir de marzo, sin
embargo, resulta sospechoso.

EL CASO DEL CIRCO ESTABLE

En Madrid está de moda la política del
consumo cultural. Grandes complejos
teatrales, gestión privada de salas
dentro de centros comerciales, paquetes
hotel+espectáculo... El 13 de diciembre,
la concejala de las Artes
Alicia Moreno presentó la nueva campaña
de actividades culturales del
Ayuntamiento en el nuevo teatro circo
Price de la Ronda de Atocha, el famoso
'circo estable' que, durante cuatro
años de obras, ha causado innumerables
protestas vecinales. Construido
sobre la antigua fábrica de galletas
Pacisa, este megaproyecto, que ha
costado 25 millones de euros, pretende
convertirse en uno de los grandes
recintos escénicos de Europa. El modelo
cultural de grandes centros no es
nuevo (el teatro circo de Albacete fue
rehabilitado en 2002 como gran estructura),
pero Gallardón ha sabido sacar
provecho de su estrategia comunicativa
y cultural, al erigirse como rescatador
del viejo teatro circo de Price
(de 1880 a 1970 en la plaza del Rey,
sede actual del MCU). El primer Price
murió a causa de una operación
bancaria especulativa, y el segundo
nace a causa de un interés electoral.
Gallardón afirmó hace poco que «hoy
no se hubiera permitido tirar un edificio
tan bello y plagado de historia como
el vetusto circo de la plaza del
Rey». ¿Dirá lo mismo del Albéniz
dentro de un año?

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