‘Un monstruo en mi puerta’ es un inquietante drama que linda con el ‘thriller’. Explica una historia de secretos y abusos en un entorno de machismo, homofobia y explotación de migrantes.
Después de varias presentaciones en diversos cines del Estado, Un monstruo en mi puerta aparece en el mercado videográfico en formato DVD y Blu-ray. Su autora, July Jung, nos explica la historia de una llegada: Young-nam es la nueva comisaria de policía en una pequeña localidad surcoreana. Las primeras imágenes de la película ya sugieren que, a pesar de las tomas de una naturaleza paradisíaca, vamos a contemplar el descubrimiento de horrores diversos por parte de una forastera. Enseguida irrumpe una anomalía en el paisaje idílico: una niña asilvestrada de traje sucio.
Jung cruza los caminos de dos figuras solitarias: una capitalina fuera de su elemento, que carga con problemas del presente y del pasado, y una chica marcada por una situación familiar terrible. La autora opta por la sensibilidad, por un dispositivo estético preciso que hace un uso muy mesurado de la música. Aun así, como en Princesa, de Lee Su-jin, se opta por el drama sin renunciar a la construcción de cierta incertidumbe e intriga. Jung dosifica la información. Y visualiza la violencia de una manera lacónica, que mantiene las distancias respecto al cine de género sin escapar completamente de sus convenciones. La tensión contenida, sus estallidos puntuales, acaban de acercar el resultado a un territorio híbrido entre el drama y el thriller. Corea del Sur puede tener su particular american gothic, su propia escenificación del choque cultural entre el urbanita y los monstruos escondidos que éste imagina (o encuentra) en el mundo rural.
Una violencia social
Jung desarrolla una historia de solidaridad femenina entre solitarias, entre excluidas, que se encuentran en un entorno extremadamente hostil. Además de desvelarse algunos secretos de las protagonistas, se revelan las vergüenzas de toda una comunidad. Jung, la directora, apuesta por una explicitación reiterada, y entendemos que una denuncia implícita, de un clima de misoginia. Los insultos en clave sexual son constantes, y se evidencia una presión tremenda sobre las personas que se escapan de unas ciertas convenciones de sexualidad y feminidad.
Jung desarrolla una historia de solidaridad femenina entre solitarias, entre excluidas
El machismo, la homofobia y los maltratos a menores se encabalgan como ramificaciones diversas de una cultura de violencia y androcentrismo. Pero los dardos a la sociedad surcoreana no se quedan ahí. La guionista y directora aborda un tema ya tratado, de manera más hemoglobínica, en el thriller The yellow sea: el racismo y la explotación a mano de obra migrante. En el mundo de Un monstruo en mi puerta, el neoesclavismo acontece de manera cotidiana y ante la permisividad general, hasta el punto de convertirse en uno de los fundamentos ‘necesarios’ de la economía local.
El espectador puede identificarse como la heroína imperfecta interpretada por Doona Bae (Atlas de las nubes, Sense8), que contempla su entorno con ojos estupefactos. A pesar de su laconismo y abatimiento, también actúa y consigue dinamitar el falso paraíso que le circunda. Como si el Bill Murray de Lost in Translation hubiese encontrado la fuerza para actuar y devenir un héroe de filme de Buster Keaton, aunque esté sumido en un mundo mucho más real y oscuro.
El tramo final de la ficción puede ser el más discutible: las situaciones se extreman en la dinámica tremendista del thriller surcoreano, pero a la vez se sentimentalizan. Ambas dinámicas confluyen en un extrañísimo y perturbador desenlace. Las pinceladas de crítica social no desembocan en vómitos posmodernos de malestar, sino en un inquietante final feliz basado en el replegamiento como estrategia de supervivencia. Y en la aceptación de actos terribles, sufridos y también cometidos.
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