En la retaguardia de un gran evento deportivo hay mucho trabajo invisible.

Domingo 11 de septiembre. Más de cien ciclistas recorren el centro de Madrid. No es la bicicrítica, ni la fiesta de la bicicleta, ni una bicicletada popular contra unas nuevas elecciones. Van mucho más rápido, más uniformados y son sólo hombres. Tampoco es el día nacional de Colombia, aunque alrededor de los veloces ciclistas se agolpen miles de personas con banderas, camisetas y demás parafernalia porque, por un día, ser colombiano está de moda en Madrid.
Y es que, ese pasado domingo, tras casi 30 años, un colombiano, Nairo Quintana, ganó la Vuelta a España estando acompañado en el tercer escalón del podio por su compatriota Esteban Chaves.
Nos acercamos al final de etapa, nuestro objetivo no es rendir homenaje al renacer del ciclismo colombiano, ni charlar con otras estrellas del pedal. Hoy queremos conocer a la working class de la Vuelta, porque detrás de lo que se ve en la tele hay mucho trabajo duro invisible.
Jornaleros de la carrera
Como cualquier evento deportivo de masas, la Vuelta tiene mucho de negocio en gran medida publicitario. Los ciclistas son hombres anuncio y la ruta está escoltada por más publicidad. Esos kilómetros de carteles del final de cada etapa no se ponen y se quitan solos. Bien lo sabe Dani, que ha dedicado los últimos veintiún días a que esas marcas se cuelen en casa mientras algunos vibran con la etapa y los más ponen ruido de fondo a su siesta.
Le encontramos taladrando el suelo de la Gran Vía para instalar los soportes sobre los que montarán los carteles publicitarios. Procuran no estorbar a la nutrida caravana de coches y motos que preceden a los ciclistas en cada etapa. Se embarcó en esta aventura con tres amigos más. Los cuatro trabajan en proyectos de agricultura o ganadería ecológica durante el resto del año y este trabajo les permite apuntalar sus precarias economías.
Antes que las bicis, llega un delirante reguero de coches lanzando todo tipo de objetos promocionales de diversas marcas. Sara, la única mujer que entrevistamos, lanza pañuelos para ciclistas desde un Hammer descapotable. Se define como azafata de apoyo, porque las importantes son las que dan el beso y el ramo de flores a los sudorosos ciclistas, “las guapas”, como las llama ella. Dejamos para otra ocasión poder entrevistarlas. “Hoy va a estar jodido”, nos dicen en la entrada de la zona VIP para la que obviamente no estamos acreditados.
Javier y David llevan en moto a los jueces y han hecho 7.400 kilómetros, más del doble que los ciclistas en competición. Como otros muchos, trabajan en la Vuelta durante sus vacaciones y, a pesar de la dureza de las condiciones, dicen que la experiencia les merece la pena, pues les encantan la moto y el ciclismo.
Otro apasionado del ciclismo es Ibai, uno de los masajistas del Caja Rural, el equipo más modesto del pelotón. Normalmente trabaja de fisioteraupeuta, pero aquí suma a esta función una innumerable lista de variadas tareas. Desde preparar neveras con bidones para la etapa, conducir uno de los coches o repartir las bolsas del avituallamiento, hasta subir las maletas de los corredores a la habitación del hotel.
Si la jornada de Ibai se extiende casi de sol a sol, el récord de falta de sueño se lo llevan Francisco y Manuel. Son camioneros y en su mes de vacaciones llevan los tráilers de la oficina de prensa y el merchandising. Duermen cerca de la meta de la etapa siguiente porque empiezan a montar el tráiler temprano. La oficina de prensa se mantiene abierta hasta que se envía el último comunicado, luego desmontan y entonces, sobre las 11 de la noche, viajan al siguiente destino. Llegaron a Madrid a las 6 de la mañana desde Aitana (Alacant) y a las 8 empezaron a trabajar. Son unos esforzados de la ruta, como se llama a veces a los ciclistas del pelotón.
La Vuelta termina y el millar y medio de personas que trabaja en ella volverá a sus casas y a sus trabajos del resto del año. No subirán al podio a recibir un aplauso, ni tendrán un homenaje en el balcón del ayuntamiento de su pueblo, pero saben que sin su trabajo todo este espectáculo no sería posible.
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