Fragmentos de una conversación con Santiago Sierra a propósito de su nueva creación, ‘Bebedero’, un juego de espejos sobre el icono de la esvástica en el que lo bueno se convierte en malo y viceversa.
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El 15 de septiembre se celebró en la Galería Prometeo de Milán la presentación al público de la pieza audiovisual Bebedero, en la que el artista Santiago Sierra (Madrid, 1966) convierte el motivo de la esvástica en una metafórica banda de Moëbius. Una cinta que, paradójicamente sin perder de vista la cruz gamada, nos lleva ahora de Italia a India, y viceversa, hasta acabar por llegar finalmente a un terreno inesperado.
Como destaca Sierra, "las inversiones subrayan este juego de espejos donde el punto de vista altera y hasta invierte lo bueno en malo y viceversa. Estamos ante un símbolo de buen augurio para unos y de muy malo para otros".
Recorriendo la pieza, damos más vueltas a la conexión entre el budismo y el nacionalsocialismo, hasta un punto en que los opuestos terminan por hacerse ya indiferenciables desde cualquier perspectiva, como si se tratase de una única superficie.
Bebedero comienza por la grabación de la performance que tuvo lugar en la antigua central hidroeléctrica de Fies (Trento), durante el festival Drodesera en julio de 2015, para, a continuación, enlazar con un registro de la acción realizada en el templo de Karni Mata en Deshnoke (Rajastán). Sobre esta segunda parte, realizada en India y filmada por un equipo local, Sierra comenta a Diagonal que la "acción se llevó a cabo en un día cualquiera para el templo, ante los peregrinos que acuden a él normalmente".
En ambas acciones, los elementos recurrentes son el motivo del suelo, una cuadrícula compuesta por baldosas, en la que se alternan blanco y negro, la esvástica en 3D, que se presenta a la manera de un abrevadero portátil para animales, rebosante de leche, y la multiplicidad de ratas que acuden a beber. A su vez, la ausencia de color en las grabaciones, el uso del blanco y negro sin excepciones le da a la obra de Sierra "el aspecto de periódico del siglo XX" que desea ver en su trabajo.
Luz y sombra
Sierra indica que el uso de suelo ajedrezado se remonta a templos del antiguo Egipto y "representa el principio de dualidad sobre el que deberemos caminar en nuestras vidas: lo claro y lo oscuro, la luz y la sombra; o, más sencillamente, el bien y el mal. Es también un terreno de juego, un ajedrez y remite, por tanto, a la jerarquización de la sociedad y al uso de la sociedad por parte de los poderosos. Al títere peón le mueve la mano del titiritero, el jugador, alguien situado fuera de las miserias del tablero".
“Del nazismo bebe mucha rata: la Unión Europea, EEUU y muchos otros”, dice Sierra
Este elemento dual del bien y del mal contenido en la alternancia de baldosas está presente de manera paralela y simultánea en la presencia de la esvástica y las dos posibles direcciones en las que sus aspas pueden girar.
Si el giro es hacia el lado izquierdo, cuando el brazo superior apunta hacia la izquierda, recibe el nombre de levógiro; por el contrario, si señala hacia la derecha recibe entonces el nombre de dextrógiro. Es decir, cuando la cruz es levógira se mueve al revés que las manillas del reloj, mientras que si es dextrógira, sigue el sentido del mecanismo que indica la progresión del tiempo.
Obsérvese que el símbolo de la esvástica dextrógira, también conocida por Hakenkreuz, que fue junto con Adolf Hitler el icono más reconocible del Tercer Reich, se convierte en levógira si se mira desde atrás, como ocurrió con las banderas con las que los soviets recibieron a Joachim von Ribbentrop en su llegada al aeródromo de Moscú el 27 de septiembre de 1939.
En la acción en Italia, se mostró una esvástica levógira, tumbada, sobre el suelo de baldosas, aunque no en ángulo recto, sino en un exacto giro de cuarenta y cinco grados con respecto a los ejes del tablero ajedrezado. Una clara evocación a cómo precisamente la cruz gamada aparece rotada en la bandera nacionalsocialista. Mientras que la esvástica en el budismo se usa siempre en posición cartesiana, en la bandera del Tercer Reich, la cruz dextrógira, situada dentro de un círculo blanco sobre un fondo rojo, aparece girada cuarenta y cinco grados respecto de los ejes de coordenadas.
Esta evidente alusión al nacionalsocialismo viene a su vez reforzada por una banda sonora con claros referentes a los instrumentos propagandísticos empleados por el ministro Joseph Goebbels. Así, para Italia, la música que se escucha es Die Morgenblätter, un emblemático baile de salón de un género musical que deriva a su vez del término en alemán walzen (girar), compuesto por Johan Strauss II en 1863. "Con este vals se abrió el primer baile de fin de año de Viena en 1939 organizado por el partido nazi para recaudar fondos para la campaña militar y que a día de hoy aún se celebra, el efecto Walt Disney es impresionante", indica Sierra.
Unos efectos muy distintos son los que se aprecian en la segunda parte. En ella no queda rastro ya de lo que significaba el asomarse al espectáculo que daban unos roedores domésticos en cautiverio. Atrás quedan también las caras pixeladas de los espectadores desindividualizados en Fies, para dejar paso a la vida que se desarrolla en el Templo de las Ratas, de más de 600 años de antigüedad, ubicado en el corazón del Rajastán, al borde del desierto.
En este lugar sagrado dedicado a una mujer, Karni Mata –que aseguran fue la reencarnación de la diosa Durga–, las ratas son veneradas al mismo nivel que las vacas, ya que se cree que poseen alma humana.
En India, sobre el suelo original de baldosas en el templo se colocó girada una esvástica dextrógira. Pero en esta parte de la cinta, nos adentramos en el día a día en el templo con un montaje en el que a cada corte se le aplica el reverse motion de forma individual, dando una sensación de "marcha atrás" aunque el proceso de ensamblado es el habitual.
Como si viésemos la filmación de la performance con sentido levógiro, invirtiendo el proceso del tiempo, dándoles la vuelta a las manecillas del reloj. Aclara Sierra que en "la India los personajes van hacia el pasado, no avanzan, retroceden. Tal vez porque, como con el pájaro que volaba hacia atrás narrado por Borges en su Bestiario, no les importa dónde van sino dónde estuvieron".
‘Hambre, hambre’
Estos movimientos visionados en reverse vienen acompañados de una banda sonora muy diferente de la anterior. Se usó "una letanía hindú que cantaban las mujeres y los niños del templo. Aunque ignoro la traducción, en castellano parece que dicen una y otra vez: 'Hambre, hambre, quién tiene hambre'. Luego suena música rítmica grabada en el templo y que suena al revés. Los tres sonidos son regalos encontrados en el proceso de montaje".
Siendo la leche un alimento básico, esencial para el crecimiento, tal vez puede simbolizar también el dinero público, extraído de la gente mediante ineludibles cargas fiscales, y que no tenía otro destino que el de hacer crecer una sociedad más sana y más justa. Un líquido altamente nutritivo que ahora rellena recipientes con forma de esvástica.
"Los artistas sólo amenizamos las masacres del Estado y el capital con nuestras exposiciones"
El tema del nacionalsocialismo y las referencias a este periodo inconcluso de la historia europea ya habían aparecido en anteriores obras de Sierra, pero ahora, en este resurgimiento, en Bebedero, se retoma visualmente a la manera de un "motivo referencial", que, hablando desde un contexto (inevitable) de la historia del arte, remite también a las fuentes de las que bebe toda obra actual.
Pero esta revelación no sólo apunta hacía la creación contemporánea, sino que, como Sierra puntualiza, del "nazismo bebe mucha rata: la Unión Europea, Estados Unidos y muchos otros. Los artistas sólo amenizamos las masacres del Estado y el capital con nuestras exposiciones".
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