Literatura
'Las Chicas' y lo que no se puede reparar

La novela ‘Las Chicas’, de Emma Cline, narra el estado de ánimo de la época dorada del hippismo californiano.

27/09/16 · 8:00
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Dos jóvenes de 21 años y una de 20, Susan Atkins, Leslie Van Houten y Patricia Krenwinkel, avanzan por el pasillo de un juzgado. Sonríen, van tomadas de la mano y cantan una canción que suena vagamente religiosa, claramente folk. Se las juzga por el asesinato de la actriz Sharon Tate. Sus fotos se convertirán en el reverso siniestro de la cultura hippy. Es el cambio de década y en Estados Unidos se desayuna con sus crímenes, inducidos por el jefe del clan, Charles Manson. Para la sociedad son algo peor que jóvenes criminales, son el síntoma de que algo se ha roto en la sala de estar de la América blanca.

Los crímenes de la familia Manson son la inspiración de la novela de Emma Cline, Las Chicas, la sensación literaria de este otoño, aunque suene feo decir eso. La escritora estadounidense (California, 1989) utiliza una referencia cultural como el caso Manson para hablar de adolescencia, patriarcado y de la fragilidad de las relaciones humanas en la California del verano del amor.

Cline no quiere hacer una novela sobre el caso Manson, lo que queda claro con su renuncia a hablar de los acontecimientos reales. También lo indica la escasa relevancia del episodio de los crímenes en el conjunto de la narración. Porque Las Chicas es, en primer lugar, una reflexión sobre la culpa, y en segundo término, una novela feminista.

Evie Boyd lleva una vida aburrida en una aburrida ciudad de California. Piensa que su mejor amiga es un muermo. Que su madre sólo hace el imbécil desde que su fatuo padre las ha abandonado en la casa que su abuela –actriz de la época dorada de Hollywood– les dejó en herencia.

Boyd quiere enrollarse con el hermano de su amiga porque es una buena manera de matar el tiempo que le queda hasta acabar el instituto y entrar en la vida adulta vía internado. Hasta que ve a las chicas, más concretamente hasta que ve a Suzanne, la más interesante de las tres. Su aburrida vida pasará a ser un recuerdo amable cuando consiga ser dirigida y dominada por Suzanne, a su vez dominada y dirigida por Russell, un trasunto de Charles Manson.

Jóvenes en tránsito

Durante los años 20 y los 30, explotó la cultura vagabunda –la hobohemia (mezcla de ‘hobo’ voz inglesa para vagabundo y bohemia)–. En Estados Unidos se extendía entre cierta clase de adolescentes la costumbre, o la necesidad, de echarse al camino. Aquellos jóvenes huían de una presencia violenta, de la miseria, o simplemente encontraban en los vagones de tren el modo de escaparse del sistema. Se unían a vagabundos expertos. Se formaban comunidades, no exentas de tensiones y peligros.

Ese espíritu aventurero declinó ante el empeño gubernamental en reprimir un movimiento con carácter contestatario que tuvo importantes demandas sociales, feministas y antirracistas.

Miles de hippies adaptaron la trashumancia ‘hobo’ a la década de los años 60 y 70. Las historias de adolescentes y jóvenes huidos de sus casas para escapar del aburrimiento, o del reclutamiento forzoso, se han filtrado a la cultura popular a través de películas como Hair, novelas como Ponche de Ácido Lisérgico o la música de los Flying Burrito Brothers. Ese eco está en Las Chicas, con la novedad de que la protagonista es una mujer –y no un varón– que vive la felicidad de emanciparse hasta que paga el peaje hacia la vida adulta.

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La reacción de los años 70 fue dura, tanto en lo policial y penal, como en lo cultural, a través de la llamada al orden –y a la tenencia de armas– que se produce en la etapa Nixon. América daba de lado la cultura hippie para entrar en el tiempo de la contrarreforma liberal.

Los intentos de recuperar el legado más valioso de la cultura hippie han topado con la caricatura hecha a partir de esa reacción conservadora. Pese a tomar un episodio histórico empleado habitualmente para la moralina, la autora de Las Chicas consigue transmitir los sentimientos que llevan a una adolescente de clase media a sentirse atada a los culpables oficiales de que la América blanca despertase del sueño plácido del progreso. Cline encuentra, en el tránsito de la pringosa adolescencia a la violenta entrada en la edad adulta, los motivos de una madurez desesperanzada.

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Portada de 'Las Chicas' de Emma Cline.
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