CRÍTICA DE LA EXPOSICIÓN "PUNK. SUS RASTROS EN EL ARTE CONTEMPORÁNEO"
Rastros del punk con pocas huellas del movimiento

La exposición "Punk. Sus rastros en el arte contemporáneo" muestra en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona ( MACBA) hasta el 25 de septiembre la cara más amable de esta corriente.

29/08/16 · 14:02
Collage de la artista Eulàlia Grau en el fanzine 'Black Flag', expuesto en 'Punk. Sus rastros en el arte contemporáneo', hasta el 25 de septiembre en el MACBA.

Texto de Anna Pujol y Joni D, de La Directa

Desde el mes de mayo, Barcelona se ha llenado de banderolas que anuncian la exposición "Punk. Sus rastros en el arte contemporáneo", comisariada por David G.Torres en el Museo de Arte Contemporáneo (MACBA), tras pasar por el CA2M de la Comunidad de Madrid y ARTIUM, en Vitoria-Gasteiz.

Da la sensación de que, una vez más, el sistema vuelve a exprimir al punk. Por este motivo, puede surgir la pregunta de si un movimiento como éste debería haber llegado a los museos de manera institucionalizada.

Y nos podemos plantear qué supone que un movimiento anti, que pone en duda todas y cada una de las estructuras del sistema, pueda llegar a aparecer dentro de un espacio de exposición completamente normalizado e institucionalizado. Todas estas observaciones se deben tener muy presentes antes de adentrarnos en la muestra.

En "Punk. Sus rastros en el arte contemporáneo", podemos encontrar varias referencias a bandas como Throbbling Gristle, el artista de performance e instalaciones Marcel·lí Antúnez y otros como Jordi Valls o Luis Miracle.

Tanto las creadoras como las obras nos acercan más a la parte experimental del postpunk, cada vez más alejado de los orígenes, que al movimiento matriz o su escena más visceral. Después de una primera visión, parece que la exposición no se acerca a las piezas tempranas, tal vez más vinculadas a las entrañas del movimiento. Grosso modo, puede parecer que esta exposición la ha hecho alguien que se acercó al punk y luego se alejó voluntariamente.

Por otra parte, la visitante no acaba de encontrar una estructura clara en la muestra y le falta una guía de visita práctica, ya que la que está colgada en la web del museo tiene cerca de 400 páginas. Cuando se llega a la planta del MACBA donde está la exposición, las visitantes pueden ir en tres direcciones, sin que se comunique dónde empieza el recorrido.

Se podría pensar que, al ser una muestra punk, este desorden tiene un cierto sentido e, incluso, podría ser una pieza más para entender el movimiento. Pero la falta de recorrido se convierte en un hándicap para poder entrar en la muestra y entenderla.

La provocación inofensiva

En la que parece ser la primera sala, encontramos uno de los audiovisuales más vinculados al punk, The eternal frame. Realizado por T. R. Uthco y Ant Farm en 1975, trata de la reconstrucción del asesinato de JF Kennedy y su posterior resurrección en los medios de comunicación. El filme se mezcla con lo que hoy día conocemos como making of y con imágenes del estreno de la misma película.

Se intercalan los hombres con aspecto acomodado que están indignados ante el sacrilegio, las mujeres que lloran al revivir el magnicidio y los jóvenes creadores del proyecto disfrutando, irónica y sarcásticamente, de su actitud políticamente incorrecta y de la rabia y la tristeza de su público. De este modo, destruyen al héroe de la patria una vez muerto. Como dijeron The Stranglers, la banda de punk rock británica formada en 1974, precursora de este movimiento más por las actitudes que por la música: "No more heroes" ("No más héroes").

Todas las herramientas estilísticas abordadas en la exposición pierden el componente punk si se convierten en actitudes únicamente estéticas o reproducciones de situaciones pasadas, como cuadros de naturaleza muerta

A lo largo del recorrido, lo que se echa más en falta es precisamente eso: dirigir la provocación y la rabia. El primer objetivo individual y colectivo del punk fue hacer frente a la hipocresía del sistema democrático y capitalista. Y todas las herramientas estilísticas abordadas en la exposición pierden el componente punk si se convierten en actitudes únicamente estéticas o reproducciones de situaciones pasadas, como cuadros de naturaleza muerta.

¿Una reproducción de la habitación de hotel donde estuvieron secuestrados los atletas de Israel por los miembros del grupo Septiembre Negro durante las Olimpiadas de Munich de 1972 sería punk ?

La segunda sala, que pretende situar el movimiento en su contexto temporal y acercarnos a su historia, parece bastante tergiversadora. La espectadora que quiera conocer más sobre el concepto y el movimiento puede encontrar un primer texto sobre Sex Pistols, The Clash y Damned, las tres bandas más importantes del primer punk británico.

También parece coherente que el siguiente texto presente a New York Dolls, Ramones y Richard Hell, tres nombres estadounidenses muy importantes en el desarrollo del punk en todo el planeta.

El problema es que hay un tercer apartado que nos acerca a Dead Kennedys, Black Flag y Bad Brains: se reconoce la importancia artística de las propuestas musicales de la segunda generación del estilo en Estados Unidos, pero, en cambio, se evita hablar de lo que ocurrió en Reino Unido después de 1976.

No reconocer la aportación artística al punk que hicieron los miembros de Crass es un vacío muy importante. Porque, en términos artísticos, si se entiende el arte como concepto puramente estético, Crass ha sido uno de los grupos que ha aportado más desde el movimiento, tanto en el ámbito musical como en lo estético o el audiovisual.

Una estética punk muy alejada de su alma

Posteriormente, encontramos las referencias históricas al punk en España: Kaka de Luxe, el rock radical vasco y , en el contexto catalán, Els Masturbadors Mongòlics, La Banda Trapera del Río y Desechables.

Dice mucho de Último Resorte y Crass el hecho de que queden fuera de una exposición institucionalizada, como si no hubieran podido convertirse en piezas de museo

Se pueden encontrar carencias, ya que varios años antes de la creación de Desechables, en Barcelona, ​​hubo un grupo mucho más punk y con una aportación artística mucho más alta: Último Resorte. Pero también podemos pensar que dice mucho de Último Resorte y Crass el hecho de que queden fuera de una exposición institucionalizada, como si no hubieran podido convertirse en piezas de museo. Debe de ser por alguna razón ...

En conjunto, hay partes de la muestra que no están del todo bien fundamentadas, como hablar del pasado de la sala berlinesa SO36 sin ser consciente –o evitando explicarlo voluntariamente– de que continúa existiendo y se siguen haciendo conciertos de punk.

El caso es que encontramos varias obras del primer propietario de este local, aunque no necesariamente se adscriben al punk, por mucho que el creador fuera el dueño de SO36.

Sucede lo mismo con la presencia excesiva de Raymond Pettibon, autor de las portadas de los discos de la banda Black Flag. Sea como fuere, se hace difícil evaluar la influencia que ha tenido la estética punk, que no es lo mismo que el sentimiento y el alma punk. Quizás en esta exposición se puede ver claramente hasta dónde llegan el alma y la visceralidad y dónde ha llegado la estética, actualmente del todo supeditada al sistema.

El punk de base tiene poco peso en la exposición. Sí hay que destacar un par de fotografías –Action Pants, Genital Panic, de Valie Export, y I have got it all, de Tracey Emin– que son provocación en estado puro y bien dirigida. Curiosamente, la foto de Valie Export, como el audiovisual The eternal frame, data de unos años antes del estallido del punk.

También tiene interés un filme de Tony Coke, Black celebration, sobre las revueltas raciales de los años sesenta en los Estados Unidos. Si esta pieza encaja en el concepto punk y tiene su espacio en los museos, entonces, se acercan discursos más similares en el tiempo.

Y, por otro lado, si el líder de The Clash, Joe Strummer, fue capaz de ponerse una camiseta con el anagrama de las Brigadas Rojas y de la RAF, en vez de exponer una reproducción de esta camiseta, los rastros del punk se podrían encontrar en acciones mucho más provocativas que, por espacio y tiempo, quedan fuera de los museos.

La provocación, por suerte, siempre es incómoda y en ciertos lugares sólo puede aparecer cuando ya es inofensiva o no marca el presente

De hecho, la paradoja final es que todo lo que ahora se puede exponer en los espacios institucionalizados fue creado para ir a la contra. Por tanto, la provocación, por suerte, siempre es incómoda y en ciertos lugares sólo puede aparecer cuando ya es inofensiva o no marca el presente.

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