Están en WhatsApp, Facebook, Twitter o Telegram. En forma de imagen o bucle, los memes son inevitables para entender la comunicación actual.
La gozadera se estaba formando en la plaza de Colón en el acto de cierre de campaña del Partido Popular. Soraya Sáenz de Santamaría se colocó unos cascos, se situó al lado del DJ el Pulpo y agitó sus brazos en el aire.
El equipo de campaña del PP vio ahí un filón y difundió la fotografía de la vicepresidenta en las redes sociales, eufemismo para decir "en Twitter". Y la foto se convirtió en un clásico instantáneo.
El equipo de redes sociales de Izquierda Unida siguió una estrategia similar en el comienzo de la campaña electoral.
Colocaron unas gafas con forma de corazón multicolor a una vieja foto del candidato Alberto Garzón. La lanzaron a redes y esperaron la respuesta del propio Garzón. La reacción del político, un mensaje de WhatsApp que decía "os mato", fue igualmente publicada en las cuentas de IU, logrando otro irresistible éxito comunicativo inmediato.
Dios, esto no ha hecho más que empezar y el jefe ya quiere matarnos... ?? pic.twitter.com/6kGWskBO41
— Izquierda Unida (@iunida) 3 de junio de 2016
Otro ejemplo más: la foto de Esperanza Aguirre agachada y hablando por teléfono en la parte de atrás del salón de plenos del Consistorio madrileño tardó en dar la vuelta al mundo –y en ser dotada con miles de significados– menos tiempo del que has empleado en leer esta frase.
Esperanza Aguirre trabajando fuerte por Madrid. pic.twitter.com/JJbaQRWhRL — S_Coche (@Aquel_Coche) 28 de junio de 2016
La comunicación política se ha subido a la ola de los memes, esa unidad mínima de significado que es capaz de lanzar un mensaje sencillo, lo suficientemente accesible para alcanzar a las multitudes.
Un concepto, el de meme, que se aplica por igual a fotos, fotos con texto, stickers (pegatinas virtuales que se suman al catálogo de emoticonos de servicios de mensajería instantánea como Telegram), vines o gifs –vídeos en bucle–, vídeos subtitulados o trucados mediante la introducción de caras distintas a las de sus protagonistas o audios modificados mediante técnicas de doblaje o corta pega.
Felipe G. Gil, del colectivo ZEMOS98, engloba estas manifestaciones dentro de un género que se podría definir como "micronarrativas audiovisuales" que, en su opinión, no son tan nuevas sino que recogen "una herencia muy antigua de pequeñas historias en síntesis, por ejemplo, el zootropo, que se considera un antecedente del cine".
La tecnología y "el consumo bulímico" que hacemos de imágenes hoy en día han multiplicado, según este investigador, sus posibilidades comunicativas "y han inundado nuestra cotidianidad, transformando la forma en que construimos nuestras identidades".
La profesora Elena Fraj, del Departamento de Arts Visuals i Disseny de la Universitat de Barcelona (UB), opina que estamos ante "los nuevos Power Points de gatos, paisajes y frases a lo Paulo Coelho que te llegaban por mail hace años, sólo que ahora todo es irónico".
El largo ciclo electoral que comenzó en 2014 ha tenido como acompañamiento algunas de esas píldoras, capaces de generar corrientes de opinión, casi siempre a través del humor.
Como comienzo de esta tendencia se puede apuntar la repercusión de la comparecencia por tele de plasma de Mariano Rajoy en el peor momento de la tormenta por el caso Bárcenas. Un vídeo de Albert Rivera en la noche electoral catalana en la que aparece acalorado, una mirada a cámara de Pedro Sánchez durante el debate previo al 20D, o el beso entre Pablo Iglesias y Xavi Domènech el primer día de la XI legislatura fueron otros materiales en base a los que la política se hizo viral.
Pero ese protagonismo de la escena política es coyuntural en la larga historia de los memes. De hecho, todo empezó con dos puntos y un paréntesis, o al menos decir eso es una forma de acotar el comienzo de la difusión a través de las tecnologías de estas pequeñas síntesis. Se atribuye a Scott E. Fahlman ese primer meme, que evoca una sonrisa :-) en la fecha del 19 de septiembre de 1982.
A partir de ese momento, los memes, que suelen tomar como referencia iconos de la cultura popular, fueron explorando distintas formas de llegar a los públicos. Por ejemplo, mediante la siempre exitosa fórmula del animal antropomórfico o con gestos humanos (gatos, perros, mapaches, koalas), mediante la remezcla de iconos como Blas (el de Epi y Blas) y villanos de realidad o ficción como Bin Laden o Drácula.
La investigadora Linda K. Börzsei ha establecido, dentro de esa pequeña historia del meme, la irrupción de la crítica explícitamente política con el surgimiento de la web Memegenerator –una de las más usadas– y con proyectos como Sarkozy estuvo allí un tipo de montaje en el que se situaba al expresidente francés en episodios destacados de la historia, a raíz de una foto, que se demostró trucada con Photoshop, de 'Sarko' en la caída del muro de Berlín.
Fraj confirma que el fenómeno ha saltado al ámbito académico y que ahora se están publicando muchos artículos que tratan de abordarlo. Entre estos trabajos, Fraj destaca un experimento académico que hizo lo contrario: acabó por generar una memética feminista, "ésa que usa imágenes del actor Ryan Gosling, son memes que empiezan siempre con Hey, girl...".
Este estudio, recuerda la docente, consistía en comprobar si frases sobre literatura y feminismo colocadas sobre la imagen del actor eran compartidas por hombres más que si se ponían sobre cualquier otra imagen. "La conclusión era que sí, que hombres hablando de feminismo eran más escuchados que las mujeres", explica Fraj.
Trasladar un mensaje por medio de una foto de Julio Iglesias y el clásico "y lo sabes" es un recurso barato, en todos los sentidos de la palabra, y al alcance de cualquier persona que sepa navegar por internet. Otras manifestaciones son más sofisticadas.
La evolución de las técnicas de vídeo mediante programas como Photoshop o After Effects ha transformado la producción y post-producción de vídeos (mediante técnicas de remezcla), desde el bebé bailongo de Ally McBeal hasta técnicas de "cambiado de cara", como las que aplica United Unknown para el programa de Buenafuente, subtitulados como los de Ciudadano Serrano para Siberia o la manipulación de ilustración, imagen y texto que desde hace diez años firma Querido Antonio para el programa de La Sexta El Intermedio.
Alberto González Vázquez, el autor tras Querido Antonio, explica a Diagonal que para él "ha sido una bendición que la evolución de las redes sociales haya favorecido este tipo de expresiones. Es como si el mundo hubiera empezado a hablar un idioma con el que me llevo comunicando mucho tiempo".
Querido Antonio es un ejemplo muy logrado de cómo unos lenguajes en principio distintos y creados con otros fines pueden acabar calando en el discurso más convencional de la televisión. "Creo que la cultura de la remezcla está y seguirá transformando los lenguajes y narrativas mainstream", pronostica Felipe G. Gil, que apunta un aspecto problemático de esa traducción: "Muchas de estas prácticas nacen en un contexto y con un ecosistema que tienen una serie de códigos y de éticas. Generalmente, el mainstream machaca esos códigos y esas éticas. Tenemos la responsabilidad política de que no sea así".
Otro riesgo es que este tipo de producciones –cuyo principal objetivo es la viralidad y su difusión hasta el infinito– sean entendidas como una manifestación espontánea y nadie reciba reconocimiento, ni pueda optar a vivir de creaciones que generan cada vez más riqueza. O, por decirlo de otra manera, que quien se llene los bolsillos no haya tenido mucho que ver con el desarrollo de la idea.
"YouTube es el nuevo Google y los gifs animados son el nuevo YouTube –valora Fraj–, la diferencia es que éstos no se encierran en un repositorio sino que se alojan en multiplicidad de servidores con lo que la monetización de los mismos se hace más complicada. Eso en principio está bien, no parece que vaya a surgir un gigante capitalista como YouTube".
Felipe G. Gil entiende que en manifestaciones como los gif "casi siempre ganan dinero los mismos: las operadoras, Facebook, Twitter, Google, Apple, etc". Aunque considera que dichas empresas no están basando sus modelos de negocio en torno a los gif, sí destaca como ejemplo la apropiación que Twitter hace de estas piezas en bucle, que convierte a formato mp4 y que impide descargar, de forma que lo que se introduce en esta red no puede volver a ser compartido.
Por su parte, Alberto González denuncia la fina frontera entre el plagio y el desconocimiento de las nociones básicas de autoría: "Cuando alguna de mis piezas obtiene difusión a menudo recibo con estupor la siguiente respuesta: 'Gracias, internet'. ¡Dame las gracias a mí, hijo de perra! Ya no se trata sólo de casos de plagio, que es algo que también sucede, sino como del propio medio fagocitando al autor".
Memes Top 5
Ecce homo
La restauración que en 2012 hizo Cecilia Giménez de un mural en Borja viajó por todo el mundo y alcanzó la categoría de fenómeno multitudinario.
Chiquito de la Calzada
Generador de memes cuando aún no existía la palabra, sus frases y poses han dado mucho juego con la llegada de las redes sociales. Máximo respeto.
Matías Prats
Un clásico de los memes absurdos. El segundón de Carlos Herrera no le ha logrado superar pese a su penoso ‘selfie’ en París tras los atentados del 13N.
Gene Wilder
Entre los memes "extranjeros" más gastados está el de Gene Wilder en la película Willy Wonka o el de Sean Bean (Ned Stark) en Juego de Tronos.
Jean Claude Van Damme
Entre los gif más difundidos hay dos de Van Damme: uno junto a Chiquito y Ramón García en Qué apostamos y otro bailando en Kickboxer.
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