A la contra
Chanquete no dejó herederos

Mercedes Cebrián ha publicado un divertido ensayo sobre 'Verano azul', una serie que se estrenó en 1981 y que ha acompañado el periplo de la Transición española.

31/07/16 · 7:25
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La autora, durante la entrevista. / David Fernández

Imagine un grupo de amigos y amigas de más de 30 en bicicleta. No van muy lejos, quizá sólo a la playa o a dar un paseo para bajar la paella. Alguien tararea una canción. Y ahí está de nuevo Verano azul, la serie juvenil más duradera en la memoria colectiva de un par de generaciones de españolitos. La escritora Mercedes Cebrián (Madrid, 1971) ha escrito Verano azul (Unas vacaciones en el corazón de la Transición), un ensayo en el que desarrolla su afición por la serie y su tesis de que ésta reflejó a las mil maravillas el cambio de valores que estaba teniendo lugar en este país.

En la película 'La gran belleza', de Paolo Sorrentino, se dice que la nostalgia es la única distracción de la gente que no tiene futuro, ¿estás de acuerdo?

Me han preguntado algunas veces si esta nostalgia es sólo de esta generación, que nació en los 70, porque ha vivido el proyecto optimista de “España va hacia la democracia y va hacia arriba... y la Expo 92 y el Naranjito”. Es como si para nosotros ese tiempo pasado fuera mejor y sólo esa generación pensara de verdad que no hay futuro porque ha conocido tiempos mejores y no sale de ese loop. A lo mejor esta generación tiene una nostalgia más acusada que otras. Pero es como si hubiera una nostalgia generalizada al llegar a cierta edad, independientemente de las circunstancias socioeconómicas, del contexto, por la cosa de que el animal humano envejece y estaba mejor cuando era joven porque era más ágil.

¿Hay alguna razón por la que sea más peligrosa esa nostalgia en verano?

Antes de Verano azul llegó mi interés por el veraneo español playero, que ha dado lugar a un montón de productos culturales y que en su día fue también el lugar y el momento en que se pudo conocer a un ‘otro’, aunque fuera un sueco simplemente. ¿Cómo no tener nostalgia de un lugar y un tiempo en el que hay más permisividad? En verano se podían hacer más cosas, aunque a veces las familias españolas, o por lo menos la mía, tenían unos horarios férreos, normas: todos a dormir la siesta, a la playa por la mañana, cosas así.

La serie es un ensayo de lo que iba a ser el nuevo régimen ¿para niños o también para adultos?

Es para adultos también. Influyó el contexto. La primera emisión fue en domingos de otoño a las cuatro y pico. En aquel momento no había otra distracción. Realmente estaba toda la familia viendo Verano azul. De hecho, hubo mucha carta a directores de periódicos porque los padres veían eso...

... y les parecía un exceso por cómo se trataban temas como el divorcio, etc.

Claro. Hay gente que opina que Verano azul no era suficiente para la época. No se trataron ni se mencionaron temas sobre gays ni tampoco el aborto. Yo soy fan de la serie y creo que había buenas intenciones. Creo que era una cosa un poco inocentona y bienintencionada. Había mucho que barrer y se dejaron bastantes temas sin tocar.

Chanquete y Julia representan la concordia entre generaciones. ¿Esa concordia ha trascendido?

Siempre he estado con gente muy mayor y he visto que a España le cuesta tratar a gente mayor de edad sin verlos como autoridad o como brasas, plomos, etc., pero también porque esas generaciones tampoco les han dado la mano. Un ejemplo en la literatura son los escritores que ahora tienen 60 y pico años, Millás, Marías, etc., no presentan libros de alguien más joven... Hay una especie de barrera, como que “después de nosotros no queremos que exista nada más”.

“A España le cuesta tratar a gente mayor de edad sin verlos como autoridad o como brasas, plomos, etc.”

O sea, que después de que muera Chanquete esos personajes ya no existen.

Pues creo que no. En general, me sigo sorprendiendo de ver bares en los que hay personas de más de 60. No ha habido modelos de mujer mayor. No estoy diciendo nada que no se sepa. Yo de adolescente pensaba en mujeres que querría imitar y apenas se me ocurrían... Carmen Alborch era un ejemplo. Por lo menos está ahí, hace cosas, va a museos, es graciosa, trabaja, no es una muermo. No había mucho para imitar.

La serie tampoco es un elogio de los triunfadores.

De hecho, hay detalles como cuando a Chanquete le da un pequeño jamacuco antes de morirse, y los niños con Julia van a verlo al hospital y el médico dice “pero estos niños quiénes son”. Son sus amigos, es algo raro: niños amigos de un mayor. Igual Julia, mujer viuda de buen ver que va a ayudar a Chanquete nada más que porque son amigos, no hay nada más. No es tampoco porque sea una mujer abnegada que tiene que cuidarle. Eso es casi más moderno que lo de hablar del divorcio.

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