El documental ‘The Beat is the Law’ toma como pretexto a la banda Pulp para contar la historia de esta ciudad del norte de Inglaterra en los 80.
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Todas las historias de ruptura de los grupos de pop se parecen, como todas las familias felices se parecen entre sí. Los viajes cansan, la fama cambia las personalidades, o al menos las percepciones acerca de la realidad de los miembros del grupo, el feeling entre ellos se evapora. Alguien abusa de una sustancia, o de un hábito, o de la confianza de los demás.
La historia de la ruptura de Pulp no es distinta. En 1997, dos años después del lanzamiento de Different Class y uno antes de This is Hardcore, el guitarrista y violinista del grupo, Russell Senior, dejaba el grupo. This is Hardcore sería un buen disco, más oscuro y popular que la colección de canciones que, encabezadas por el himno Common People, llevaron a Pulp desde las salas de conciertos más deprimidas de Sheffield –Jarvis Cocker empezó la banda con 15 años– a cerrar el festival de Glastonsbury y de ahí al estrellato.
Pero comenzaba la cuenta atrás de la formación. Nada volvería a ser lo mismo. Etcétera.
Las historias de ruptura de los grandes grupos del pop se parecen, pero no siempre se parecen sus comienzos. El origen de Pulp es el pretexto de la película The Beat is the Law (Eve Wood, 2011), un documental que va más allá de la historia de un grupo para mostrar el contexto político, social y cultural en el que surgió un puñado de bandas y un sonido electrónico que se haría universal llamado, quizá pomposamente, "música dance inteligente".
La batalla de Orgreave
Por más que intente tratar de música y sólo de música, es imposible hablar de los años 80 en Reino Unido sin hablar de Margaret Thatcher. La encarnación del "no hay futuro" llegó en forma de demonización de la clase obrera, acarreó el fin de los subsidios de paro, más o menos universales, que habían permitido cierta explosión de la creatividad, del "hazlo tú mismo" (con ayuda de tus amigos) que había permitido el auge de algunas bandas en Sheffield, entre otras la pionera Chakk.
En el condado de Yorkshire Sur, donde se sitúa esta ciudad, tuvo lugar uno de los episodios más descarnados de la guerra de clases que el thatcherismo planteó contra los trabajadores de la minería del carbón, que provocó una huelga de más de un año en la que participaron más de 150.000 personas.
Aquel episodio, que inspiraría un musical del propio Russell Senior, fue la Batalla de Orgreave, que tuvo lugar el 18 de julio de 1984. El resultado del piquete montado por el Sindicato Nacional de Mineros –más de 5.000 personas impidiendo la entrada a una central térmica– se ha calculado en miles de detenciones e incontables heridos por las hostias que repartió la policía –que usó gases lacrimógenos, perros y cargó a pie y a caballo contra quienes Thatcher calificó de "el enemigo interior"–.
Eso sin contar otras consecuencias como el endeudamiento masivo por parte de los trabajadores que mantuvieron la huelga.
Perder la guerra no implicaba dejar de ganar pequeñas batallas contra el sistema cada fin de semana en las raves ilegales que se extendieron por toda la isla
Las historias de derrotas de la clase obrera son todas distintas. Tras la tempestad, la calma puede traer desencanto, pero también una reacción hedonista. El pop oscuro de los 80 dio paso a la música electrónica del sello Warp. La contracultura dejó la guitarra aparcada y se volcó en el beat. Perder la guerra no implicaba dejar de ganar pequeñas batallas contra el sistema cada fin de semana en las raves ilegales que se extendieron por toda la isla.
Pero aquello también terminaría. La exaltación del brit pop, que –pese a algunos logros– tenía algo de chauvinismo musical, de recuperación de los discursos de superioridad cultural británica, acabaría imponiendo una nueva estandarización del gusto y una escena poco espontánea, un star system estanco, una cadena de montaje cultural que perdura hasta hoy.
Entre esas dos épocas, beneficiada por el auge del brit pop pero con raíces en la cultura obrera de Sheffield, surgió Pulp. Una banda de gente corriente. Su historia merece la pena.
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