Música | De los años 80 de Los Piratas al 20 de abril del 90 de Celtas Cortos
Hola chata, cómo estás: el Top 10 de canciones viejóvenes del pop español

Sentirse vieja o viejo. Mirar la vida sobre un vidrio mojado. El mundo gira y las personas que pasan de los 30 han vivido muchas épocas de nostalgia, y en diferentes situaciones. Porque, como decía un personaje de la Gran Belleza: “¿Qué tenéis en contra de la nostalgia, eh? Es la única distracción posible para quien no cree en el futuro”.

20/04/16 · 8:00
El aburrimiento causado por ciertos juegos de mesa inspiró a muchos artistas a seguir la vía del pop y el rock and roll en los 90. / Ian Mackenzie

"Jóvenes pero ancianos/ya nacimos cansados/pasa el tiempo despacio/ somos veintegenarios". Hoy por viejoven parece que entendemos algo distinto a lo que caricaturizaba Albert Pla en Veintegenarios, título de canción y de disco que merecería haber pasado al argot popular para retratar a esa plaga de jóvenes viejos que inundaron las cafeterías de las facultades en los años 90, La Década Que Nunca Ocurrió.

Viejos por compartir héroes y gustos con sus padres, y por contradecir (o eso nos dicen) ese otro lugar común de la cultura contemporánea que de algún modo asocia juventud con rebeldía existencial o política.

No sabemos, porque andamos muy desconectados de la condición ambivalente de los millenials españoles, si lo viejoven tiene una versión actual.

Quizá hay conatos, como el vídeo de elrubius en el que invade la habitación de su compañero de piso como lo haría un velociraptor, un guiño generacional al fenómeno Jurassic Park omnipresente para quienes fueron niños y niñas en los 90.

Durante los 80 y hasta el año 2000, los viejóvenes tuvimos, como la España de charanga y pandereta de Machado, su poeta y su mármol (si bien involuntarios)

En todo caso, si nos lee alguien menor de 30, que se prepare para otra batallita. Durante los 80 y hasta el año 2000, los viejóvenes tuvimos, como la España de charanga y pandereta de Machado, su poeta y su mármol (si bien involuntarios). Aquí van:

10. Años 80, Los Piratas (Ultrasónica, 2001) 

El vigués Iván Ferreiro ya tenía 31 años (la comparación entre la edad y el grado de viejunismo de una letra va a ser una constante en este artículo) cuando publicó esta canción, así que se explica que quisiera sentirse "como el tipo que algún día fui".

Pero la incluimos porque refleja ese Vietnam sentimental que por algún motivo fueron los 80 para tantas personas, muchas de ellas (al contrario que Ferreiro) apenas preadolescentes cuando terminaba la década. Y por reflejar esa constante también en muchos grupos, indies y no indies, del pop estatal (¿se dice pop estatal?): la querencia por los tebeos y los juguetes de la niñez.

9. Cómo hemos cambiado, Presuntos Implicados (Ser de agua, 1991)

A Sole Giménez, la vocalista, le ha dado tiempo a explotar la nostalgia no una sino dos veces con esta canción: hace 25 años, cuando fue publicada originalmente, y en 2014, cuando encabezó con el tema una selección de covers de sus propias canciones hechas por ella misma. Viejunismo al cubo y, por lo demás, nostalgia de las viejas amistades separadas por "lo mejor que conocimos" (¿una pareja? ¿un puesto en las Juventudes Socialistas?) arropada con un fondo de música de ascensor.

8. Malos tiempos para la lírica, Golpes bajos (EP, 1983)

Germán Copini tenía 21 años cuando compuso esta canción, que sigue sonando rara y bella a pesar de los acartonados arreglos de sintetizador. La letra, fresca e irónica suponía una caída abrupta por los acantilados del norte de la ría de Vigo:

Seguro que algún día cansado y aburrido / encontrarás a alguien de buen parecer, / trabajo de banquero bien retribuído / y tu madre con anteojos volverá a tejer.

No tienes por qué morir joven, pero te vas a morir de asco igualmente. Una entrada tortuosa en la autopista del desencanto. Un año después, Golpes Bajos volverían a introducirse en la misma nostalgia impostada en Escenas Olvidadas. En 1985 se disolvieron.

 

7. Bi doberman beltz, Negu Gorriak (Borreruak..., 1993)

Aquí un inspiradísmo Muguruza parece haberse tomado en serio las predicciones de Copini. Este canto alucinado a la alienación sigue el camino de un empleado bancario desde su oficina (legiones de calvos prematuros recuerdan la imagen del aire acondicionado y los escalofríos sobre la calva incipiente del pobre empleadillo Arana) hasta su casa, donde el protagonista se desfoga poniendo a la metalera Rollins Band.

Una escena prosaica completamente elevada por el trallazo de su base rítmica y la potencia evocadora de las imágenes (los dos doberman negros que saltan de los amplificadores). Brutal.

6. Cuando éramos reyes, Quique González (Personal, 1998)

Por recuperar a Enrique Urquijo (Los Secretos), por formar parte de esa dialéctica cultural tan española (popularizar estilos que fuera llevan años siendo masivos, en el caso de González el rock para adultos a lo Petty o Mellencamp), por usar la palabra 'tipo' en sus canciones (como Ferreiro), González es un padrino viejoven.

Hasta tal punto que no esperó a su tercer o cuarto disco, ése que los artistas empiezan a calificar como "de madurez" en las entrevistas, para incluir su primer canto a los buenos ratos pasados con los amigotes. 25 años tenía cuando la publicó en su disco de debut. Al trovador canallita cabe reconocerle el mérito de haberse adelantado a la explotación que Jot Down y sus revistas imitadoras hacen de figuras como Brigitte Bardot o Marilyn Monroe.

5. Cuéntame al oído, La Oreja de Van Gogh (Dile al sol, 1998)

La Oreja de Van Gogh nació con la vocación de ser un grupo adulto para gente –sobre todo mujeres– de entre 15 y 25 años. Los tiempos, las canciones, las lluvias, las playas, los ojos y los besos pasados son más importantes, más mágicos y, en definitiva, mejores, que los actuales según el credo de Pablo Benegas (hijo de Patxi Benegas, del PSOE) y Xabier San Martín, autores de gran parte de las canciones del álbum de debut del grupo donostiarra.

El suyo es un caso de precocidad, sonaban 'viejóvenes', como si el jockey de Ralph Lauren saliese de un duro partido y sólo le apeteciese un paseo por una sala de esculturas. Era, en parte, porque prácticamente sólo hablaban de amor– cuando tenían 22 años. Dile al Sol obtuvo siete discos de Platino, premios de la Música y Premios Amigo. El grupo estaba preparado para la euforia del fin de la historia que se viviría a partir del año 2000.

4. El límite, La Frontera (La Rosa de los Vientos, 1989)

Tras tres discos del "salvaje oeste" con canciones como "Siempre hay algo que celebrar", en 1989, La Frontera cambiaba de tercio con la publicación de La Rosa de los Vientos. Las dos primeras canciones, El Límite y Lluvia, suponían un cambio, tanto en lo temático como en lo musical, con más solos de guitarra y de saxofones "a la Spencer detective privado", además de violines y arpas. El single supuso la consagración de La Frontera en las radiofórmulas pop.

A Javier Andreu, que por entonces tenía 26 años, le quedaba mecha para fiestas y rodeos, pero el grupo comenzó a hablar de reencuentros, conversaciones de última hora y litros de recuerdos. El Límite es una égloga urbana llena de sentencias sobre la pérdida de un tiempo idealizado.

3. Risk, Tontxu (Se Vende, 1997)

Sin duda un equivalente actual a esta escena de intimismo casero sería el concepto mantita y peli/serie de Twitter, o las fotos de comidas o gin tonics domésticos en Instagram, y sólo un determinismo tecnológico que ni McLuhan podría convencernos de que ésos no son aspirantes al trono de Lo Viejoven del Ahora.

En EE UU, que más que un complejo militar/industrial tiene dirigiendo el cotarro un complejo sociológico/marketiniano, las etiquetas sociológicas de todo tipo han servido a los fabricantes de cosas a encontrar (o más bien definir) sus públicos. Los creadores de Trivial dieron en el clavo cuando dirigieron su juego a "los jóvenes carrozas", y ahí estaba el cantautor vasco Tontxu para demostrarlo.

El envoltorio musical (esa bossa intimista y trotona) también es muy de su época. Por lo demás la canción incluye parejas incipientes haciendo piececitos debajo de la mesa (brrrr) y frases como "y en un periquete nos vemos casados".

2. La senda del tiempo, Celtas Cortos (Gente impresentable, 1990) 

Quizá Celtas Cortos quisieron escribir su Rainy Night in Soho particular con este popularísimo himno en las hogueras de campamento de hace dos décadas. Pero Shane McGowan (de los londinenses The Pogues) rozaba la treintena cuando Rainy Night... les incluyó definitivamente en la MTV, y Jesús Cifuentes tenía (como mucho) 23 cuando escribió "a veces llega un momento en que te haces viejo de repente/sin arrugas en la frente pero con ganas de morir".

Ciertamente esos 10 años de carrera de McGowan desde las catacumbas punk hasta el mainstream debieron dar para mucho desgaste físico y mental, como confesaba la propia canción ("vimos a nuestros amigos crecer juntos/y juntos los vimos caer/algunos cayeron hacia el cielo/otros cayeron en el infierno) y no somos quienes para decir que en el camerino de Celtas Cortos todo era muy distinto. O tal vez sí. 

1. 20 de abril, Celtas Cortos (Cuéntame un cuento, 1991)

Este clásico de FM nos machaca diariamente desde hace 25 años, uno más de los que tenía su autor, Jesús Cifuentes, cuando la escribió y la publicó. Lo sorprendente es cómo conectó con gente en plena adolescencia, un público que por algún motivo imaginamos inundando las facultades de Trabajo Social desde mediados de los 90. Tal vez porque el frontman de Celtas Cortos la escribió supuestamente en un arranque viejoven de nostalgia mientras estaba empleado en los servicios sociales de un pueblito de Ávila.

El año pasado en esta misma fecha el tema vivió, por los 25 años de la imaginaria carta, un revival en redes sociales a medio camino entre el homenaje y el comentario irónico.

Quizá lo que mejor nos hable en esta canción del paso del tiempo es su uso del formato epistolar, que El Último de la Fila también empleó con éxito en la estremecedora (e incomprensible para un joven de hoy si está desprevenido) Querida Milagros.

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