Música en los centros de tortura de la dictadura
Nino Bravo contra Pinochet

Las presas políticas y detenidas chilenas durante la dictadura de Pinochet cantaron canciones de Nino Bravo o Miguel Ríos para sobrellevar el trauma.

, editora del archivo Cantos Cautivos
21/03/16 · 8:00
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El Estadio Nacional de Chile, uno de los centros de detención durante la dictadura de Pinochet.

El tema de Nino Bravo Libre se escuchaba muy a menudo en los más de mil centros de detención política que estableció la junta militar liderada por Augusto Pinochet en Chile, donde miles de personas padecieron graves torturas, fueron ejecutadas o hechas desaparecer.

"En la celebración de Navidad cantamos 'Libre', de Nino Bravo. En paralelo, se escuchaba el Himno Nacional. En ese momento, con 18 años, pensaba: ¿Por qué estoy aquí, si trabajé por un ideal, por una sociedad más justa?

Marianella Ubilla, sobreviviente del Estadio Regional de la ciudad sureña de Concepción, utilizado por la dictadura como campo de concentración, relata su experiencia: "En la celebración de Navidad cantamos Libre, de Nino Bravo. En paralelo, se escuchaba el Himno Nacional. En ese momento, con 18 años, pensaba: ¿Por qué estoy aquí, si trabajé por un ideal, por una sociedad más justa?".

Palabras para Julia, poema de José Agustín Goytisolo musicalizado por Paco Ibáñez, era el himno de las presas políticas del Campamento de Prisioneros de Tres Álamos en Santiago. Una canción que habla de fuerza, amor y resistencia en la voz de un padre que da consejos a su hija, se utilizaba comúnmente para saludar a las presas que arribaban al campamento, y para despedir a las que se iban en libertad, como recuerda Ana María Jiménez.

Otra influencia española fue Miguel Ríos y su Himno a la alegría (una adaptación de la Oda a la alegría de Von Schiller y Beethoven), que las reclusas chilenas cantaban en coro en numerosas ocasiones. Amelia Negrón, superviviente de Tres Álamos e integrante de un coro formado en presidio, relata cómo lo utilizaron una noche de Año Nuevo para comunicarse con el pabellón de los hombres: "Rompimos de golpe el aire esa noche cálida cuando todas, al unísono, las casi 120 voces de las mujeres presas políticas en el campo de concentración de Tres Álamos empezamos a cantar El himno a la Alegría a todo pulmón hacia el cielo. Más allá de los muros que nos encerraban. Saltando, nuestras voces fueron a llegar a los oídos de nuestros compañeros".

En el norte del país, en la Cárcel Buen Pastor de la Serena (administrada por monjas), un grupo de presas usaron la tradicional Eran tres alpinos para una obra de teatro creada por ellas en la que cada una era un personaje de la canción infantil española. También bailaban tangos y música tropical. "Estando presa nunca se pierde la esperanza, sabíamos que en algún momento íbamos a salir", cuenta María Cecilia Marchant, una sobreviviente del Buen Pastor.

Otras canciones españolas cantadas en los centros de detención política y tortura de Pinochet fueron el madrigal renacentista De los álamos vengo, madre de Juan Vásquez (en el campo de concentración de Chacabuco, situado en el desierto de Atacama), la musicalización de Paco Ibáñez del poema Casida de las palomas oscuras de García Lorca (en Cuatro Álamos, Santiago), y la tradicional En qué nos parecemos, adaptada por Quilapayún (en el Estadio Nacional de Santiago).

Relatos sobre éstas y más de otras cien canciones escritas, cantadas y escuchadas en recintos de detención política en Chile se encuentran en Cantos Cautivos, un archivo digital desarrollado y editado por mí, en colaboración con el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos (Chile) y ex presos políticos.

En nombre del equipo del proyecto, extiendo una invitación a los lectores de Diagonal para que exploren este patrimonio, y a quienes hayan pasado por centros de detención política, que compartan sus experiencias y cualquier material relacionado con actividades musicales en presidio.

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