Una exposición-homenaje acerca a las nuevas generaciones los mundos de Nicolás, autor de cómic responsable de La Gorda de las Galaxias.
La Gorda de las Galaxias, publicada entre 1983 y 1988, ha tenido una gran influencia sentimental entre quienes, ya cumplidos los treinta, empiezan a conformar un tejido crítico y ensayístico, una mirada renovada sobre la historia del cómic español, consciente de la necesidad de honrar la labor de una gran cantidad de historietistas, hombres y mujeres, que, por la frágil estructura industrial, académica y cultural existente en torno a las viñetas hasta hace bien poco, eran desconocidos más allá de los grandes nombres.
La situación de Nicolás —que en los años 90 del pasado siglo y principios de este ha publicado en fanzines de amigos, y al que se le dio en 2002 el Premio Ivà al Mejor Historietista Profesional— obliga a reflexionar sobre la caducidad de la experiencia artística, sobre lo difícil que resulta perpetuar un aura en torno a la obra creada a lo largo de los años si se pierde el tren de la continua presencia en el ágora (digital o no), es decir, en la esfera pública. Lo interesante es que, en el concierto-homenaje —con Pablo Prisma y Atomizador haciendo aún más especial la velada—, se pudo constatar que el potencial de Nicolás y, más en concreto, la capacidad de La Gorda de las Galaxias para hacer volar la imaginación de los “niños mágicos” del presente, permanece intacta: los hijos e hijas de aquellos que acudieron llevaban bajo el brazo sus cómics de la Gordi.
Un niño, de entre ocho y diez años en concreto, llamado Yago, confesó haber recaído en su lectura después de haberlo dejado en la estantería un par de años. Esperaba, paciente, la firma de su autor, mientras se volvía a perder entre las viñetas del cómic, admitiendo que le estaba gustando más que la primera vez. “Un mundo inocente y, por tanto, salvaje. Sin ningún respeto por la ley, salvo la de no hacer daño a nadie” recordó Nicolás después de confesar algo que se intuye desde el primer trazo: "Esta es mi niñez, en cierto modo", una ficción tan real como esperar que La Gorda de las Galaxias entre por la ventana justo antes de dormir. Porque los tiempos cambian, pero las ficciones persisten. De una u otra manera, pero se mantienen en el imaginario, sobre todo si los tiempos necesitan imágenes alucinadas, poderosas, capaces de resistir la insufrible medianía de los hombres y mujeres de gris.
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