Maria Teresa de Filippis, fallecida el pasado 9 de enero, se convirtió en la primera mujer en pilotar un Fórmula 1.

“El único casco que una mujer debería usar es el que te ponen en la peluquería”. Éste fue el ‘argumento’ por el que la piloto Maria Teresa de Filippis fue excluida del Gran Premio de Francia de 1958, dentro del Mundial de Fórmula 1. El susodicho tuvo que tragarse sus palabras, una a una, cuando la pequeña napolitana, la primera mujer en subirse a un monoplaza, volvió a sentarse a los mandos de un bólido esa temporada, en la que disputó cuatro pruebas.
Esta pionera del mundo del motor y del deporte femenino falleció el pasado 9 de enero a los 89 años edad. Si algo no soportaba la corredora italiana era obedecer los caminos marcados. Las primeras carreras se las ganó a sus hermanos. Por su posición social hubiera podido vivir del patrimonio de su padre, el Conde de Filippis. Éste sucumbió a sus deseos y le compró un Fiat 500, con el que empezó a derrapar y a ganar kilómetros. En su primera carrera –una subida a un monte de Cava de’ Tirreni, en Salerno– terminó en segunda posición. En 1954, con 22 años, ganó su primera carrera.
Después llegó la aventura en la Fórmula 1. Consiguió participar en cinco pruebas en una modalidad vedada para las mujeres hasta que logró ponerse a los mandos de un Maserati 250F. Este mismo vehículo fue pilotado por leyendas como Juan Manuel Fangio o Stirling Moss. El argentino fue uno de sus grandes aliados en la pista. “Usted va demasiado rápido, toma muchos riesgos”, llegó a decirle el pentacampeón mundial, quien no era precisamente un ejemplo de prudencia.
“Con los más grandes nunca tuve problemas. A los más pequeños sí les fastidiaba que les ganase”, dijo en 2006 De Filippis en una entrevista concedida al diario británico The Observer. Tras el debut de Mónaco llegó su mejor posición en un Gran premio. Fue en el circuito belga de Spa, donde finalizó décima. Luego vendrían otras dos participaciones, en Portugal y Monza, pruebas en las que se vio obligada a abandonar por problemas mecánicos.
Su currículum se completó con el GP de Mónaco de 1959, cuando se unió a Jean Behra, quien le fabricó un bólido con motor Porsche en exclusiva para ella. El piloto belga abandonó Ferrari en la previa al Gran Premio de Alemania. La desgracia se cebó con Behra, que perdió la vida en esa prueba al salirse su coche del trazado alemán. Este golpe del destino apartó a la conocida como ‘Signorina F1’ de los circuitos para siempre.
Por aquel entonces en la Fórmula 1 apenas existían medidas de seguridad: los cascos eran prácticamente de cuero, el material ignífugo era una quimera y las ruedas soportaban a duras penas el peso y la velocidad de estos automóviles. La muerte aguardaba en cada curva y los pilotos eran conscientes de ello. “Los coches son mucho más fáciles de conducir que en mi época. Tienen todo tipo de apoyo (...). Yo creo que les falta corazón”, llegó a afirmar De Filippis en 2010 en una entrevista concedida al diario Marca.
El relevo
Tuvo que pasar más de una década para que su compatriota Lella Lombardi tomara el relevo. Participó en 12 carreras entre 1975 y 1976. Consiguió su mejor resultado en Montjuic (Barcelona) al finalizar en sexta posición. Se convirtió así en la primera mujer en puntuar en la historia del Mundial. Después vinieron Divina Galica (1976), Desiré Wilson (1980) y Giovanna Amati (1992), la última mujer en ser piloto oficial de un equipo de Fórmula 1.
Lejos de haberse normalizado la situación, las corredoras han pasado a ocupar un papel secundario como probadoras. Es el caso de Carmen Jordá, piloto de desarrollo de la escudería Renault, firma que acaba de adquirir Lotus. La alcoyana ha sufrido recientemente ataques de otros compañeros de profesión, que han cuestionado su capacidad para conducir un monoplaza. Entre ellos el danés Marco Sorensen, molesto por su renovación con la firma gala: “Ella era 12 segundos más lenta que yo en el simulador, pero, sin embargo, se ha quedado con todas las recompensas”.
Más allá de la Fórmula 1 cabe destacar otros casos como el de Danica Patrick, piloto de Nascar que logró una victoria en las conocidas como IndyCar Series (en abril de 2008, en el circuito japonés de Twin Ring Motegi), la categoría de monoplazas más importante de los Estados Unidos. Otro caso más cercano es el de Laia Sanz, conocida como la reina del desierto, que posee 13 campeonatos del mundial de trial y tres de enduro (en categoría femenina) que le han llevado a batirse el cobre con los mejores pilotos en el Rally Dakar, donde logró una meritoria novena plaza en 2005. Todas ellas han tomado el relevo de Maria de Filippis, pole en la lucha por la igualdad en el mundo del motor.
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