¿Es lícito detener a alguien porque repita consignas de grupos terroristas dentro de una ficción?, ¿se puede programar a alguien para luego detenerlo? Son dos de las preguntas que se hace la autora al hilo del caso de los dos titiriteros encarcelados en Madrid.

La bruja y Don Cristóbal, obra que se representó en el distrito de Tetuán, no era una obra para todos los públicos. Esto lo sabía un niño de siete años que estaba viendo la obra y entre risas pensó: "uy cuando lo vea mi madre".
El cuento de El traje nuevo del emperador de Hans Christian Andersen está más de actualidad que nunca. ¿Cómo es que nadie lo supo ver y lo dijo a tiempo?, ¿a qué dedica su tiempo de trabajo un programador del Ayuntamiento de Madrid?, ¿cuánto cobra?, ¿cuántos estudiantes de Arte Dramático se han licenciado este año que bien podrían haber hecho este trabajo?, ¿cien?, ¿ciento veinte?
La lista de preguntas es interminable. Esos mismos licenciados también podrían haber elaborado un texto de títeres en el que no hubiera tres violaciones cada tres minutos y un aborto auto-infligido con cuchillo de carnicero.
La lista de obras de corte anarquista para niños con claves simbólicas más refinadas y menos burdamente explícitas de las que disponer era también larga: El principito, una buena adaptación de Fuenteovejuna o el mismo cuento de Andersen anteriormente citado.
¿A quién le importa la cultura? ¿Ha de existir bajo el sempiterno yugo de las ideologías?
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Barajo firmemente elaborar un texto de guiñol sobre la que se lió porque un programador estaba hablando por teléfono cuando le pasaron la sinopsis de una mala obra. Al final irrumpiría la Policía a detener a dos titiriteros –análogos a la figura de los comerciantes del célebre cuento del traje del emperador– y el público no sabría si son detenidos por atentado al mal gusto o a los valores fundamentales.
¿Es lícito detener a alguien porque repita consignas de grupos terroristas dentro de una ficción?, ¿se puede programar a alguien para luego detenerlo? Arévalo y Bertín Osborne llevan veinticinco años haciendo chistes homófobos y nadie los detiene, y al fotógrafo de los catálogos de ropa para niños de varias multinacionales habría que abrirle una investigación urgente.
Sin embargo, damos por hecho que Arévalo no va por ahí violentado homosexuales y el fotógrafo del catálogo infantil no es pederasta. ¿De verdad van a mantener a estos dos titiriteros en la cárcel?
Los niños se mueren de risa al ver este gran espectáculo de guiñol que es el mundo de la política y la cultura de este país de cachiporra y miles de pequeños dedos infantiles nos señalan al grito de:
¡MIRAD! ¡ESTÁN DESNUDOS!
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