Almodóvar y las estrellas manchadas de chocolate

Pedro Almodóvar estuvo en el Círculo de Bellas Artes hablando de su cine y su vocación.

26/01/16 · 7:13

Pedro Almodóvar empieza diciendo cómo comenzó todo. Y con todo, queremos decir todo. Desde el principio y como en El Quijote, en un lugar de La Mancha pero “con una gran meada hasta las cortinas”. Desde ahí su imaginación le lleva a otros mundos lejos de Calzada de Calatrava, su pueblo natal, y comienza (tal vez sin saberlo) su obra como narrador detrás de la cámara donde ningún espectador tiene rostro sobre algo que en España nunca había sido contado.

No fue a ninguna escuela de cine porque Franco tuvo la “brillante” idea de cerrarla cuando él llego a Madrid. Su gran venganza fue hacer cine como si el dictador nunca hubiera existido ni hubiera dejado sombras ni huellas represivas. Y así lo hizo. Comenzó un cine distinto realizado en una lengua extranjera nunca antes vista en nuestro país y como “¿Qué he hecho yo para merecer esto?” en la que alguien de provincia se traslada a la gran ciudad, llegó a Madrid durante La Movida o La Movida llegó con él y los suyos. Nunca se sabe. Sus comienzos no fueron fáciles. Empezó a trabajar en Telefónica como ordenanza dedicando todo su tiempo libre a lo más le satisfacía: el cine. Y su primera película fue fruto del tiempo libre que le dejaban las largas jornadas de trabajo y del presupuesto que pudo obtener gracias a la ayuda de amigos. Si hay algún elemento inspirador son las páginas de sucesos que le proporcionan ideas para continuar con la tormenta narrativa, así fue por ejemplo cómo surgió “Tacones lejanos” donde una periodista de informativos se declara a sí misma culpable del crimen que está retransmitiendo. Sin embargo, reconoce que cuando rueda va como en un tren sin frenos y procura, a la manera de Truffaut, que no se salga de las vías: temas sobre la libertad y la autonomía moral así como personajes barrocos y difíciles de sobrevivir (dolientes, extrovertidos, modernos, monjas, amas de casa, olvidados) se representan en la pantalla de Almodóvar como personajes poco virtuosos con los que el espectador mantiene una empatía hasta el final del film.

Al no tener escuela, tampoco tiene ningún método narrativo fijo que no sea “estar despierto y registrar lo que sucede alrededor”

Al no tener escuela, tampoco tiene ningún método narrativo fijo que no sea “estar despierto y registrar lo que sucede alrededor”. La riqueza de la cotidianeidad para Almodóvar nunca es pobre. De cualquier lugar puede surgir una gran historia. Actualmente nos encontramos, dice el director, en un momento político de gran intensidad que no le inspira porque no puede imponerse temas, sino que actúa como una “especie de médium” entre el mundo de las ideas y el resultado final de su trabajo, sin que el contexto político o social se le represente a través de este método.

Pese a lo que los críticos y las academias (que le importan muy poco) les gusta interpretar, Almodóvar no hace política con su trabajo sino fuera de él. De modo que bajo su punto de vista “Entre tinieblas”, “Pepi, Luci, Boom y otras chicas del montón” o “La mala educación” no son películas políticas porque en ningún momento pretendió que guardaran alguna relación con ningún tipo de ideología y declaró que pese a que tenía durante años en mente un film sobre la memoria histórica, fue incapaz de llevarlo acabo. ¿Cómo hacer memoria pura de la imagen pura? ¿Cómo hace memoria la imagen? La clave está en un concepto muy veterano en las tradiciones revolucionarias postmarxistas: el montaje al que Almodóvar dio gran importancia. El montaje es la herramienta, el cerebro se podía decir, con que se piensa la relación entre industria de las imágenes y memoria de la historia.

Su primer contacto con la gran pantalla fue desde lejos y entre tabletas de chocolate. Dentro de ellas, cuenta el cineasta manchego, había cromos saturados de colores vivos y chirriantes, como en tecnicolor (técnica que ha perseguido a lo largo de toda su obra y que caracteriza su estilo), de las grandes divas que adoraba como Ava Gardner o Bette Davis protagonista de “All about Eve”, mal traducida al castellano como “Eva al desnudo” ya que más bien significa “Todo sobre Eva”, influencia que Almodóvar llevará sellada hasta “Todo sobre mi madre” entre otras, como la de Orson Welles, Antonioni, Fellini y en general todo el neorrealismo italiano, aunque ante todo y todos se encuentran Alfred Hitchcock, Bergman, Chabrol o J.P. Melville.

Su única academia reconocida fue la Filmoteca española donde proyectaban todo aquello que él quería ver del cine pop inglés, la nouvelle vague francesa y el cine underground de los 70 procedente, entre otros muchos lugares, de la Warhol’s Factory. Sin embargo, sus “raíces naturales” son Berlanga y todo el nuevo cine español de los 60 donde se encuentran películas como “El verdugo”, “El mundo sigue”, “El extraño” o “La tía Tula”, pero sobre todo Buñuel al que le une su pasión por el subproletariado, los desprotegidos, la falta de costumbrismo, el humor negro y la falsa moral de la burguesía.

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Chavela Vargas y Almodóvar dándose un pico.
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