Música | Fallece el compositor y director de orquesta Pierre Boulez
Hacer audibles fuerzas que no lo son (homenaje a Pierre Boulez)

“No hay oído absoluto, el problema es tener un oído imposible –volver audibles fuerzas que no son audibles por si mismas”, dice el filósofo francés Gilles Deleuze a propósito de la obra de Boulez (1925-2016).

Texto de Belén Quejigo y Carmen Noheda.

08/01/16 · 15:11

No puedo diferenciar las lágrimas de la música.

F.W. Nietzsche

Con Pierre Boulez la música se transforma en la extracción de los afectos e intensidades absolutas, dibuja un paisaje sonoro, un color audible y unos personajes rítmicos. La música (por fin) deja de estar unida al lenguaje para pasar a ser un pedazo de tiempo fugaz, descentrado, huidizo. Es cierto. Los principios estéticos son variables, pero Boulez ha conseguido desplazarlos, deslizarlos, hacerlos estallar como "bulles de temps" a lo largo de su escritura después del estallido de Darmstadt.

Su creación atraviesa la historia musical y la obliga a pasar por un periodo de mutación. Boulez no sólo transgrede lo musical, sino que somete todo material pensable capaz de ser controlado hasta alcanzar un dominio omnipresente en todos los parámetros del lenguaje.

El serialismo integral, en su victoria y derrota, ha roto el curso de la composición musical al permear el pensamiento del siglo XX y XXI, con ideas que explotan y pulverizan el devenir de múltiples corrientes compositivas hasta hoy. Al final ha sido una cuestión de poder.

La construcción de toda esta ideología mesiánica nace del poder que Boulez otorgó a la escritura, una escritura absoluta como punto de referencia para repensar una herencia musical que se esparcía desorientada y desafiante, propagando una querella que el siglo le forzó a asumir.

Los comienzos fueron duros. Boulez mató a Schoenberg, "el mal amado", trazando desde la distancia otros laberintos que atraparon la literatura musical hasta aborrecerla.

Una vez que el orden quedó abolido por oleadas de azar y otros derroteros que se sitúan "al límite del país fértil", se alcanzó la flexibilización de su gesto y sus "nociones comunes" creadas junto a Deleuze, Foucault y otros amigos que (no) son músicos; dando el paso, desde los preámbulos experimentales hasta el tenso intercambio con otras estéticas, su creación queda latente tras ocupar los primeros planos del modernismo musical de posguerra con sus conceptos de "tiempo flotante" y "tiempo no pulsado" haciendo audible una fuerza que por sí misma no lo es, a saber, el propio tiempo, el movimiento y sus intensidades.

"No hay oído absoluto, el problema es tener un oído imposible –volver audibles fuerzas que no son audibles por si mismas", dice el filósofo francés Gilles Deleuze a propósito de la obra de Boulez.

Pero además añade que para poder pensar de otra manera, es necesario hundir desde sus cimientos la manera de concebir el tiempo (lineal) para concebirlo de otras formas.

Frente a su tiempo, su invención se expande como un rizoma que transforma los puntos musicales en líneas, geometrizando las formas, creando infinidad de líneas de fuga, clasificando los métodos hasta dotarlos de perennidad.

El tiempo se sale de sus goznes y ya no rima y deviene –a la manera de Deleuze– en línea recta mostrando que la música puede servir a filósofos y literatos incluso cuando no se trata de filosofía ni de literatura en los límites de una estética puramente moderna.

El apoyo dramático lo consigue a través de sus textos, que dan fuerza al adiós que lanza a un lenguaje considerado insuficiente, abocando sus obras a un contexto histórico que pedía obstinadamente una misma voluntad combinatoria.

Aunque parte de ese poder bouleziano de intensidades absolutas ya se haya esfumado, aún subsiste la fascinación al aceptar una creación transitoria que moldearía la conciencia de una situación histórica proyectada en perspectiva.

Boulez saca las consecuencias del estado del lenguaje en el punto en que se lo encontró y lo retuerce mediante la diferencia y repetición, con una aguda intuición sobre las líneas de fuerza de una época, del estado presente que justifica y organiza ya desde un nivel pre-compositivo.

Tenía horror del pasado, horror del recuerdo. Así, la historia nos devuelve a un Boulez irremplazable.

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