Distintos colectivos del barrio de La Boca, en Buenos Aires, tratan de rescatar el club de sus amores de la deriva elitista impulsada por el actual presidente del país, Mauricio Macri.

El proyecto de ley es –o era– el 2462-D-2014. El legislador: Oscar Moscariello. La intención: una recalificación. El objeto: unos terrenos en la Casa Amarilla en el barrio de La Boca. Lo que hay detrás: un negocio millonario. Lo que hay delante: los vecinos del barrio. Lo que está en juego: unas viviendas para ellos. Lo que se puede perder: la viabilidad económica del club Boca Juniors. Lo que se puede ganar:
—Aquí no va a salir ganando nadie, sólo las constructoras que realicen la obra del nuevo estadio–, dice Claudio Osvaldo.
El día es el 1 de noviembre; la línea de metro, la D, en Buenos Aires; las paradas: Palermo, Scalabrini Ortiz, Pueyrredon… donde van subiéndose los hinchas que llenan gradualmente el vagón a medida que avanza. El objetivo: inundar el Obelisco. El motivo: un gol de Monzón en el minuto 41 y que daba la victoria a Boca Juniors ante Tigre. La consecuencia: Boca Juniors campeón del torneo local.
—Y el éxito parece que tapa todo lo demás, ¿viste?–, dice Claudio Osvaldo.
Claudio es miembro de la asociación Boca es Nuestro, un grupo que lucha por la recuperación de la identidad boquense, algo que aseguran que se ha perdido desde que Mauricio Macri –recientemente elegido nuevo presidente de la república– accediera a la presidencia del club en el año 1995. Claudio lamenta la progresiva exclusión del barrio por parte del club Boca Juniors y se muestra desesperanzado tras la victoria de la candidatura oficialista –de Daniel Angelici– en las pasadas elecciones del 6 de diciembre para la dirección del club. Considera que Angelici sigue la doctrina de Macri, de quien dicen sus detractores dio la espalda al barrio que vio nacer al club.
“Cuando llegué a la presidencia de Boca, tuve que cambiar la imagen del club. Ahora, es fashion”, dijo Macri
Los hinchas entraban en los vagones, haciendo el tumulto cada vez mayor, cantando y haciendo temblar el aire; saltando y haciendo temblar el suelo, que se zarandeaba al ritmo de los cánticos. Hasta llegar al Obelisco, donde esperaban los demás. Se calcula que los demás eran unos mil hinchas; subidos en el monumento, en los semáforos, en los contenedores, en los hombros de un amigo, de una amiga, de un padre, que asistieron a celebrar el triunfo de Boca. El primero en cuatro años. Y las banderas amarillas y azules colonizaron el microcentro, junto a los cánticos.
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Soy del barrio de La Boca y siempre te voy a seguir en las malas a todas partes, las buenas ya van a venir. No somos como la academia...
Porque dejando a un lado el éxito, ésta es sobre todo una historia sobre el barrio de La Boca.
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“Está dejando de lado al barrio”. Matías, de 22 años, de dos metros de altura y de corpulencia similar a la de un jugador de baloncesto, me narra por qué se hizo militante de Boca es Pueblo, una organización parecida a Boca es Nuestro y que se diferencia en la edad y en la metodología a la hora de conseguir el mismo objetivo: eliminar el macrismo del club. Unos –Boca es Pueblo– lo hacen desde el ímpetu juvenil y combativo en las calles, los otros –Boca es Nuestro– lo hacen también desde la calle, pero confiando en la burocracia y los procesos democráticos del club.
El cambio en Boca ha sido algo gradual. El proyecto macrista comenzó eliminando asientos populares para crear 32 palcos VIP. Maradona, por ejemplo, pudo así asegurarse en 1996 ver cada partido de Boca Juniors durante diez años en un palco sin mojarse (palco cubierto), fresquito (aire acondicionado), tomando una cervecita fría (frigobar) y viendo los replays en una pantalla (televisor) junto a su familia (capacidad para seis personas). Todo por 305.000 dólares.
El proyecto de Macri continuó subiendo la cuota social un 25%. De golpe. Luego impuso un aval del 20% –actualmente es del 5% por imposición judicial, unos seis o siete millones de dólares– para que cualquier persona que quisiese acceder a la Comisión Directiva del club tuviera detrás una fortuna con la que responder en caso de perjuicio a la institución.
Macri, a partir de 2002, también ordenó construir plateas –entradas más enfocadas para turistas– reemplazando una parte del sector popular, por lo que los hinchas populares comenzaron a tener menos lugar en la cancha de Boca, algo que todavía se acentuó más con la continua subida de los abonos, un 1029% –el doble que la inflación– mientras que el aumento de los salarios fue de un 771%, según el Indec.
Sólo existe una opción para entrar al estadio –excluyendo los paquetes turísticos y los compromisos del club–, que es hacerse socio adherente. El precio es menor, un 50% menos, pero nadie te garantiza que puedas acceder a ver el partido ya que sólo ponen a la venta entre 3.000 y 5.000 entradas para un colectivo de 100.000 personas. Además, sólo se podrá ser socio adherente si dispones de una tarjeta de crédito, algo que muchos hinchas del barrio de La Boca no tienen.
Normalmente los hechos dicen más que las palabras. Pero llega Macri y, en 2005, en una convención de economistas, dice: “Cuando llegué a la presidencia de Boca, tuve que cambiar la imagen del club, que se relacionaba con lo sucio y lo oloroso del barrio. Ahora, Boca es un club fashion”. Y entonces se demuestra que hay veces que las palabras aniquilan las dudas que sobreviven a los hechos.
Desde 2011 el presidente es Angelici, y lo seguirá siendo al menos durante otros cuatro años gracias a su reelección el pasado domingo 6 de diciembre. Angelici prometió en la campaña electoral más inversión en el ámbito social del club, pero ni Mati, de Boca es Pueblo, ni Claudio Osvaldo, de Boca es Nuestro, lo creen.
— ¿Cómo podemos creerlo? Mira, creo que éste es un buen ejemplo de lo que te quiero decir […]– y Claudio me remite a la historia de “Pancita Llena Corazón Contento”, la historia del comedor comunitario que hay en la acera de enfrente del estadio– […] hacen una labor importantísima en el barrio y jamás nadie del club ha ido a ver qué necesitaban—, dice Claudio.
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Y es que los niños del comedor vienen de familias pobres. La Boca es un barrio pobre, olvidado. Hay un cartel colgado entre dos farolas de la calle Palos con Brandsen que, a 10 de noviembre, publicita un evento del 20 de septiembre.
“Qué bonito es La Boca”, dicen algunos turistas en la web Tripadvisor. “Un barrio muy bohemio, muy pintoresco y colorido”, dice otro. Son ésos que van a Caminito en autobús, pasan el domingo allí, y vuelven en autobús. Jamás verán que el paseo turístico de Caminito es una quimera que esconde la auténtica realidad de La Boca. Pavimentos levantados, pobreza, fracaso escolar, un creciente coqueteo de los pibes con las drogas y un problema habitacional que deja a cerca de un 20% de su población viviendo en corralas degradadas, son algunos de los conflictos más visibles del barrio. Ocasionalmente, algunos de estos conventillos acaban siendo quemados. Por un cortocircuito, dicen las versiones oficiales. Por una mano negra que provoca el fuego, dicen los más desconfiados.
Porque Mauricio Macri, el mismo que comenzó el proceso de exclusión del club cuando era presidente, fue gobernador de la ciudad cuando dejó de presidir Boca Juniors. Y uno de sus proyectos era ampliar Puerto Madero, un barrio rico y exclusivo que necesita expandirse, y el plan es que lo hiciera en La Boca: en los terrenos de los conventillos y de las casas humildes, que desaparecen de la noche a la mañana bajo un resplandor en el cielo. “Siempre es más fácil echar a los pobres por culpa de un incendio accidental que por un desalojo, que tiene la resistencia de los vecinos”, dice Mati.
El especialista en diseño y gestión de programas sociales Tomás Alejandro Guevara señala en un artículo sobre la emergencia habitacional de La Boca que “los procesos de renovación no están orientados per se al mejoramiento de las condiciones de vida de la población preexistente, y suelen promover procesos de valorización de submercados inmobiliarios y la expulsión de los residentes más vulnerables”.
Es una afirmación que no está muy alejada de la realidad, ya que el club declara en 2014 que quiere construir un nuevo estadio en el predio de Casa Amarilla, en La Boca, unos terrenos que al principio de toda esta historia estaban destinados para construir viviendas sociales.
El proyecto de ley para hacerlo es –o fue– el 2462-D-2014; el legislador: Oscar Moscariello, vicepresidente de Angelici, el cual es camarada de Macri, que hasta el 22 de noviembre fue gobernador de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y, desde entonces, presidente de Argentina.
El proyecto fue tumbado por presión popular en el mismo año 2014. Pero ahora Angelici volverá al ataque con el nuevo estadio al ser reelegido en las elecciones del pasado 6 de diciembre. Y con el partido de Macri teniendo el poder en Capital Federal, en la Provincia de Buenos Aires y en la nación Argentina, parece muy posible que pueda al fin conseguirlo.
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