La Zaranda, la compañía teatral más longeva en la escena española, presenta nuevo montaje, 'El grito en el cielo'. Ocasión inmejorable para conversar largo y tendido con dos de sus pilares.
Dijo un viejo filósofo que la belleza para que sea belleza ha de responder a una experiencia desinteresada. Sin afán de posesión, sin afán de satisfacer alguna necesidad vital, sin afán de vender ni de comprar.
¿Qué queda hoy en día que no se venda ni se compre? Nada, responderá algún cínico. Sin embargo, a diario nuestra búsqueda es incesante y en el alambique de la vida, si somos afortunados, aún podremos destilar algunas gotas de luz.
Sirva como ejemplo La Zaranda, compañía de teatro que lleva casi cuarenta años persiguiéndola y que, aun sabiendo de su carácter efímero e intermitente, la apresan por momentos desde su teatro sagrado.
Hoy estrenan en Barcelona su última obra, El grito en el cielo. Me acerco a su director y a su dramaturgo con la emoción humilde del neófito que busca impregnarse de un poco de su resplandor.
Dos vías, dicen los místicos, conducen a la iluminación: la meditación, de carácter racional y la contemplación, de carácter intuitivo. Su última obra trata sobre ancianos en un geriátrico y La Zaranda, con más de 37 años de trayectoria, es longeva entre todas las compañías. La ocasión invita a echar la vista atrás. Meditemos, entonces.
Vuestros personajes siempre son marginales y decadentes pero en los últimos montajes además son explícitamente ancianos (Nadie lo puede creer, El régimen del pienso y vuestra última obra El grito en el cielo). ¿Os interesa últimamente el tema de la vejez de una manera particular? ¿Por qué?
Paco el de La Zaranda.- Te voy a contestar a la primera pregunta. Yo no creo que los personajes de La Zaranda sean decadentes para nada. Por una sencilla razón: los personajes existen en la conciencia de los que en ese momento los está mirando y el espectador decidirá si son decadentes o no.
Tendría que decir que sí hemos creado siempre unos personajes en el abismo que los ha puesto la vida, en una tesitura muy fuera de lo común y eso es lo que de alguna manera los ha hecho grandes. Quizás son unos personajes que no han tenido voz en la vida normal pero conservan su fuerza y su grandeza.
"El teatro es un reflejo de la sociedad. Lo que puede contemplarse en la sociedad en estos tiempos son altos niveles de decrepitud"
Eusebio Calonge.- Nuestros personajes se establecen en un espacio metafórico. El teatro es un reflejo de la sociedad. Lo que puede contemplarse en la sociedad en estos tiempos son altos niveles de decrepitud. Consecuencia de haber hecho de Cronos el único dios que habita el cielo y quizás eso también se refleja. También creo que nosotros vamos cumpliendo físicamente ciertas edades y eso tiene una consecuencia natural en nuestro teatro.
¿Qué significa hacerse viejo en una sociedad como la nuestra? ¿Cómo sería envejecer en una sociedad que no rinde culto permanente a la juventud? ¿Sería de igual manera un tránsito prescindible?
Eusebio Calonge.- Yo creo que hoy en día la vejez es un tabú y se sostiene mientras sigas siendo un consumidor de medicamentos. La vejez sería el último estadio de un mecanismo visto como un sistema productor sin más sentido que pasar el último trámite. Yo creo que nos hemos convertido en máquinas diseñadas para el placer, para las que envejecer no tiene ningún sentido. Hemos perdido el valor de la sabiduría, del conocimiento, de la experiencia; todo eso que conllevaba hacerse mayor.
Una sociedad que rinde culto a la juventud es una sociedad enfocada al comercio, no una juventud con impulsos vitales, renovadores del mundo sino una juventud que consume y que experimenta una mera agitación epidérmica sin profundidad.
¿Y qué encanto podría tener la vejez si estuviéramos amparados por otras instituciones o en otro contexto?
Paco el de La Zaranda.- Pues el que ha tenido siempre. Yo creo que la vejez ha sido siempre sinónimo de sabiduría y lo que Eusebio dice sobre la juventud es totalmente cierto. Una juventud sana es una juventud que escucha al anciano. Lo que pasa es que al anciano lo han vuelto tan tonto, idiota y manipulado que se ha quedado sin nada que decir. Yo creo que ya no hay ni ancianos ni jóvenes; hay una maquinaria que hace que el consumo sea uno determinado a los sesenta años y otro a los veinticinco.
Ustedes siguen llenando teatros, ¿cuál es el secreto para hacerse mayor y no quedarse obsoleto en el arte?
Eusebio Calonge.- Hay una frase que dice: si quieres ser actual, habla desde la eternidad. Yo creo que ese es el secreto. La Zaranda siempre ha tratado temas eternos. Un teatro obsoleto no intenta reflejar los espejismos de una sociedad que es cambiante en un sentido de modas, en un sentido poco profundo. Nosotros hemos tratado de tocar temas que inquietan al alma del hombre.
Las preguntas radicales: ¿Para qué sirve todo esto? ¿Qué sentido tiene la vida? Yo creo que seguir ampliando esa pregunta, el seguir insistiendo en esas preguntas es lo que nos ha hecho viejos- en el buen sentido de la palabra- en este oficio. El secreto es mantener vivas las preguntas.
Paco el de La Zaranda.- No perder la capacidad de asombro. No perder esa capacidad de maravillarte y en el arte es igual. El secreto es tener todos los días una pregunta nueva.
Llevan 37 años haciendo teatro, si no me equivoco.
Eusebio Calonge.- Da un poco de vértigo.
Poseen el privilegio de la perspectiva. ¿Qué diferencias encuentran entre el panorama teatral español de 1978 y el de 2015?
Eusebio Calonge.- Para empezar, la sociedad ha sufrido un gran cambio en cuanto a infraestructuras técnicas y en el teatro ha tenido sus consecuencias. Quizás la sociedad de 1978 era una sociedad con una esperanza distinta. Yo creo que ahora hemos llegado a establecer en el teatro unos niveles de cobertura del ocio y entretenimiento que en aquel momento no eran requeridos. Se apuntaba hacia otra cosa. Los cambios son tantos que verdaderamente es una pregunta difícil.
"La gente del teatro independiente ocupó poltronas de poder y poco a poco todo fue degenerando en lo que ahora es"Paco el de La Zaranda.- El teatro es siempre el pulso de la sociedad. En aquella época, cuando nosotros comenzábamos, se vivía una época de enorme esperanza, de cambio, de confianza en la transición española. Hubo un teatro que se llamaba independiente, el cual desapareció. La gente del teatro independiente ocupó poltronas de poder y poco a poco todo fue degenerando en lo que ahora es.
EusebioCalonge.- En aquel entonces había un resurgir de compañías y ahora hay un exterminio. Nosotros somos mirlos blancos. Seguimos resistiendo pero cuando digo resistencia no me refiero a tener o no tener subvenciones, me refiero resistir a un consumo de teatro que se crea desde las taquillas, desde el estado. Creo que las compañías han sido exterminadas según la política que se está haciendo. El teatro está siendo prácticamente desintegrado en las caras famosas, en lo de siempre.
¿Creen que el buen teatro es requerido por el público o que al imponerse los contenidos y los productos teatrales, el público está confundido y no sabe lo que requiere?
Eusebio Calonge.- El público se mantiene al margen de todo. No se pone en comunicación con su espíritu. Hay una verdadera carencia espiritual. Para eso trabaja esa maquinaria siniestra a la que venimos aludiendo. Al alejar al ser humano de ese sentido trascendente se pierde el sentido del arte, del teatro y de todo. Lo único que se establecen son medidas de entretenimiento en el que venir al teatro podría ser equiparable a venir al…
¿Parque de atracciones?
Eusebio Calonge.- Al parque de atracciones o al fútbol o a ver la tele o a leer un bestseller. El nivel cultural del papel satinado y lo que establece lo mayoritario realmente hace que el público haya quedado fuera. Nosotros estamos a la captura de un público bien orientado. Siempre decimos que no tenemos a todo el público del mundo pero tenemos al mejor, al que busca que el teatro sea algo más que un entretenimiento, algo más que una prolongación de la televisión.
Una ceremonia de alguna manera…
Eusebio Calonge.- Claro, de alguna manera.
En una entrevista contaron que durante estos 37 años cada obra les parecía la última y que pensaban que iban a tener que dedicarse a otra cosa. Decían también que debido a esta circunstancia lo acababan dando todo y eso parecía hacer que el montaje funcionara. ¿Crear siempre duele? ¿Siempre conlleva un riesgo?
Paco el de la Zaranda.- Siempre duele y si no duele no puedes crear. Lo que pasa es que el dolor tiene matices. Siempre tienes que creer que no sólo será la última obra sino también la última función porque si no lo das todo en lo que estás haciendo y dejas algo para mañana, el mañana… ¿Qué es el mañana? Yo creo que se vive el teatro apasionadamente y con toda la intensidad para lo bueno y para lo malo también porque todo en el teatro no es bueno o no llegas al público. Decía Chejov: si quieres hacer teatro coge tu cruz. Vivir es llevar la cruz y hacer teatro también.
Eusebio Calonge.- El dolor en la creación es lo que te da trascendencia. Es lo que hace que las raíces vayan más allá de lo material. El dolor es lo que pone en comunicación alma y cuerpo y todo eso se necesita para que eso esté vivo. No te puedes proyectar en el futuro ¿habrá más funciones? Porque esa energía es la que se necesita para esa función presente. Hay niveles que con el tiempo se superan porque hay un momento que ya tienes unos registros emocionales que no te hace falta para crear de nuevo.
Ustedes siempre hablan de que la vanidad del autor, del escenógrafo, de los actores e incluso la del público tiene que desaparecer para que la ceremonia del teatro tenga lugar pero si echan la vista atrás y contemplan el trabajo de casi cuatro décadas ¿Se permiten el pecado venial del orgullo? ¿Están satisfechos?
Eusebio Calonge.- El orgullo que tenemos es que hemos trabajado para el teatro que es más grande que nosotros y que La Zaranda. Hemos sido transmisores de algo grande que nos precede desde hace siglos y hemos trabajado con honradez. No hemos trabajado para el dinero, no hemos trabajado para el poder, no nos hemos vendido y de eso estamos orgullosos. Otra cosa es la vanidad de creerse algo superior, ya te digo que con toda humildad hemos trabajado mucho persiguiendo siempre comunicar y transmitir. Yo creo que lo importante es el teatro y esa llama la recoge mucha gente joven. Eso es lo importante.
Su teatro es profundamente poético y ritual. ¿Hay asuntos o espacios que rechacen como no teatrales o poco teatrales? ¿Qué es lo inverosímil para La Zaranda? ¿O en principio todo es susceptible de ser teatralizado?
Paco el de La Zaranda.- Todo lo que puedes convertir en sagrado es teatral. Todo lo que no puedes convertir en sagrado no lo es.
¿Y qué no es sagrado?
Eusebio Calonge.- La banalidad, la superficialidad, los niveles de agitación epidérmica que ahora confundimos con la emoción, la vulgaridad. Ahora se trabaja desde niveles estéticos y nosotros preferimos trabajar desde niveles poéticos. Ahí donde está la poética no se necesita la estética. Yo estoy de acuerdo con Paco, de lo que no se puede hacer teatro es de aquello que ensucia la emoción de vivir.
¿Por qué desde finales del XIX se habla de la crisis del teatro español? ¿Por qué el teatro siempre parece a punto de morir?
Eusebio Calonge.- Habría que matizar esta pregunta. Lo de la crisis del teatro es una crisis que refleja la crisis de pensamiento. Esta idea está presente en el teatro de Beckett. Luego está la famosa pregunta: después de Austchwitz ¿Tiene el arte? No sé. Centrándonos en España yo creo que hubo una vanguardia que trabajó para la captura del público que no estaba lleno de enfant terrible: Carlos Muñiz, Martín Recuerda, García Pintado y muchos autores con un gran valor que no recordamos. Somos capaces de tener en la cartelera quinientos Mamet y no tener ninguno de estos autores que fueron buenos.
(Esto nos hizo recordar las piezas de estos autores. Piezas en un acto censuradas por el régimen franquista con títulos tan sugerentes como Laxante para todos, El bebé furioso, Las planchadoras, Las hermanas de Búfalo Bill, y tantas otras. Estas obras son auténticas reliquias expresionistas, piezas políticas, verdadero teatro revolucionario y convenimos que programar esto en el CDN sería una auténtica celebración de la democracia y no la serie de obras que se programaron el pasado invierno contra el fantasma de un régimen totalitario populista que solo habitó en las cabezas de sus programadores. Esto, para ser justos, lo pienso yo. Ellos no me lo dicen. En ese momento caigo en la cuenta de que el Teatro Romea, en el que hacemos la entrevista y se estrena El grito en el cielo, es el mismo en el que Alberto Miralles organizó en 1970 un Ciclo de Teatro Español Actual que fue interrumpido durante ese mismo año).
Como ustedes mismos afirman en Sudamérica el teatro sigue vivo, se necesita. ¿Por qué la sociedad latinoamericana necesita del teatro? ¿En qué se diferencia de la española?
Eusebio Calonge.- El teatro español ha tenido esa pulsión de gente que ha querido hacer cosas que no se recuerdan, que no se valoran, que no se rescatan. Tenemos un sentido de la tradición nefasto. Confundimos lo estéril del costumbrismo con esa columna vertebral que nos precede. En América cuando nosotros empezábamos el público y el contexto social era muy distinto. Se iba con mucho más ímpetu y había más maestros.
Con la globalización se ha ido perdiendo mucho, ha sido como una apisonadora. Nosotros tenemos grandes amigos en Argentina. Quizás sea el país en el que más público tenemos. En Argentina también hay un gran teatro comercial que colma todo pero también hay pequeños caminos en los que compañías se la juegan como nosotros aquí.
Paco el de La Zaranda.- Hay mucho teatro allá y cuando hay mucho, algo bueno siempre hay.
Eusebio Calonge.- Hay también más necesidad de comunicar por el sistema represivo que han vivido y el teatro era como un respirar. Respirar, hacer teatro en lugares como Colombia costaba la vida, sin duda hay más interés allá pero empieza a suceder lo mismo que aquí. El público se va alejando de las preguntas trascendentes. Por desgracia somos cada vez todos más parecidos. En Europa ocurre lo mismo: supuestas vanguardias completamente subvencionadas estatalmente.
¿Han visto algo últimamente que hay merecido la pena?
Eusebio Calonge.- Yo siempre cito a Los Cordero, que hacen un trabajo sensacional. En Argentina, Ricardo Bartís y seguramente haya gente joven que esté haciendo cosas interesantes ahora que por falta de tiempo no he podido ver.
Como ustedes mismos afirman, sus montajes participan de lo trascendente, poniendo un espejo a una sociedad que se ha dejado de preguntar sobre los grandes misterios de la existencia. ¿Creen que una sociedad laica como la nuestra puede convivir con la experiencia de lo sagrado? ¿Puede haber un término medio ¿O son dos conceptos antagónicos?
Eusebio Calonge.- Yo no creo que sean antagónicos. Lo espiritual es una necesidad en el hombre, otra cosa es lo que hace el hombre con esa necesidad, qué hace el poder con esa necesidad pero sacralizamos continuamente; por ejemplo, los jugadores de fútbol han ocupado el hueco que han dejado los dioses. Es decir, esa necesidad de lo sacro siempre la vamos a tener. Esa necesidad se puede cubrir con cualquier porquería.
Pasa como con la comida, como no comemos cosas naturales llenamos ese hueco con cualquier cosa pero es una necesidad en el ser humano. Lo trascendente nos puede llegar del arte en los niveles contemplativos, en un cuadro. Se establece una comunicación que ya nos lleva unos segundo a estar en otra parte. No creo que sea incompatible.
Sus obras son profundamente españolas. Se pueden rastrear en ellas ecos de Valle-Inclán, de Goya, de Galdós, de la chirigota andaluza pero no solo son comprendidos y celebrados aquí también viajan por Latinoamérica o por Estados Unidos. ¿Qué parte de nuestra idiosincrasia y de nuestra cultura conecta con otras culturas?
Eusebio Calonge.- El pueblo español es muy trágico y muy bruto. Tiene lo mejor y lo peor. Por ejemplo en la pintura, ese eco intenso de sangre y de muerte siempre presente debe de ser muy llamativo para otras culturas, pero esto que comentas no es buscado; uno es lo que es y ya está y sus referentes más inmediatos son esos que nombras.
Paco el de La Zaranda.- Hace muchísimos años, cuando vino Kantor a España, yo lo vi en polaco y no entendí nada.
¿Está hablando de La clase muerta?
Paco el de La Zaranda.- Sí, La clase muerta. Yo sabía muy poco sobre la historia de Polonia pero me quedé impresionado e impactado. Cuando el teatro se eleva a la categoría de arte, que no todo el teatro lo hace, no se puede explicar. El arte no se puede explicar con palabras.
Es un misterio.
Paco el de La Zaranda.- Claro, y entonces cuando se da, por diferente que sea la cultura no importan las diferencias. La gente lo capta y lo siente. Ése es el lenguaje que le pido al teatro. El resto son estudios que los teóricos hacen de nosotros. Evidentemente en tantos años hemos ido aprendiendo y eso también se refleja en nuestras obras. Hoy sé que el teatro tiene la misión de perseguir la belleza y la belleza... ¿De dónde es? ¿Española, francesa o de dónde?
Eusebio Calonge.- Quiero incidir en una cosa que me parece interesante: hay un arte español muy denostado y una búsqueda de influencias en contextos muy diferentes al nuestro. Por ejemplo, contextos anglosajones que no tienen nada que ver con el nuestro por descafeinados y por estar tratados por el poder para que eso se dé.
"En España somos absolutamente cainitas y eso, por desgracia, va desapareciendo del arte porque se ha sometido a conceptos de venta anglosajones"
El pueblo español tiene una fuerza y una brutalidad natural en nuestra sangre, en nuestro modo de ser. Nosotros somos absolutamente
cainitas y eso, por desgracia, va desapareciendo del arte porque se ha sometido a conceptos de venta anglosajones.
¿Políticamente correctos?
Eusebio Calonge.- Claro, claro. Y cuando parecen más críticos no es sino la crítica que viene impuesta desde el mundo anglosajón. Por lo cual vamos perdiendo la tradición de la sangre, nuestra identidad. Hablar de esto es muy poco políticamente correcto. Valle- Inclán tiene una fuerza que autores anglosajones no tendrán jamás.
Valle- Inclán se estudia sin embargo como un autor preferentemente europeo en las universidades y se obvia que es profundamente español ¿no lo piensa así?
Eusebio Calonge.- Exactamente. Entonces la gente a veces hace teatro con estas influencias anglosajonas que no tienen la vitalidad ya no de Valle, tampoco de autores menores de aquí. Es lo que uno echa de menos, en ocasiones, en la gente joven que hace teatro. Nos quedamos en conflictos muy pobres cuando tenemos el mundo del retablo, de la imaginería para construir espacios. Ese mundo sigue vivo porque está aquí. Para llegar al estadio de la belleza tienes que conectar con lo que tenemos aquí y desde donde viene porque hoy partimos de que todo es igual.
Paco el de La Zaranda.- No se puede olvidar de dónde venimos. La raíz. Yo me emocioné mucho porque vino a vernos una nieta de Solana y ella lloraba porque había visto los cuadros de su abuelo en movimiento.
¿Qué montaje era?
Paco el de La Zaranda.-Homenaje a los malditos.
Eusebio Calonge.- No es que creamos que el escenario es una extensión de lo museístico pero nos hemos impregnado de los cuadros de Solana. Del color por ejemplo. El colorido de Nadie lo puede creer era solanesco. Me interesa la textura del color para escribir. No sólo la imagen sino la textura en esos niveles contemplativos. El uso de esas influencias va quedando en ti, para eso están los maestros.
Cuando yo vi que Kantor hablaba del retablo de Cracovia que era lo que le había sugerido ciertas escenas, entonces pensé en mi pueblo. En mi pueblo hay un retablo de Martínez Montañés que es tremendamente horrible. Es un cuadro en el que se escapan todos los demonios ¿Tú sabes lo que se experimenta cuando lo primero que ves en una iglesia es un cuadro en el que se escapan a todos los demonios?
Terrorífico.
Paco el de La Zaranda.- Sí, terrorífico.
Eusebio Calonge.- Mucho más vanguardista que a lo que podemos acceder ahora desde tanto escándalo premeditado. Al teatro le hace falta ahora mismo la pulsión de encontrar la sangre. No hay sangre. Es todo un diseño para ver en qué festival de Europa encajo. Eso es siempre lo que le digo a la gente joven: las ganas de hacer teatro tienen que surgir sobre la necesidad brutal de desparramarse sobre el escenario. No como resultado del diseño de una estrategia de mercado.
En tiempos en los que hablar de cultura significa hablar del IVA, de tantos por cientos, de recortes, de mecenazgo, ¿qué significa para la Zaranda la cultura?
Eusebio Calonge.- Ahora tendría yo que pensar al hilo de lo que vamos concluyendo. Yo creo que el teatro tiene que quedar al margen de la cultura entronizada por los manejos de poder y por todos esos porcentajes. Me parece una estrategia que protestemos contra el IVA. ¿De qué si ya no hay bolos? No hay bolos. Han hecho que enfoquemos la protesta hacia eso cuando la protesta no es ésa. La protesta es: ¿Qué espacio tiene el teatro de verdad? Espacios estatalizados o espacios comerciales y el teatro que no juega ni a una cosa ni a otra ¿Qué espacio tiene? Ninguno. Ésa es la protesta.
Lo otro está encauzado para que vayamos a coro a decir el IVA, aunque es cierto y ahora pagamos una desmesura, pero no es el problema de fondo. El problema de fondo va mucho más allá de eso. El mundo de la cultura dicho así cada vez me interesa menos porque me resulta absolutamente manipulable. Como decía Kantor: yo lo que quiero tener es una barraca de feria. Me parece ya que el teatro es como el carretón del tonto de Divinas palabras de Valle-Inclán. Quizás todo esto resulte escandaloso pero creo que el teatro antes que nada se tiene que encontrar con el teatro.
Paco el de La Zaranda.- Después ya veremos si es cultura o no es cultura o qué es cultura hoy día.
Eusebio Calonge.- La cultura tiene sentido cuando es lo que nos han dejado los que vienen detrás y que uno intenta dignamente mantener. El resto son cosas que se imponen desde las tendencias, como dicen hoy día.
Su teatro es inspirador y tan atemporal que siempre resulta actual, ¿qué legado, qué consejo desde la autoridad que les inviste la experiencia de los años, darían a la gente más joven que recién se apasiona con el teatro?
Paco el de La Zaranda.- El teatro nos trasciende, también tiene que decirnos qué quiere él.
Pues ya está muchas gracias.
Paco el de La Zaranda.- Pues ya hemos hablado un rato.
Prendida del último pensamiento, apago la grabadora desorientada. Me invitan a comer con ellos en una tasca de Barcelona. Al salir, me despido quizás demasiado efusiva, como si los conociera de hace mucho. Es el vino y la emoción. De camino al teatro para ver El grito en el cielo, experimento la alegre inquietud de quien no sabe si ha cumplido su cometido pero que cuenta con la certeza de haberse llevado un regalo que no puede ser relatado en toda su exactitud. Como dijo un poeta: "Cosas que es bueno callar, como bueno era hablar de ellas en el sitio en el que nos encontrábamos".
Sobran las palabras, que diría el maestro.
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