Con aguacero

La democracia entre desiguales es un tablero inclinado, un juego con las cartas mal repartidas, una pista de atletismo sin corrección de puestos. Tal vez ni siquiera se puede ganar o sólo se pueda aceptando, de momento, poderes espurios y perpetuar las trampas.

20/10/15 · 19:35
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Las elecciones serán casi en invierno y es probable que, en muchos lugares, llueva. Serán, como siempre, en domingo, ahora que ya los domingos se parecen a los martes y a los jueves. Entre tanto, habremos comprobado de nuevo que en las democracias occidentales los principios se aparcan a la entrada de los platós.

¿Para qué sirve un principio? Para orientarse. Es sabido que mucha gente ha muerto a causa de sus principios, y también que otras personas han matado por ellos. Cierto, cierto. Claro que casi nunca se cuenta que mucha más gente ha padecido y muerto a causa de una civilización que no tiene principios o bien que los emplea como adorno.

Las elecciones serán casi en invierno y poco antes todos los líderes de los partidos nacionales y todos los directores de los periódicos (no es masculino genérico –decid, lingüistas, ¿con qué clase de economía del lenguaje se puede indicar esto?–) escribirán artículos o harán discursos sobre la importancia de votar: se vote lo que se vote, lo importante es participar.

Pero hasta una criatura de cinco años sabe que los adultos mienten, lo importante es ganar mientras no cambien las reglas y se demuestre lo contrario.

La democracia entre desiguales es un tablero inclinado, un juego con las cartas mal repartidas, una pista de atletismo sin corrección de puestos. Tal vez ni siquiera se puede ganar o sólo se pueda aceptando, de momento, poderes espurios y perpetuar las trampas.

Las elecciones serán, quizá, con aguacero, y habrá quien piense en Tsipras, o en las repugnantes declaraciones sobre Chile de Felipe González, o en Allende.

Otras personas, aunque en principio parezca que no tiene relación, pensaremos en gentes a quienes conocimos, algunas siguen por aquí, otras se fueron.

Pensaremos en ellas porque han vivido a ras del tiempo, casi tocándolo, empeñadas en saber que "la lluvia nunca vuelve hacia arriba", realizando en los pocos o muchos años que les fueron concedidos, lo que otras con parecidas oportunidades y el doble de vida no harán nunca: "El tiempo corre y luego es ave perdida... y nadie sabe si esta vez es la vez... y hay una sombra en los que buscan guarida".

¿Cómo sería un país en el que cada voto o cada rechazo a votar se guíe también, precisamente, por la idea de no buscar guarida, a no ser para quienes padecen el frío real de la intemperie?

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