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El fin del hombre protector

El drama matrimonial 'Fuerza mayor' reflexiona sobre la relación de dependencia establecida con las convenciones sociales... y con las falsas seguridades que éstas otorgan.

24/10/15 · 8:00
Edición impresa

Recuperado en soportes DVD y Blu-ray después de un razonablemente exitoso paso por las salas cinematográficas, Fuerza mayor es un filme que telegrafía sus intenciones desde el inicio.

En una estación de esquí, un fotógrafo del lugar se ofrece para retratar a una familia. El profesional de las imágenes toma el control de la escena, indicando qué gestos deben hacer los retratados para que las instantáneas proyecten la felicidad suficiente.

Con esta escena inicial, el cineasta sueco Ruben Östlund (Play) deja claro que partirá de una familia, sobre todo de un matrimonio, para explorar la relación entre las convenciones y la realidad.

Ahí caben los posados de felicidad grupal o las pequeñas escenificaciones cotidianas derivadas de la asunción de roles. La relación matrimonial se resquebraja a partir de una escena de crisis.

El marido, Tomas, huye ante el riesgo sólo aparente de una avalancha, dejando atrás a su pareja y a sus hijos. La mujer, Ebba, no puede dejar de pensar en ello, pero Tomas niega absurdamente su reacción instintiva ante el miedo. Su discurso autoapologético incluye todo tipo de insinuaciones: ella guarda un recuerdo distorsionado... e incluso bebe demasiado.

A partir de ahí, se deshilacha el orden familiar establecido, entre medidas y contramedidas de afirmación de la soberanía individual. Quizá el conflicto podría haberse cerrado con una autocrítica sincera, o quizá la caída del mito del pater familias protector es un problema insuperable.

Östlund nos deja con la duda porque escoge otro camino: el de un protagonista masculino irredimible en su infantilismo, que busca tranquilizar su virilidad herida mediante la ocultación.

Por tanto, Fuerza mayor no parece la historia melancólica y autocomplaciente de un hombre que no ha sabido ser héroe, sino una crítica a su impostación.

Drama con escapatorias

Una de las facetas más particulares de la película es la relación de la pareja con el resto de los personajes. En buena medida, el núcleo de la historia es dramático, al asumirse la mirada abatida de una mujer que ha perdido la fe en su esposo. Los momentos de interacción con el resto del mundo, en cambio, adquieren tintes de comedia negra.

Ambos cónyuges devienen ridículos: ella, indignándose ante la manera de vivir de una conocida que se niega a replegarse en una familia nuclear; él, añadiéndose a una surreal (¿alucinada?) fiesta de machos alfa. En esas escenas, la contemplación distante de los acontecimientos adquiere tonos de una cierta superioridad, de crítica a unos individuos tristemente dependientes de la falsa seguridad otorgada por las convenciones sociales mayoritarias.

Östlund no tiene miedo a incomodar al espectador con escenas de silencios tensos, de reproches o de lloros incontrolables. Con todo, y sin traicionar una puesta gélida, añade escenas que son como pequeñas inflexiones de thriller. Nada nuevo: desde La aventura de Antonioni a la reciente Viaje a Sils Maria, el cine con ecos existenciales también ha jugado con estas bazas para distender su narrativa.

Esos pequeños giros hacia la emoción y el peligro, además, parten de lo real, de vídeos difundidos mediante YouTube. Más discutible es, en cambio, una sucesión de finales que puede leerse como la búsqueda infructuosa de una conclusión satisfactoria.

Pero esta aparente indecisión es justificable a nivel temático y argumental: puede representar los intentos de los protagonistas por superar la situación creada... retomando el relato del hombre protector y la mujer protegida.

Es el difícil camino de retorno a la falsa certeza, después de que se hayan evidenciado los frágiles fundamentos que la sustentan.

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comentarios

1

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    24/10/2015 - 10:02pm
    compleméntese con el análisis de Eyes Wide Shut y que estalle la familia tradicional: http://www.contraelamor.com/2011/08/cine-contra-eyes-wide-shut.html
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