En Getafe, un refugiado sonríe incrédulo, el rock atruena un polideportivo abandonado y el estadio está vacío.

A principios de siglo, cuando los hipotecados españoles daban gracias a Dios por firmar su ruina a cuarenta años, alguien tuvo la ocurrencia de llamar a Getafe “la capital del sur”. Luego, cuando la ruina era evidente, alguien la bautizó como “el corazón de España”. Hoy ya no queda nadie con ganas o con osadía como para ponerle un nuevo nombre. Así que es sólo eso: Getafe.
Pero Getafe es algo más que una ciudad del extrarradio de Madrid sajada por autovías. Cualquiera que se acerque comprobará que acontecen sucesos extraños, visiones que en cualquier otro lugar provocarían un aturdimiento infinito.
El Getafe juega un fútbol de pretemporada eterna que contagia: tácticas correctas y falta de tensión
Por ejemplo, uno puede haber contemplado en el telediario cómo una periodista húngara le ponía la zancadilla a un refugiado sirio que llevaba a su hijo entre los brazos. Pues bien, al cabo de unos días, ese espectador puede encontrarse en Getafe con el padre y el hijo, que caminan agradecidos y desconcertados, respondiendo con sonrisas a las palabras de bienvenida, incrédulos. La versión oficial cuenta que una escuela de entrenadores de fútbol de Getafe le ofreció a Osama Abdul Mohsen, que así se llama el refugiado, un trabajo y que alguien le ofreció un piso… y, merced a esta riada de solidaridad, lo sacaron de su éxodo bíblico y lo llevaron a la capital del sur. Aquí caben tres opciones: dar palmas como uno más, no decir nada o manifestar estupor. Incluso una cuarta: cambiar de tema.
Cambiemos. En Getafe, los polideportivos abandonados conocen nuevos usos. La pista de atletismo en descomposición, las vallas caídas y los cristales rotos pueden, con un oportuno maquillado, albergar un macroconcierto de rock. Sucedió el pasado 27 de septiembre en el Polideportivo San Isidro. Sonaron Belako, Demob Happy, Dover… Y todo bien, sin problemas. No hubo heridos ni denuncias.
Para recuperarse de estos raros sucesos en los que el deporte es siempre un elemento tangencial, lo mejor es dejarse llevar hasta el estadio del Getafe una tarde de domingo. Aplicada esta terapia el 18 de octubre de 2015, el paciente se encuentra con un campo semivacío bajo la amenaza de una tormenta. Tal vez no fue una buena idea.
Faltan 10 minutos para que comience el Getafe-Las Palmas y las gradas del fondo en el que está situada la portería visitante son un páramo. Sólo un hombre se empeña en dar color a la escena acordándose de los ancestros del árbitro Fernández Borbalán. Nadie escucha sus quejas sobre viejas afrentas, errores evidentes que demostrarían la irremediable manía que este colegiado le profesa al Getafe. Cuando comienza el partido, ante el primer lance, el aficionado solitario grita su ira. Es aconsejable apartarse.
El Getafe juega un fútbol de pretemporada eterna que contagia a sus rivales. Movimientos atléticos, tácticas correctas y falta de tensión. En esta ocasión, la combinación somnolienta estalla en el rostro de los jugadores de Las Palmas y en apenas diez minutos el Getafe gana 2-0. Unos cánticos deslavazados celebran este inicio prometedor en el Coliseum Alfonso Pérez. Sí, así se llama el estadio.
Más allá de la M-45
Empieza a llover, mal, como llueve en Madrid y sus alrededores: goterones dispersos, sin armonía. Es el momento de constatar el mérito del arquitecto que logró que en los dos fondos y uno de los laterales no exista un mínimo espacio en el que guarecerse.
Coincidiendo con el descanso, llega el diluvio. Y el único lugar para tratar de amortiguarlo son los baños ubicados bajo la grada superior. Existen muladares más acogedores. Las paredes de cemento chorrean agua y hedor antiguo. Somos un grupo cada vez más nutrido. El instante merece ser inmortalizado con el móvil; no siempre está uno con el agua por los tobillos en unos aseos de la Liga BBVA. Hay quien lamenta la falta de intimidad, pues en esta jornada el club había puesto en marcha una aplicación móvil para favorecer los encuentros afectivos en el estadio. “Hace una espléndida tarde para reproducirse a este lado de la carretera M-45”, prometía el vídeo promocional de Getafinder. Sí, así se llama la aplicación.
Antes de que la situación resulte insoportable, cesa la lluvia y se inicia la segunda parte. Calados hasta los huesos, los aficionados deambulan por el estadio –el Coliseum es un estadio caminable– y celebran otros dos goles de su equipo. El asunto termina 4-0. En el rótulo luminoso de publicidad, Iker Casillas, hoy emigrado a Oporto, lanza su proclama revolucionaria para Arriaga Asociados: “Hagamos justicia”. También el portero se siente estafado.
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