Amor en frío

Nuri B. Ceylan muestra en ‘Sueño de Invierno’ la complejidad de los sentimientos humanos.

12/09/15 · 8:00
Edición impresa

Aydin (Haluk Bilginer) es un actor de teatro retirado que regenta un hotel de montaña en la Capadocia, donde vive junto a su hermana Necla (Demet Akbag) y su joven mujer Nihal (Melisa Sözen). Ante la llegada del invierno, los turistas empiezan a abandonar el hotel, y este espacio de aparente bienestar empieza pronto a convertirse en un lugar de retiro y soledad donde la familia deberá enfrentarse al aislamiento y la incomunicación.

Aydin, empeñado en escribir una historia del teatro turco, pasa las horas en su despacho redactando artículos para un periódico local donde discute sobre cuestiones de ética y moral. Su hermana Necla, que tras su reciente divorcio lleva una vida tan irritable como desapasionada, lee y critica los artículos de Aydin recostada en el sofá. El triángulo lo completa Nihal, que trata de dar sentido a su existencia colaborando en proyectos caritativos para las escuelas de la zona.

Inspirada en una historia de Chéjov, la película revela la naturaleza del dolor y la incomunicación

El conflicto de esta historia se inicia, sin embargo, fuera del hotel. Aydin y su ayudante Hidayet reciben una pedrada que rompe la ventanilla de su Land Rover mientras conducen. La piedra, lanzada por un niño, es la venganza particular del hijo de Ismail, ex carcelario e inquilino de uno de los pisos que Aydin alquila en la región, por el que ha sufrido un humillante embargo debido a los retrasos en el pago del alquiler.

Es el punto de inicio de Sueño de Invierno (Palma de Oro, 2014 del Festival de Cannes), la última película del aclamado director turco Nuri B. Ceylan (Lejano y Érase una vez en Anatolia). Inspirado en una historia de Chéjov, el guión de la película (en el que participó también la mujer del director, Ebru Ceylan) revela la naturaleza del dolor emocional que lleva enquistado cada uno de los personajes, así como la distancia y la incomunicación que los separa.

Destaca especialmente la relación de Aydin y Nihal, una pareja que ha devorado su futuro y se ha entregado a la casi total indiferencia. Duermen en estancias separadas y parecen haberse dado una tregua definitiva, a tenor de lo que se sugiere como un pasado tormentoso. Aydin sólo necesita sus libros y su cuarto para alimentar ego y orgullo, aunque ama a su mujer, joven hermosa y con carácter, que sin embargo se siente dependiente y tutelada en una prisión familiar donde todo parece estar impregnado de aflicción y desconsuelo. Su compromiso con las causas benéficas es un intento de recuperar la autoestima perdida con los años en su lucha contra el carácter hermético de su marido.

Su condición de erudito y notable de la región hace de Aydin un ser acomplejado que se mueve entre la autoridad y la condescendencia: “Mi reino es pequeño, pero al menos soy el rey”, dirá. Pero esta actitud de suficiencia, su “gran moral” y sentido de la justicia, lo llevará a un estado de rigidez mental que será su callejón sin salida.

Todo lo que se ha ido cociendo a fuego lento con la llegada del invierno (con los impresionantes paisajes de la estepa como telón de fondo), será llevado a ebullición en un tramo de metraje final arrollador, donde todos los conflictos del filme quedan resueltos por medio de diálogos demoledores en tensas situaciones que ponen de manifiesto la incapacidad humana para resolver sentimientos complejos. La luz de las velas ilumina la atmósfera tenue, las caras, los gestos. Los símbolos irrumpen ante la desesperación del espíritu, la liberación del caballo estepario y una sonata de Schubert que se repite nos recuerda los límites de la gratitud y lo duro que es poner un corazón a invernar para siempre. 

Tags relacionados: número 253
+A Agrandar texto
+A Disminuir texto
Licencia

comentarios

0

Tienda El Salto