Ciudadana. O ciudadano. Así se titula la última obra de Claudia Rankine, Citizen. En un pasaje sobre los comentarios machistas y racistas que recibía una tenista afroamericana, nos dice que el cuerpo es el umbral por el que las expresiones llegan a la conciencia, porque “el cuerpo tiene memoria”. ¿Hasta dónde alcanza esta memoria?
Ciudadana. O ciudadano. Así se titula la última obra de Claudia Rankine, Citizen. En un pasaje sobre los comentarios machistas y racistas que recibía una tenista afroamericana, nos dice que el cuerpo es el umbral por el que las expresiones llegan a la conciencia, porque “el cuerpo tiene memoria”. ¿Hasta dónde alcanza esta memoria?
En la calle mayor de una ciudad como San Juan de Luz los cuerpos se cruzan bajo el sol, mientras los escaparates con reclamos para turistas nos contemplan. Entre las cabezas que se mueven en el caos de idas y venidas apareció la de una mujer. Al hombro llevaba una sombrilla de playa plegada. Su andar era regular y firme, aunque no apresurado. Recuerdo el ritmo de sus brazos, ambos cortados a la altura de los codos. Creo que su pareja iba unos pasos por delante, mas no lo puedo asegurar, porque sentí que mirarla prolongadamente no era oportuno. Quise hacerle una fotografía en la lejanía, pero me pareció algo obsceno, como si estuviera robando su intimidad, y me abstuve. Una niña la acompañaba y se agarraba al bolso que caía sobre el lateral derecho de su madre. La hija se aferraba a él como si fuera una prolongación natural del cuerpo de esa mujer. Fueran extranjeras o no –todas las personas somos extranjeras para alguien–, en aquel momento fueron mi comunidad, mi paisaje, mi horizonte.
Cuántas fuerzas generamos y acumulamos a diario, sin darnos cuenta, ni percibirlas. No sé qué será de ella, ni de la niña. No saldrán en publicidad, ni en titulares. Tampoco deseo hacer un elogio del individualismo heroico, ni una hagiografía de la maternidad o de unas vidas que desconozco. Únicamente puedo hablar de aquel gesto de vulnerabilidad y resistencia al mismo tiempo. Pronto se desvanecerán aquellas imágenes fugaces, aquellos segundos. Sólo quedará la memoria de los cuerpos, extranjeros o no, ciudadanos o no.
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