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800 metros que recuerdan a Srebrenica

Amel Tuka consiguió en Pekín la primera medalla para Bosnia en unos Mundiales de Atletismo.

15/09/15 · 8:00
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El Centro Deportivo de Mo­ratalaz acogió el pasado 11 de julio la 33ª edición del meeting de Madrid, incluido en el IAAF World Challenge, un conjunto de pruebas organizado por la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF). La cita era clave. El Mundial de Pekín estaba a la vuelta de la esquina (22-30 de agosto) y los atletas querían afinar sus marcas y ánimos en el tartán. Una de las sorpresas saltó en los 800 metros. La armada africana, acostumbrada a dominar la distancia, sucumbió ante la carrera de un atleta bosnio, Amel Tuka.

La noticia se hubiera quedado en el terreno deportivo de no ser por la dedicatoria del triunfo. Nada más traspasar la línea de meta, Tuka buscó la cámara principal del evento. Cogió su dorsal y le dio la vuelta. Escrito a mano podía leerse: “Never forget. 11.07.1995. 8.732… Srebrenica”. El mediofondista presentaba sus credenciales para obtener una medalla en China el día del 20º aniversario de la Masacre de Srebrenica, uno de los episodios más trágicos de las guerras yugoslavas. En él murieron más de 8.000 personas de etnia bosnia musulmana a manos de unidades del Ejército de la República Srpska (VRS), comandado por Ratko Mladic. Fue la mayor matanza en masa en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

Un futbolista frustrado

Tuka nació el 9 de enero de 1991 en Kakanj, una ciudad industrial situada en el centro de la actual Bosnia y Herzegovina, pero creció en Zenica, a 190 kilómetros de Srebrenica y a 70 de Sarajevo. El mercado de esta ciudad fue bombardeado en 1993 por el Consejo Croata de Defensa. Tras los Acuerdos de Washington de 1994, que permitieron el nacimiento de la nueva república, la ciudad recuperó a marchas forzadas la normalidad. La desintegración de Yugoslavia conllevó la caída de un referente deportivo. Cada república ha buscado su espacio en los últimos años. Bosnia consiguió clasificarse para el pasado Mundial de Brasil 2014 por primera vez en su corta historia. El judoca Amel Mekic se proclamó campeón de Europa en 2011. Mirza Teletovic juega desde 2012 en la NBA. El último capítulo exitoso lo firmó Amel Tuka este verano al conseguir la primera medalla para su país en unos Mundiales de Atletismo. Fue el zarpazo de un atleta que hasta hace un año era un completo desconocido.
 

La desintegración de Yugoslavia conllevó la caída de un referente deportivo

“De niño yo quería ser jugador de fútbol, no quería ser atleta”, reconoció en una entrevista con la IAAF. Todo empezó cuando tenía 17 años. En una clase de gimnasia sus compañeros y él corrieron 400 metros. Tuka cubrió la distancia en menos de 50 segundos (el sudafricano Wayde van Nie­kerk ganó el oro en Pekín 2015 con una marca de 43,18s). Su entrenador quedó asombrado. En 2013 batió el récord nacional de esta distancia. Al año siguiente se pasó a las dos vueltas. En su primer gran campeonato, el Europeo sub-23 de Tampere, firmó un tercer puesto en los 800 con otra marca que ningún otro compatriota ha superado. Tuka pasó entonces a engrosar las filas de la escuela de atletas formados por Gianni Ghidini, entrenador italiano que ha formado a atletas como el keniano Wilfred Bungei o Andrea Benvenuti.

La progresión de Tuka en 2015 ha sido imparable. Consi­guió el oro en la primera edición de los Juegos Europeos de Bakú. Dos semanas después rebajó su marca hasta los 1m 44,19s en el meeting de Velenje (Eslovenia). Pulverizó su propio registro en Madrid (1m 43,85s) y se coló entre los mejores de la temporada. Los buenos resultados le concedieron una invitación para una prueba de la Diamond League que se celebró en Mónaco, donde sólo el plusmarquista mundial Da­vid Rudisha consigue batirle. “No sé cómo ha ocurrido, tendréis que preguntárselo a mi entrenador”, declaró tras el éxito en tierras monegascas, donde hizo una carrera casi perfecta, con dos vueltas regulares y parejas que remató con un final agresivo.

Y entonces llegó la cita mundialista. Pagó la novatada y cierto exceso de confianza. Se dejó llevar en los primeros metros y, cuando quiso meterse en la lucha final, Rudisha ya había puesto la directa rumbo a una nueva victoria. Al rebufo, el polaco Adam Kszczot, que consiguió la plata en el Nido de Pájaro. Tuka se quedó con un sabor agridulce, pero su juventud invita al optimismo. De vuelta en el cuartel general de Bussolengo, situado en Ve­rona, busca superarse a sí mismo entrenando con atletas kenianos que se han convertido en las liebres de uno de tantos hijos de la guerra. Un muchacho convertido en el héroe de una nación que ha recuperado parte de su identidad con el atletismo. 

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