Artículo publicado en Notas.org.ar sobre uno de los mayores éxitos de la literatura popular en la Unión Soviética.
Nacido en 1931 de una profesora de historia y de un editor de Izvestia caído en desgracia en 1952 al ser acusado de bujarinista, Julian Semiónovich Semiónov fue escritor, traductor, periodista, poeta y guionista de televisión.
Después de trabajar como profesor de pastún en la Universidad de Moscú y de especializarse en historia y política persa, a inicios de los 60 comenzó a trabajar como periodista en diversos medios soviéticos tales como Ogoniók, Pravda o Literaturnaya Gazeta. Como pionero del periodismo de investigación visitó Alemania, Cuba, Japón, España, Francia, Chile, Paraguay o Estados Unidos. Desde estos destinos, además de cubrir eventos políticos y culturales, envió crónicas llenas de aventuras por las que desfilaron mafiosos, cazadores de tigres, prófugos nazis o mineros de diamantes.
Si bien ya venía publicando desde 1958, su auge como novelista se concreta con el comienzo de la saga del espía soviético Coronel Maxim Maxímovich Isáyev, más conocido por el nombre que utiliza para operar tras las líneas enemigas, en las altas esferas militares del nazismo: Max Otto von Stirlitz.
Diecisiete instantes de una primavera no sólo es uno de los puntos más altos de la saga del más famoso espía soviético sino que además constituye un auténtico fenómeno cultural
Aunque su incidencia cultural en la Unión Soviética y áreas de influencia puede ser comprada a la de James Bond en Occidente, Stirlitz es mucho más que un 007 comunista. No sólo el personaje está pintado en facetas más complejas, política y humanamente hablando, sino que por regla general sus logros se deben más a su inteligencia y su fervor socialista que a sus capacidades de combate o a algunos gadgets letales.
La saga de Stirlitz abarca unas 14 novelas, que cubren los años que van entre la los inicios de la Nueva Política Económica soviética de 1921, con la novela Diamantes para la Dictadura del Proletariado, hasta la llegada de Yuri Andropov a la KGB en 1967 y el cierre de la historia con Una bomba para el Presidente.
La serie encuentra un punto alto en Diecisiete instantes de una primavera, cronológicamente la octava protagonizada por Stirlitz. En este clásico indiscutido de la novela de espionaje, Stirlitz debe frustrar desde adentro los intentos de un sector de la jerarquía nazi al borde de la derrota final en la Segunda Guerra Mundial de sellar un acuerdo de paz con los Estados Unidos que opere como freno en Europa a la cada vez más amenazante fortaleza del oso rojo.
Además de una serie de películas con Stirlitz como personaje, Diecisiete instantes de una primavera se convirtió en 1973 en una serie de televisión, filmada en los Estudios Gorki y dirigida por Tatiana Lióznova, de doce capítulos de 70 minutos emitidos en el prime time de la Televisión Central Soviética. La serie fue un éxito inmediato y la URSS íntegra se paralizaba para ver a Stirlitz en acción, al servicio de la madre patria.
La influencia del personaje icónico de Semiónov se puede medir tanto en la existencia de un un género de “chistes de Stirlitz” (que parodian a la voz en off de la serie) como a la veneración popular que se le profesó al actor que lo interpretó en la serie: Viacheslav Tíjonov.
Diecisiete instantes de una primavera no sólo es uno de los puntos más altos de la saga del más famoso espía soviético sino que además constituye un auténtico fenómeno cultural, lamentablemente casi desconocido por estas tierras. Pero esta injusticia comienza a remediarse gracias a la reciente publicación en castellano de una hermosa coedición de las editoriales La Granada y Cienflores.
Además de la saga de Stirlitz, su autor publicó la “serie de la Militzia” sobre la tarea de a policía soviética, una cantidad de novelas históricas, numerosos ensayos y toda una serie autobiográfica, además de cuentos y obras de teatro.
Semiónov fue presidente de la Asociación Internacional de la Novela negra y Política, jugó un rol importante en la repatriación de valores culturales y artísticos a la Unión Soviética y con el inicio de la Perestroika desarrolló una importante labor de investigación acerca de la historia rusa. En 1988 publicó la colección de ensayos Páginas cerradas de historia y poco después Novelas no escritas, donde plantea fuertes críticas al rol de Stalin y al culto a la personalidad que lo rodeó.
El creador del icónico espía soviético sufrió un derrame cerebral en 1990 y murió tres años después, acompañado por un duelo popular multitudinario en el que no se ahorraron acusaciones a la KGB.
comentarios
0