ARTE
Cerdos devorando penínsulas

Entrevista con el artista Santiago Sierra.

05/07/15 · 8:00
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Decía Jean-Luc Godard que cuando las ideas son vagas se necesitan imágenes claras. Cada vez que podemos ver una obra firmada por Santiago Sierra existe una constante de claridad, una efectividad visual que se vislumbra de golpe en la que se condensa el concepto hasta el límite y el objeto artístico desaparece en favor de los efectos y las experiencias que produce. Por ejemplo, cuando la teoría marxista es insuficiente, sus personas remuneradas actuando para El trabajo no es la dictadura dejan claros los temas sobre la explotación capitalista y la cruel inversión del tiempo de vida. Cuando las críticas a la transición son insuficientes, se presenta en la Gran Vía de Madrid poniendo bocabajo a todos los gobernantes. Cuando el abuso y la corrupción política surgen cotidianamente, aparecen en su obra literal y literariamente, Cerdos devorando la península ibérica. Y cuando se nos niega la posibilidad de futuro, aparece ardiendo esta palabra en el barrio del Cabanyal en Valencia a través de una mínima cantidad de elementos.

¿Cuál es la importancia de la inmediatez y el minimalismo dentro de su obra?

Me gustan las obras que aguantan el paso del tiempo y no tienen sólo una lectura de actualidad. Pero para engancharme con el espectador real debo meterme en su tiempo y en los temas que trae en la cabeza. Por ejemplo, a principios de año hice una pieza en Ciudad de México llamada La Lona. Entrabas solo al espacio y dentro había un grupo de quince jóvenes cubiertos hasta los tobillos con una lona blanca grande. Se sabía que eran jóvenes por el calzado, ellos no se movían ni decían nada. La gente en México anda en shock por las desapariciones de 43 jóvenes estudiantes en Ayotzinapa. Entonces, sin indicar nada con el título ni mencionarlo en absoluto, el público sumaba a lo mostrado lo que él mismo traía en la cabeza: Ayotzinapa. Nadie dudó de que a eso me refería, era obvio. Sin embargo cuando pasen los años o se muestre lejos de México, o se vea por internet ante un público sin ese trauma cercano, tal vez piensen en la escena de El Acorazado Potemkin donde, tras apresar a los marineros rebeldes y tras decir aquello de “El primero en rebelarse será el primero en caer ante el verdugo”, cubrían a los marineros con una lona blanca y los ejecutaban.
Del minimalismo he hablado mucho en muchas partes pero creo que lo principal es lo metodológico. El minimalismo es la navaja de Ockham del arte: un principio de economía sintáctica que yo traslado también a los aspectos semánticos y pragmáticos del arte.
 

“Cuando movíamos el ‘no’ por el mundo se nos pegaban los ‘noes’ locales por el camino” 

En su opinión, ¿el arte sin política es decoración? ¿Cuál es su diferencia?

Lo primero, mis respetos a los decoradores porque a la gente le gusta estar en espacios hermosos y cuidados y hace muy bien. El tema es que el arte es otra profesión, no hacemos eso aunque podríamos. También mis respetos a los artistas que hablan de sí mismos en su obra. También está bien. Muchos sin el arte estaríamos locos. Es sólo que tampoco es lo mío, me gusta que no todos hagamos lo mismo, sería horrible que todas las muestras de arte se pareciesen. Ahora, si hablamos de mi trabajo, pues yo creo que la obra de arte se activa en la cabeza del espectador, así que es ahí donde se produce la última cocción. Es importante pensar quién es el que mira tu obra. Lo político es vital pues los asuntos de la polis constituyen nuestro pensamiento común más predecible.
Por ejemplo, Marina Abramovic presenta una ópera sobre su vida en Nueva York, Madrid, Milán, Londres, etc. Es decir, en países que bombardearon el suyo, Yugoslavia, y lo destruyeron. Pues bien, en la ópera no hay ninguna mención a esto y es una ópera sobre su vida. A mí no me convence, habrá a quien le guste pero a mí no. A un albañil no le hacen entrevistas o le ceden presupuestos y espacios para expresarse, a nosotros sí y eso nos da cierta responsabilidad más allá del espejo.

Utiliza mucho la negación y la destrucción contra elementos fijos. Su visión del ‘no’ es inquietante. De nuevo una mínima cantidad de elementos, dos fonemas, dos letras que representan la resistencia cotidiana. Una forma sencilla de denunciar lo intolerable y que nos recuerda la importancia de saber decir ‘no’. Existen varios ‘no’ en su obra: no al Papa, no en Occupy Wall Street... En ese mismo sentido, leemos también como una obra intencionada la devolución del Premio de Artes Plásticas a la ministra Sinde con un rotundo ‘no’. ¿Qué más cosas podrían ir acompañadas de un ‘no’ y por qué una negación y no una afirmación?

‘No’ es el único vocabulario a emplear frente al poder. No dialogo con una bota en la cabeza, si me preguntan digo no. El No Global Tour al que haces referencia es una expresión de hartazgo ante el tinglado sádico en el que la peste capitalista ha convertido este hermoso mundo. Pero es también la palabra de moda como lo fue ‘love’ en otros tiempos. ‘No’ está en todas partes: en pancartas, en las paredes, referido a mil cosas distintas en todos lados. Cuando movíamos el ‘no’ por el mundo se nos pegaban los ‘noes’ locales por el camino. Así que si pasábamos por una central eléctrica éramos los ecologistas, si pasábamos por la sede de la OTAN éramos los pacifistas y si pasábamos por Lourdes los ateístas. El No Global Tour era un imán de noes.
¿Las afirmaciones? No sé si sea el momento de afirmar nada, son tiempos de ataque a las poblaciones, tiempos para trazar una línea en el suelo y decir “de ahí ustedes no pasan”.

¿Cómo diría que se relacionan los términos arte-utilidad-transgresión?

Lo de transgresión se refiere a romper con convencionalismos, pautas de comportamiento, normas; y algo transgresor en una sociedad es naif en otra. Lo que sucede es que el espacio del arte está controlado por la alta burguesía y son sus normas. En realidad se me achacan “provocaciones” que son rutinas en otros ámbitos sociales. Lo útil es lo verdaderamente bello pero me da miedo casi decirlo porque el placer también es útil y parece que condenamos a otros artistas con el sello de inútiles si no hacen algo para, por poner un ejemplo, salvar menesterosos. Mira, la obra lo dice todo de un modo más perfecto de lo que yo pueda explicarte con palabras. Hablar de metodología de base se me hace como sentar cátedra o indicar el camino. El arte es un ejercicio de libertad. Así lo entiendo.
 

“No queremos un arte donde sólo hablen los ricos herederos o los propietarios de casas, ¿no?”  

Tal y como están las cosas, existe una degradación social que hace del intercambio la categoría principal de nuestra sociedad. En ese mismo sentido, su obra en México bloqueando una gran avenida dificulta el intercambio capitalista y ralentiza el ritmo urbano. En este punto le pregunto si la performance o la instalación no es una resistencia al arte y una crítica al mercado del arte desde el arte ya que se resiste a venderse o al menos hace más difícil su venta que otros. ¿Está este nuevo arte expuesto a ese intercambio?

Si alguien no gana con su trabajo como performencero –que es como le dicen en México– es porque vive de una herencia o una renta. No queremos un arte donde sólo hablen los ricos herederos o los propietarios de casas, ¿no? Todo el mundo debe cobrar por su trabajo, incluidos los artistas. Otra cosa son las noticias de precios de vértigo en el mercado del arte. En el negocio de la frutería esta Monsanto pero también el chino de la esquina y el barbas del huerto ecológico. Hay muchas maneras de estar en el arte. Los medios de formación de masas como los llamaba Agustín García Calvo nos han convencido de que los artistas son unos millonarios podridos y, bueno, hay de todo... Pero volviendo a lo de performance, pues hay muchos festivales en todo el mundo y por supuesto el artista cobra, como debe ser. La instalación y la performance son fáciles o difíciles de vender dependiendo entre otras cosas de quién la haga y de quién la venda, no es su naturaleza la que la impide alcanzar un precio en el mercado. Exactamente igual que un cuadro o que un mueble.

Siguiendo con la crítica al capitalismo que nos envuelve, es constante el adjetivo de “remunerado” dentro del título de sus obras. Una de las más potentes es Persona diciendo una frase en Birmingham en 2002, donde un mendigo en la calle más comercial de la ciudad fue remunerado para decir ante una cámara la frase “Mi participación en este proyecto puede generar 72.000 dólares. Yo estoy cobrando cinco libras”. ¿De dónde y por qué surge esta indignación?

Cuando hice esa pieza estaba recién salido del underground. Me había concienciado para ser un artista marginal y en ese momento comenzaba a recibir ofertas de exposición en numerosas ciudades. Me sorprendía ese salto, me cogió desprevenido. Ya no era yo el que ofertaba mi cuerpo, mi inteligencia y mi tiempo en el mercado laboral, yo mismo generaba trabajo, lo ofertaba. No creo que sacase un cinco por ciento de lo que afirma el mendigo pero él sí cobró lo dicho y eso era el motor de la relación asimétrica entre nosotros que quería retratar. Yo mismo me sorprendía de los resultados de cada proyecto.

En ese mismo sentido ha denunciado tanto el presente como el pasado con trabajos muy provocativos como convertir una sinagoga en una cámara de gas; realizar con hilo negro una bandera de la república española; la enorme cuña negra como símbolo (no sé si utilizar esa palabra) de la desobediencia civil en Islandia frente al Parlamento; pedir el pasaporte para entrar a ver una obra... Esto nos invita a pensar que la relación entre el autor y el espectador no tiene por qué ser amable. ¿Cree que el éxito de su obra depende en gran medida de que es aceptada por todos aquellos que han aceptado lo que su obra critica?

El arte se produce en el mismo contexto que la trata de personas o las petroquímicas. Así que tiene más de eslabón que de superación. El mismo poder político ha utilizado nuestros trucos como suyos: sin la Capilla Sixtina el Papa no sería nadie. Sin Hollywood el imperio de los Estados Unidos de América nunca se habría producido, sin colores y canciones no hay partidos políticos. El arte tiene mucho de demagogia pues apela más a lo sensible que a lo racional; igual que la política. Así que el arte también es poderoso por sí mismo como bien sabe el poder. Todo está en cuál queramos que sea nuestra posición en la jugada. Del lado de quién estamos como artistas y como personas. El arte es un frasco vacío: puedes meter dentro sumisión o insumisión. Es al gusto de cada uno.

Si no es mucha indiscreción ¿con qué normas trabaja? ¿En qué está trabajando actualmente?

Sí tengo normas, claro, pero no estoy seguro de que quiera hacerlas públicas. Por pudor más que nada, cada uno tiene sus maneras, claro. Ahora estoy en una antigua fábrica en Maubourguet, que está entre Toulouse y San Sebastián. Es un espacio del artista Andrei Molodkin. Presentamos la Declaración de Copenhague una obra escultórica que hice con mi amigo Jeens Hanning. Está quedando muy bien. //

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