De reina a heroína de cuento

'La joven durmiente y el huso', escrito por Neil Gaiman e ilustrado por Chris Riddell, nos habla del despertar de la heroína.

09/05/15 · 8:00
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Neil Gaiman empieza siempre sus cuentos con una dedicatoria. A sus dos hijas, Holly y Maddy. La primera vez, en las páginas de Coraline, su particular Alicia en el país de las maravillas; historia que más tarde sería película dirigida por Henry Selick, y cómic con P. Craig Russell a los lápices. En aquella ocasión, tras la dedicatoria filial, una cita de G. K. Chesterton: “Los cuentos de hadas superan la realidad no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que pueden ser vencidos”. En Coraline, el dragón a vencer era el reflejo oscuro de la madre de la protagonista. Aunque el viaje de la heroína consistía en comprender que aquella aparente villana no era bruja envenenadora, sino figura benéfica que, irónicamente, le mostraba y nos mostraba el camino a seguir.

En La joven durmiente y el huso (Salamandra), este responsable de actualizaciones posmodernas del mito –The Sandman, American Gods– se suma a la reciente fiebre del cine para las masas por los clásicos infantiles y, más en concreto, por La Bella durmiente y Blancanieves. En su propuesta, que bebe de ambos cuentos, Gaiman nos presenta a una reina que abraza su destino estoica, desapasionadamente. En el horizonte, una plaga de sueño y una bruja, hada o hechicera, quién sabe, como supuesto origen del mal. El deber que empuja a la monarca a iniciar su viaje es también oportunidad de huida. ¿De qué tendría que huir una mujer con poder? De la inercia, nos dice Gaiman. De la herencia; del sistema que ella misma representa.

Una de las tradiciones que ha permanecido en los relatos de Neil Gaiman, y que se mantiene en este, es la importancia y yugo que pueden representar el propio nombre. La invisibilidad es terreno fértil para tejer sueños, para construir muros de espinos que dificulten la entrada al castillo. La reina de este cuento se ha enfrentado antes a lo innombrable; conoce las tretas de la sombra, sabe de su querencia por el engaño. Como una Coraline que ha atravesado de vuelta el ­espejo, la mujer de oscura melena que ha pospuesto su casamiento, que ha dejado su reino atrás para adentrarse en lo desconocido y salvar a sus súbditos de un sueño eterno, es también la heroína que besa a la bella que yace en el lecho. Una doble página, primorosamente ilustrada por los lápices de Chris Riddell, que es punto de fuga de toda la tensión esbozada en sus dibujos, y que nos desvela que nada es lo que parece.

Gaiman le dedica La joven durmiente y el huso a sus dos hijas, “que me despertaron”. Abrir los ojos, escapar al sueño, saber nombrar a la enemiga, que no es otra que una misma, es lo más interesante de este cuento. La querencia por la transgresión publicitaria podría hacernos creer que en el beso entre Blancanieves y la Bella durmiente está la desobediencia; esta aparente provocación es, en realidad, reconocimiento y despertar. La reina recuerda que ya escogió una vez. Se enfrentó a su propia oscuridad y resolvió quedarse en el tablero. En esta ocasión, por el contrario, decide el camino de la aventura, el de la heroína. Decide empezar de nuevo. //

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