Teatro
El Gran Fabiolo

El Solo Fabiolo Glam Slam, parodia de la actualidad española en formato 'one man show', se representa los jueves y domingos hasta el 19 de abril en el Teatro Alfil.

21/03/15 · 8:00
Solo Fabiolo Glam Slam

En 1868, año de revoluciones, la cartelera teatral madrileña se copaba del llamado teatro por horas. Estas piezas cómicas, que servían de contrapunto al lacrimógeno drama burgués, estaban destinadas al público más popular y deformaban la actualidad de manera implacable. El peso de unos tiempos duros era aligerado a efecto de carcajada durante el corto lapso de tiempo que duraba el espectáculo. El Teatro Apolo se erigió como la catedral de la sátira.

Hoy en el 2015, tiempos también duros, el Teatro Alfil, sede oficial del teatro cómico y burlesco, acoge en su cartelera a Solo Fabiolo Glam Slam, un espectáculo con ADN del buen género chico, de algo menos de hora y media. Una exquisita parodia de la actualidad española en formato one man show en boca y cuerpo de Fabiolo, personaje pijo de la jet set madrileña, irreverente, deslenguado y macarra como sólo los muy ricos saben serlo.

Rafa Maza conduce magistralmente el espectáculo desplegando un gran abanico de números que oscilan desde los malabares y la canción ligera a las imitaciones de muy diferentes voces, el mimo o la magia; emparentándolo por su gran capacidad de metamorfosis con el mismísimo Gran Houdini versión sainete. El patio de butacas se convierte en un concierto de risas desde el primer minuto en que este bufón high class hace entrada en el escenario raqueta en ristre, luciendo pantalón corto, muñequeras y gafas de sol tornasoladas.

Si alguien sabe qué se cuece en las altas esferas, ése es Fabiolo y ha venido a contárnoslo. El mundo se divide entre los que beben Cardhu o Dick, hablan por I-phone o Hawei, viajan en metro o en Lamborghini. A pesar de su insolencia demencial y su evidente falta de tacto, el personaje se va metiendo al público en el bolsillo, que aplaude entusiasmado cada gesto, cada canción, cada anécdota. El tiempo parece fluir tan ligero como la moral del protagonista.

Poco a poco, en un genial golpe de efecto tragicómico, las risas se tornarán en un elocuente silencio justo en el momento en el que nos vamos dando cuenta de que esta vida de múltiples placeres y grandes lujos deja un reguero de otras vidas truncadas y tristemente miserables. Que los yates y las pateras viajan por el mismo mar, aunque unos lo hagan por Tarifa y otros por Melilla. Una nota de amargura empaña ahora nuestro ánimo.

Para que luego digan que la sátira no tiene corazón.

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