'Cuatro estaciones hacia la locura' es el libro de Evaristo que ha publicado Desacorde Ediciones.

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Esto no es un libro. Lo que Evaristo nos abre es el diario de un viaje personal. Suena redundante y algo triste tener que añadir “íntimo” pero muy poca gente lleva ya un diario. Lo más parecido es actualizar un blog y es mucho menos romántico. Cuando podemos leer lo que un individuo se cuenta a sí mismo, abrimos una ventana privilegiada a su interior. Y, quizás, también al nuestro.
Todos los viajes tienen mucho de ir hacia adentro de uno mismo, pero éste concretamente nos cuenta uno a ese mar interior, aparentemente calmo, pero que engendra feroces tormentas que sólo nosotros conocemos; que en silencio sufrimos y que celosamente guardamos. “Nosotros tras nosotros mismos escondidos, es lo que nos produce más horror”, dice la poeta Emily Dickinson. ¿Por qué? ¿Qué pasa en nosotros? ¿Queremos saberlo verdaderamente? ¿Qué puede haber en ese interior? ¿Cómo puedo llegar a él? Esas preguntas tienen el riesgo de que finalmente nos lleven al encuentro con nosotras mismas. Con esa persona a la que supuestamente tenemos tanto miedo y de la que tantas veces y de tantas formas tratamos de escapar. Ése y no otro es el abismo que abre y cierra la narración. No la locura que da nombre al libro sino ese abismo al que miras y que, al rato, necesariamente, te mira él a ti.
Pero no podemos huir tampoco. Somos nuestro peor enemigo pero tenemos que enfrentarnos. Evaristo nos traza varias rutas por ese abismo de conocerse a uno mismo. Y no es nada tacaño al hacerlo. Nos hace un relato personal, vivido, de su periplo por diversos caminos de esa lucha continua contra el enemigo interior. ¿Podemos derrotar a nuestro ego? No del todo, quizás. Pero sí es cierto, como dice Galeano, que somos lo que hacemos para cambiar lo que somos. ¿Queremos cambiar? ¿A qué? Sigue haciéndote preguntas.
Y tú, ¿qué?
Es cierto que Evaristo en este libro no nos ofrece felices revelaciones, verdades de perogrullo o descubrimientos del Mediterráneo porque su trabajo, como las canciones de La Polla, es que nos hagamos preguntas; ponernos un espejo delante y decirnos “y tú, ¿qué?”. Esto no nos exige una bajada a los infiernos pero sí una reflexión profunda.
Mucho le han criticado a Evaristo sus Cuatro estaciones hacia la locura y mucho se ha dicho que tenía que haber aprovechado para hablar de política. A mucha gente le encanta darnos consejos sobre lo que tenemos que hacer. En el libro, el autor se hace una pregunta mágica: ¿quién soy? Es decir, ¿quién eres tú? Y se habla, del amor, de la soledad, la muerte y, sobre todo, de lo que sentimos ante ellas. ¿Aún creemos que los sentimientos no son políticos?
Otra cosa que nos sucede es que estamos sedientos de iluminación y de soluciones. Y, lo peor, queremos un mapa con los atajos. Mirar la última página, ver las soluciones a ver si las puedo aplicar a mi vida y me salto un par de pasos. Hay una forma de vida que es leer libros, ver películas y series; acumular experiencias y conclusiones ajenas como si fueran canciones en un iPod. Para escucharlas un rato y evitar hacer nuestra propia búsqueda. En el viaje al interior de uno mismo, elijas el camino que elijas, no hay verdades universales; si hay soluciones, no son rápidas. Y, no, no son posibles los atajos: las canciones ajenas sólo pueden servirnos de acompañantes para hacer nuestro propio recorrido. En ese sentido, este libro no es ninguna guía. Lo que nos dice Evaristo, quizá, es “conócete a ti mismo, chaval” porque, a lo mejor, somos carne para la picadora o, efectivamente, no somos nada... o ya no quiero ser yo. Y sí, quiero estar fuera de mí.
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