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Una noria de identidades

Se edita en formatos DVD y Blu-ray 'La venus de las pieles', de Roman Polanski, un laberinto de espejos sobre pasiones y pulsiones sexuales.

23/10/14 · 8:00

La obra de Roman Polanski ha girado en buena medida alrededor del sexo. Son ejemplo de ello títulos como Repulsión y Lunas de hiel. O ¿Qué?, una comedia que también incluía elementos de voyeurismo y sadomasoquismo propios del imaginario atormentado del realizador. En la filmografía del polaco abundan el humor negrísimo, las pasiones destructivas y las tensiones psicológicas en espacios reducidos. Su debut, El cuchillo sobre el agua, ya apuntaba esta especie de ‘claustrofilia’ cinematográfica. Y ésta ha continuado en forma de adaptaciones teatrales como La muerte y la doncella o Un dios salvaje. La reciente La venus de las pieles radicaliza las apuestas anteriores: se emplaza en una sala y esta vez son sólo dos los personajes convocados, aunque vivan una mascarada que ramifica sus roles. Polanski lleva a la gran pantalla una obra contemporánea de David Ives que parte del libro homónimo de Leopold von Sacher-Masoch. En la película, una actriz irrumpe en un teatro postulándose para protagonizar una dramatización de la novela. Las audiciones han terminado, pero la mujer consigue retener al director. Ambos acaban interpretando, respectivamente, al álter ego del escritor austríaco y a su musa cruel.

En la filmografía del polaco abundan el humor negrísimo, las pasiones destructivas y las tensiones psicológicas en espacios reducidos

Entre lecturas y escenificaciones de la obra dentro de la obra, el espectador conoce pasajes del original decimonónico, e interpretaciones enfrentadas de éstos, que incitan a reflexionar sobre el teatro, los amores y las visiones de la feminidad. Ella protesta en varias ocasiones por las frases misóginas que, a su parecer, incluye el texto; él representa al varón a la defensiva, que se ampara en la tradición y defiende el arte liberado de “cualquier chorrada de problema social”. Poco a poco, las relaciones entre los personajes se enredan, y también la relación del espectador con lo que está viendo. Polanski añade más elementos para la confusión, porque sus decisiones atraen las interpretaciones biografistas aunque adapte una pieza ajena. Escoge a un actor con quien guarda un cierto parecido físico, y a una actriz que es su propia esposa, insinuando que su vida forma parte del juego. En una función donde las identidades son tan líquidas, ¿se reserva el papel del intelectual de masculinidad ridícula, prepotente y más o menos perversa, o se identifica con la iconoclasta que se burla de la reverencia al pasado cultural? Resulta imposible saberlo. Y, de alguna manera, esa indeterminación y la imprevisibilidad de los acontecimientos fundamentan el goce que puede proporcionar este artefacto travieso.

Entre flirteos, manipulaciones y coacciones taimadas, La venus de las pieles revela una lucha de poder atávica. ¿Polanski lamenta el androcentrismo, bromea sobre éste, o sencillamente se permite una fantasía masoquista? ¿Co­mo en la novela, es el humillado vocacional quien en realidad domina la escena? El director que intenta acostarse con su actriz remite a ese Polanski fugitivo de la justicia por abusar de una modelo menor de edad; ¿el cineasta, ya octogenario, se critica a sí mismo? De nuevo, las interpretaciones son abiertas. Podemos estar ante una obra irónica con giro feminista, pero el giro feminista también puede incluirse dentro de la ironía. En todo caso, esta representación sacude un armazón de convenciones y conveniencias construidas en sociedad.

Parte de la audiencia puede tomar una distancia prudencial frente al artificio, pero quien se deje arrastrar quizá encuentre reflejos incómodos de sí mismo en esta sala de espejos. Polanski no parece moralizar, pero sí advierte por boca del dramaturgo: “Ten cuidado con lo que de­seas”. Y aquí, también, puede buscarse un rastro del hombre que cruzó la frontera del anhelo y consumó un abuso.

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