Conversación con dos poetas.
Laura Casielles y Martha Asunción Alonso (Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández 2011 y 2012 respectivamente), son dos jóvenes representantes del nuevo panorama poético del Estado. En 2014 han publicado con Libros de la Herida sus poemarios Las señales que hacemos en los mapas (Casielles) y Skinny cap (Asunción), en donde construyen una memoria viva de nuestro tiempo, del desarraigo y la resistencia al hoy convulso.
Las señales que hacemos... es un elogio del viaje, del nomadismo. Skinny cap sería un viaje inverso, un retorno al origen, a la memoria, a la infancia, a los muros llenos de pintadas de la periferia. ¿Cómo aparecen estos temas en vuestra obra?
Laura Casielles: El libro de Las señales que hacemos en los mapas coincide muy directamente con un periodo de mi vida, con una experiencia concreta. Estuve viviendo en Marruecos un par de años, y tuve oportunidad de vivir muchas experiencias que me convocaban, y que no siempre en mi trabajo de periodista podía contar de la manera que quería. Entonces fue naciendo una escritura en paralelo, unos textos, que poco a poco me di cuenta que tenían una hilazón, y es que hablaban de Marruecos, de esas ciudades, de la vivencia del viaje, y fueron cristalizando en este libro como conjunto. Fue una manera nueva de trabajar para mí; fue un libro con proyecto. Cuando vi que había una docena de poemas que tenían un hilo común, decidí seguir por ahí, y escribir un libro que fuese un cuaderno de viaje poético. Pero no solo de este viaje sino del viaje en general, porque creo que independientemente de esta experiencia concreta en Marruecos, el viaje ya estaba en mi anterior libro, suele estar en mi poesía, y creo que también en la de Martha. El viaje como esa experiencia que nos pone frente a lo distinto, a lo desconocido, y hace tambalearse las certezas.
Martha Asunción Alonso: En mi caso el viaje físico de retorno también desencadena la escritura de este libro, Skinny Cap. Yo estaba en las Antillas francesas, en la Isla de Guadalupe, y en un momento dado decidí regresar. Laura Casielles tiene un poema en este libro que dice “al decidir vivir estando lejos, uno decide también llegar tarde cuando suene esa llamada en la noche que te diga que debes volver a casa”. Yo empecé a llevar cada vez peor esa idea. Decidí regresar a Madrid, a los barrios de mi infancia, y comprobé que muchas cosas habían cambiado. Muchas cosas han pasado en los lugares en los que yo no estaba. Y eso desencadenó la escritura de Skinny cap. Tiene también algo de mapa, de la memoria, del recuerdo, de los espacios y las gentes del pasado, que quizá ya no son los mismos, pero que uno se resiste a perder.
Compartís las dos cierto sentido de desarraigo en vuestros poemas.
LC: Yo suelo decir que la nuestra es una generación extraña en lo que respecta al irse y estar fuera. Por un lado tuvimos mucha facilidad para viajar, para estudiar fuera, para trabajar en el extranjero. Tuvimos a mano la experiencia del viaje. Pero en un momento dado, esa experiencia se convierte en un arma de doble filo. Tuvimos esa oportunidad, pero no se sabe muy bien cómo empezamos a tener esa obligación. Hay algo en cómo se nos ha socializado que viene a querer de nosotras, de nuestros contemporáneos, que nos dé igual estar un sitio que en otro. Que seamos gente extremadamente fácil de mover, y que accedamos a ello gustosos, creyendo que es una oportunidad de oro. Creo que estamos en esa bisagra entre la fascinación por irnos, el querer irnos, pero ahora también ocurre que tenemos que irnos a la fuerza. Y quizás ahora no queremos. Hay muchas cosas que hacer aquí. Y en esa dicotomía entre la fascinación por estar fuera y las ganas de estar aquí, no sabemos muy bien qué hacer.
MAA: Personalmente he sentido en muchas ocasiones que tenía que irme. Era una especie de exigencia. Mis padres no pudieron viajar, mis abuelos jamás tomaron un avión y yo tenía que tomar todos los aviones del mundo. En mi caso fue una elección el salir fuera, pero sí que he vivido con dolor ese momento en que eliges marcharte, y aquí da igual... Ese dolor de pensar que estamos fuera y a nadie le importa. Y de ese dolor he necesitado hablar en La soledad criolla y en Skinny cap.
Aparece también en vuestra obra el reflejo de un hoy convulso, ya sea como fuga o como reconocimiento. Son palabras que crean un espacio de resistencia.
MAA: Yo no podría escribir de ninguna otra cosa. Escribir como forma de resistencia, y como forma de comunicación. Resistir con los otros, para no estar sola, para sentirme acompañada
LC: La poesía en sí misma tiene necesariamente un componente de resistencia, por como resiste a la banalización del lenguaje, a que las palabras pierdan su significado. En el día a día las palabras están cargadas de mentiras, de intereses, de connotaciones. Escribir poemas intenta volver a pensar sobre las palabras, cuidar el lenguaje, buscar que cada término diga lo que quiere decir. Y eso en este mundo acelerado y lleno de mentira, ya de por sí sería una resistencia. Aparte, a la hora de elegir los temas, está claro que una escribe de lo que le importa, de lo que quiere comunicar, y en un tiempo convulso como este, esa convulsión tendrá que reflejarse en la escritura.
Una convulsión que se refleja muchas veces en una cierta extrañeza con el mundo, una incomodidad con lo que os rodea.
LC: Para mí una de las cosas que más despierta el “clic” de la escritura es lo que me asombra. Algo que no es como esperaba. Frente al transcurrir de los hechos por su propio caminito, algo que abre una línea de fuga, que va hacia otra parte. Eso es lo que me lleva al poema. Y ahí estaría la extrañeza, el sentirse extranjera, fuera de lugar en los desmanes del mundo que nos ha tocado vivir. Este no es el mundo como yo considero que debería ser. Dicen David Eloy Rodríguez y José María Gómez Valero, poetas y además nuestros editores: “acaso no somos extranjeros en la ciudad del ruido y del dinero”. Esa sería la idea. El estar fuera de sitio que te lleva al poema.
Como representantes de una joven generación de poetas, ¿cuál creéis que es la salud del panorama joven dentro del conflicto crisis contra cultura?
MAA: Yo soy optimista. Creo que hay gente muy combativa que está haciendo cosas muy interesantes. Editoriales alternativas, como Libros de la Herida, que edita nuestros dos últimos libros. Gente que hace las cosas con mucho amor, mucha pasión, y con muy pocos recursos. Son islas de resistencia.
LC: Está también El Gaviero, La Bella Varsovia... editoriales que hacen desde los márgenes. Yo creo contigo que hay mucha gente joven haciendo poesía muy interesante, tanto en castellano como en otros idiomas del estado. Están también festivales de poesía como La Ciudad en Llamas, de Oviedo, Poesía en Resistencia, en Granada, Cercanías en Sevilla... Un montón de festivales que apuestan por gente joven que hace las cosas de otra manera. Supongo que cuando uno decide dedicarse a la poesía, intuye que no va a ser una máquina de hacer dinero. La poesía siempre ha tenido su sitio en el margen, haciendo desde las orillas. Por eso esta dialéctica crisis versus cultura nos afecta más si quieres como receptoras que como creadoras, porque la poesía nunca ha recibido mucho apoyo.
MAA: El público lector de poesía es más reducido pero a su vez es muy fiel. Ellos van a estar siempre ahí. Está además el tema de las redes sociales; en ese espacio se está compartiendo mucha poesía valiosa.
Las redes sociales están haciendo una labor clara de democratizar la poesía, de hacerla accesible tanto para el creador como para quien la recibe.
MAA: La eclosión de blogs que se dio hace tres años, fue un fenómeno maravilloso. Todo el mundo tenía un blog, y podías pasarte todo el día leyendo poetas en línea. Se consiguió democratizar y familiarizar a mucha gente que no estaba familiarizada con el código, con el lenguaje.
LC: Se está haciendo cada vez más clara la idea de que poesía no es tan solo aquello que nos enseñaban como poesía en el instituto. Poesía son muchas otras cosas, y está en muchos más espacios. La poesía tiene que ver con nuestra vida real, con nuestro tiempo. Ese cambio de mentalidad hacia la poesía si creo que está dándose poco a poco.
Hablando de códigos, de lenguajes, creo que tu poesía Laura, tiene un lenguaje muy limpio, muy sincero. ¿Cómo es el proceso de escritura de tu obra?
LC: Hay algo que he ido aprendiendo a lo largo de estos años y es que la poesía sirve para comunicar. Que el poema se pueda convertir en cierto modo en un mensaje, en algo que una quiere compartir. Mi forma de escribir tiende de manera natural a imágenes más claras. Pero se trata también de una labor de corrección y de repaso. Siempre recuerdo una cita de Saint Exupery, que dice que un texto está perfecto no cuando no hay nada más que añadir, sino cuando no hay nada más que quitar. Quizás tiene algo que ver con mi profesión de periodista, pero es verdad que es lo que me sale naturalmente.
En ti Martha destacaría la fuerza de la memoria que se vuelve actual, vigente. Un relato del pasado que toma fuerza en su encuentro con el hoy en día.
MAA: Yo soy filóloga francesa, y muy proustiana. Quizás por deformación profesional, quizás por esa influencia de Proust, que decía que el arte es la única forma de no morir, aparece el recuerdo de esos protagonistas y espacios del pasado, de esas personas te acompañan. En Skinny Cap necesitaba mantener en vida personas que ya no están. De ahí el tema de la memoria, de ese pasado que viene hacia el presente, y la escritura como forma de transcendencia, de no morir, de durar en el tiempo.
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