Segunda jornada de la UEFA Champions League. El Shakhtar Donetsk ucraniano recibe al Oporto portugués. Alrededor de 34.000 personas no fallan a la cita futbolística, aunque no todas son seguidoras del equipo. Al Shakhtar le toca jugar, como a lo largo de toda esta temporada, en el Lviv Arena de Leópolis (34.915 espectadores), un estadio que se encuentra a más de 1.200 km y 15 horas en coche de su feudo, el Donbass Arena (52.525 espectadores).

Las continuas refriegas en Donetsk han obligado al cuadro de Mircea Lucescu a trasladarse a Kiev

Este encuentro refleja que el deporte, particularmente el fútbol, no está siendo ajeno a la crisis sociopolítica que se vive en el país. El caso del Shakhtar es el claro reflejo de un país fracturado. Desde la adhesión de Crimea a Rusia y la proclamación de Estados como la Repú­blica Popular de Donetsk, la vida de parte del este ucraniano ha cambiado radicalmente.

Las continuas refriegas en su base operativa han obligado al cuadro de Mircea Lucescu a trasladarse a Kiev, quien afirmó en la previa al partido frente al Oporto su deseo por volver “a casa”, donde el equipo pueda volver a sentir “el apasionado calor de la afición”.
El regreso del club a su ciudad de origen resulta indeterminado. En el caso de que éste llegara a producirse, el Shakhtar no podría disfrutar de su centro de entrenamiento, el Kirsha Traning Centre, un lujoso complejo que no escapó a los bombardeos. La pólvora también sacudió el propio Donbass Arena, considerado el estadio más moderno del país. Éste, al igual que el Arena Lviv, fueron construidos con motivo de la Eurocopa de 2012, un torneo que organizó Polonia en colaboración con Ucrania.

Los cambios territoriales también han afectado a otros dos equipos de Donetsk, ambos en la máxima categoría del fútbol ucraniano: el Metalurg Donetsk y el recién ascendido Olimpik. El primero comparte el Lviv Arena con el Shakhtar, a pesar de la rivalidad latente entre ambas escuadras. Por su parte, el novato Olimpik se ha visto obligado a jugar en el modesto NTK Banni­kova de Kiev (1.678 localidades). Todo conduce a un clima caótico, en el que la configuración de calendarios se ha convertido en una auténtica odisea.

El fútbol nuevo de Crimea

Menos mediáticos, pero igual de relevantes, son los cambios que se han producido en los equipos de Crimea. El caso más significativo es el del FC TSK Simferopol, heredero del extinto Tavriya Simferopol. El nuevo nombre se corresponde con el de un equipo que representa a la capital de la República de Crimea en el conjunto de ligas de la Unión de Fútbol de Rusia. Bajo el nombre de Tavriya se encontraba una de las escuadras que colaboró en la formación de la Liga Premier de Ucrania. El Tavriya fue el único equipo capaz de romper el duopolio formado por el Dinamo y el Shakhtar, quienes se reparten todos los títulos de la máxima competición ucraniana. Tan sólo falta en sus vitrinas el trofeo de la temporada inaugural (1992), en la que los crimeos se impusieron al resto de contrincantes. En apenas unos meses, el cuarto equipo con más partidos en la Liga Premier ha cambiado ésta por el grupo sur de la tercera división rusa. La pasada campaña fue de aciago recuerdo para el club, incapaz de evitar la última plaza del campeonato.

Mejor le fue al FC Sebastopol, equipo fundado en 2002, que terminó el campeonato en novena posición: éxito que no evitó que corriese la misma suerte que el Tavriya. El conjunto lleva ahora el nombre de SC Flota del Mar Negro y comparte categoría y división con el equipo de Simferopol. La inclusión de ambas entidades en el sistema futbolístico ruso fue un tema candente. Desde el primer instante, el máximo representante de la Fe­deración Rusa de Fútbol, Ni­kolai Tols­tykh, evitó hablar de absorción o integración. En varias comparecencias públicas, se refirió a estas entidades como “nuevas instituciones deportivas que aceptan los códigos legislativos rusos”.

Estas dos bajas han reducido el número de equipos de la Liga Premier de Ucrania de 14 a 12. En la Federación de Fútbol de Ucrania temen que esta situación pueda agravarse. El último en cambiar de escenario ha sido el FC Zorya, equipo de Lugansk, uno de los epicentros del conflicto. Su traslado no ha sido tan brusco pero es igual de inasumible para sus seguidores. Actual­mente, disputa sus partidos en el Slavutych-Arena de Zapo­riyia, ciudad del centro meridional de Ucrania.

A todos estos desplazamientos hay que unirles la espantada de jugadores. Finalmente, en el fondo de este vaso a punto de rebosar están los miles de aficionados que ven lejos la vuelta a la normalidad del fútbol. Un deporte que otrora sirvió de punto de fuga a los problemas diarios de una Ucrania unida en las apariencias. //