El reggae que se lee

El último año ha visto surgir diversas iniciativas editoriales que han decidido apostar por difundir la historia de la música jamaicana en lengua castellana.

11/08/14 · 8:00
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Al igual que ocurre con otros estilos musicales considerados por la industria musical como minoritarios, el reggae parte de una situación de desventaja en lo que a publicaciones temáticas se refiere. “Supongo que el mundo editorial refleja cierta podredumbre cultural extensiva a muchos otros ámbitos. Desde mi punto de vista, son varios los factores que explican la situación. En primer lugar, la prensa musical nunca ha sentido respeto por la música jamaicana. Esto se ve reflejado en las publicaciones mayoritarias, donde la presencia del reggae ha sido la excepción. Asimismo, hasta la llegada del Rototom a Benicàssim, en los medios se tenía la percepción de que además de ser una expresión cultural menor, su ámbito era muy restringido y minoritario”.

Estas palabras corresponden a Daniel Tomás, factótum de la humilde editorial valenciana BlackStar y responsable de la traducción de La Leyenda de Sugar Minott y Youth Promotion, un libro escrito en origen por la periodista canadiense Beth Lesser. Tomás Cobos, traductor de Bass Culture: la historia del reggae –popular guía iniciática del escritor británico Lloyd Bradley–, coincide en el diagnóstico y va un paso más allá. “Otra respuesta más maquiavélica sería que es una música con un componente político importante (no me refiero sólo al mensaje rasta o de Black Power, sino al proceso colectivo y comunitario de creación musical y de baile-foro-plaza social que son los sound systems), por lo que no encaja en las tendencias de globalización y mercantilización de la música moderna”.

Está claro que si atendemos a criterios estrictamente pecuniarios, la música jamaicana no genera excesivos rendimientos, “así que las iniciativas de este estilo han tenido que venir por parte de aficionados, que priman el beneficio personal al económico, de ahí que haya habido fanzines estupendos sobre temática reggae editados en español, y programas de radio brutales en emisoras libres.” Quien así habla es Lutxo Pérez, autor de una monografía original en castellano denominada Catarsis Rocksteady, un libro a cuyo rebufo se planteó la posibilidad real de emprender una iniciativa editorial radicada en Valladolid, 33Series. “Como autor, tenía la urgencia de compartir un trabajo que me había llevado mucho tiempo, energía y cariño. Así que descarté publicarlo con una editorial y, como podía permitirme una impresión corta gracias a los costes reducidos de la impresión digital por demanda, decidí hacer una autoedición”. En el caso de Daniel Tomás (BlackStar), quien también ha apostado por la edición a demanda, su propuesta parte de “la desesperación que me producía conocer la gran actividad editorial a nivel internacional respecto a la música jamaicana y la completa ausencia de ésta en lengua castellana. La editorial nace con esa premisa, es decir, en ningún momento he pensado en crear una editorial y a posteriori he tomado la decisión de especializarla. Tras años en el ámbito de la gestión cultural, de la música y del periodismo, he aprendido que los proyectos que merecen la pena, aquellos que te llenan y son sólidos, son los que están basados en un sueño, en una visión, en una pasión. Si trabajas con ese plus de cariño y motivación, encuentras la manera de sacarlo adelante. Ante cada obstáculo, encuentras una solución”.

“‘Bass Culture’ puede interesar a mucha gente más allá de los ya interesados en la música”Lo curioso del caso es que, salvando los textos que gravitan en torno al icono mediático de Bob Marley –cabe destacar en este sentido sendas biografías pergeñadas por Josetxo Mintegi (Junto a los ríos de Babilonia) y Carlos Monty (Positive Vibration) a mediados de la década de los 90, o la muy recomendable traducción de la obra de la autora francesa Hélène Lee, Trench Town Reggae. En las calles de Bob Marley–, las iniciativas de este tipo han surgido en un periodo relativamente corto de tiempo, un hecho que llama la atención de Lutxo Pérez. “Me parece muy curioso que en el último año hayan aparecido cuatro proyectos bibliográficos relacionados con la música jamaicana en España. Y quizá, la ausencia tan prolongada de referencias haya hecho que, en una misma época, diversa gente interesada en esta música se ponga manos a la obra. Hace falta una bibliografía sobre música jamaicana en castellano porque hay gente muy implicada con esta música que está dispuesta a disfrutarla. Los aficionados jamaicanos quieren aprender y compartir ese conocimiento”.

Catalizadores

Pero, como bien señala Daniel Tomás, esta circunstancia espacio-temporal en absoluto es producto de la casualidad. “El trabajo por el reggae se lleva desarrollando hace años por muchas personas claves que han jugado un papel decisivo para la consolidación de algo que podíamos llamar escena. Soy de Valencia, donde siempre ha habido mucha actividad al respecto, al igual que en otras zonas. Aquí teníamos un festival tan importante como el Aldajah, hemos tenido sound clashes, sound systems. Sin olvidar los programas de radio que han ido difundiendo la cultura. Todos estos elementos han sido las piezas que estaban sobre la mesa. Pero quizá haya tenido que llegar un evento como el Rototom para acabar de encajar las piezas. Para que todos nos lo creyéramos, que viéramos la potencia que tenía esta escena. Ha sido como un catalizador de años y años de esfuerzos personales y colectivos y de grandes logros. Además, con una iniciativa tan ambiciosa como este festival, el reggae se normaliza, alcanza mayor visibilidad y se acepta como una expresión cultural más”.

“La prensa musical, al menos las publicaciones mayoritarias, nunca han sentido respeto por la música jamaicana”Ahora bien, cabe preguntarse acerca de si es cierto que estas iniciativas editoriales han trascendido el público más activista y “militante” del reggae para alcanzar a otro tipo de lector más neófito en la materia. En el caso de BlackStar, “la editorial nace de y para aficionados al reggae. Por supuesto, no tengo vocación de expulsar a nadie, pero los títulos que bailan en nuestra cabeza son de libros muy especializados, testimonios de artistas desconocidos, reflejos de las tripas del centro de todo esto, es decir, la industria jamaicana”.

Por su parte, Acuarela Libros tenía un horizonte más lejano al plantearse la traducción de la obra de Lloyd Bradley. “Precisamente el motivo de elegir Bass Culture: la historia del reggae fue que es un libro que puede interesar a mucha gente más allá de los ya interesados en la música, porque es un libro que aborda un pedazo importante de la historia moderna: la guerra fría, la emigración hacia Occidente, la globalización de la música, las luchas anticolonialistas”. Lutxo Pérez opina que quien realmente se interesa, acaba por hacerse eco de su existencia. “Por un lado, creo que con internet no existen verdaderas limitaciones. Es muy fácil llegar al público objetivo y algunos periodistas se están acostumbrando a tener un ojo siempre pendiente en la red para sacar a la luz proyectos pequeños. Por otro, creo que la gente verdaderamente interesada en estos proyectos, se acaba enterando y, si no encuentra el libro en una tienda, siempre encuentra la manera de hacerse con él. Lo suyo sería profesionalizar todo esto que está surgiendo. Será un camino difícil, pero todo llegará”.

‘Top four’ de Sugar Minott
 

Herbman Hustling. Black Roots (1984)
Tal como se cuenta en La leyenda de Sugar Minott y Youth Promotion, Sugar era un gran fumador de marihuana. Según su autora, lo primero que hacía al levantarse por la mañana era perderse en una nube de humo. Además, la hierba estaba muy presente en su cuartel general. También está presente en sus canciones, a veces para reflejar la dureza de la vida en el gueto, ya que era una fuente de ingresos para traficantes menores que no tenían otra manera de encontrar dinero para alimentar a su familia.

In a rub-a-dub. Black Roots (1981)
Así se llamó al primer dancehall: rub-a-dub. Fue el momento álgido de Sugar en Jamaica, donde gracias a su profunda integración en el gueto, dio con el sonido exacto que gustaba a los jóvenes, logrando un gran éxito tanto con su sound system –Youth Promotion–, como con su sello –Black Roots–.

Rough old life. Sufferer’s Choice (1983)
Sugar nunca dio la espalda al gueto, algo inaudito en un productor de éxito, ya que lo primero que éstos solían hacer era huir a la parte alta de la ciudad. No sólo abrió su casa, su sound system y su sello a los artistas jóvenes, sino que cantó la realidad que le rodeaba. Pura conciencia de clase e incitación a la rebeldía.

Good thing going. Idem (1988)
Sugar era una persona positiva, alegre, que siempre tenía una palabra de ánimo para cualquiera y una cautivadora sonrisa. Este tema refleja esa actitud positiva en lo cotidiano, en la búsqueda de la satisfacción en las pequeñas cosas.

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