Javier Pérez Andújar
escritor
“Estoy programado en clase obrera, pero me cargué el software”

Hablamos con Javier Pérez Andújar (Sant Adrià de Besòs, 1965) de su última obra, ‘Catalanes todos’, del placer de escribir, de la Transición y del 15M.

19/07/14 · 8:00
Edición impresa

Nos encontramos con Pérez Andújar en una cafetería enfrente de El Retiro. Ha venido a promocionar su última novela, Catalanes todos. Después de Los príncipes valientes (2007) y, sobre todo, de Paseos con mi madre (2011), Javier se ha convertido en un referente de una literatura fuera de camarillas literarias. Una literatura que cuenta cosas que nos pasan a muchos. Una literatura periférica que en esta ocasión aborda un tema bastante central: la revisión de la Transición y sus mitos.

¿Por qué escribe Javier Pérez Andújar?

Lo hago por escribir, por ver cómo se juntan las frases, por no trabajar, por muchas cosas.

“‘Catalanes todos’ viene de la revista ‘Hola!’, de una sección llamada ‘Los ecos de sociedad’”

¿Por no trabajar?

Porque siempre pienso que esto me puede dar una pasta y así ya no tengo que ir a Pryca a reponer. Lo que hago es contar de lo que sé y de lo que soy, pero no lo hago por militancia. Te juro que si fuera de los Campos Elíseos hablaría de eso. Vendo el pescado que tengo.

Pero reeditas ‘Catalanes todos’ justo ahora que se está con el Procés Constituent y la consulta, y tú vienes…

… a tocar los huevos. Lo hago por gamberrismo. El libro estaba libre de derechos y el editor de Tusquets me dice: “Ahora podemos reeditar este libro”, y digo: “Sí, bueno, para tocar los huevos mola”. Lo que sí le dije es que pasaba de vender dos veces la misma moto y lo reescribí entero. No voy a vender otra vez un libro que ya existe. Lo reescribí porque te juro que a mí lo que me gusta es escribir, en el fondo lo hice para escribir sobre lo escrito.

¿Qué tal fue el proceso de reescritura?

Es alucinante. Es como un egotrip, ya no es mirarte al espejo, es mirarte a la palabra. Es hacer algo que habías hecho pero de otra manera. Y es alucinante porque ya tienes la pasta base, la materia. Lo único que tienes que hacer es refinarla. En realidad, un libro tendrías que escribirlo y a los diez años, reescribirlo. Porque te concentras en otras cosas, en los diálogos, en la profundidad psicológica de los personajes, y eres más libre, vas más lejos. Tú eres otro, el libro también es otro, la sociedad es otra…

'Catalanes todos' nos ha recordado a ‘La vida, instrucciones de uso’. Las estampas interconectadas, el uso de diferentes registros…

No tenía claro que estuviera Perec, pero si lo decís, está bien. Pero, por ejemplo, veo más claro 13 rue del Percebe.

Claro, pero ¡es que es lo mismo! Es la versión cañí de ‘La vida, instrucciones de uso’.

Lo que pasa es que, como era el primer libro, quería probar todos los registros: quería probar la ciencia ficción, el realismo social... y cada capítulo es un registro. Y era porque estaba jugando, probando todas las teclas para jugar. ¡Es que en realidad no era un libro, era un artículo para un fanzine! Hacíamos el fanzine Flandis mandis, se me fue de largo y cuando llevaba medio artículo ya tenía un fanzine y medio.

¿Cómo fue tu proceso de documentación?

Viene de la revista Hola!, encontré una colección y vi que había una sección, “Los ecos de sociedad”, donde salía la alta sociedad barcelonesa pegándose la vida padre, el club de polo… Yo lo más cerca que he estado del club de polo es cuando iba a la playa y venía el tío del Frigo Dedo. ¡Se pegaban una vidorra! ¡Menuda gentecilla! Y unos apellidos de postín… Iba a hacer un artículo para Flandis con toda esta peña, pero empecé a hilvanarlos y se me fue. Es la semilla del libro.

¿Y ‘La dimisión’, la obra que acompaña a ‘Catalanes’...?

El libro es un pretexto para poder colar de matute una obra de teatro, que era lo que yo quería. La estaba escribiendo antes de que se muriera Suárez, no es nada oportunista el libro. Lo que pasa es que cuando salió, le dije al editor: “A pesar de que hemos reescrito el libro, vamos a dar algo inédito, para no venderle a la gente una moto tuneada, vender una moto con sidecar al menos”. Y metí La dimisión. Pero en el fondo tenía unas ganas locas de escribir esta obra de teatro, porque es un vodevil en toda regla. Es teatro viejo, de 1910. Hay una intención política, claro.

“Un libro tendrías que escribirlo y, a los diez años, reescribirlo. Porque te concentras en otras cosas”

A mí es que Suárez me mola. Sí, políticamente me daba lo mismo, pero es un tipo que sabía ponerse un traje, no como Rajoy, que le llega la corbata por debajo del cinturón. El tío tenía estilo, era audaz, sabía cortar cabezas bien… Y, sobre todo, era un desclasado, y ahí sí que me siento superidentificado. Suárez era hijo de republicanos represaliados, y se metió en esa estructura del Franquismo, medró, traicionó al Franquismo y se hizo presidente del Gobierno. Toda esa carrera le costó el puesto, porque el Franquismo lo odiaba por advenedizo, los banqueros lo odiaban por recién llegado, los militares no lo podían ni ver por haber legalizado el Partido Comunista… Era un desclasado y consiguió llegar al poder, pero una vez llegó, el poder dijo: hasta aquí has llegado. A mí me fascina esa figura, porque me siento otro desclasado: mi sino era trabajar en un taller, pero no quise hacerlo. Entonces me desclasé, porque yo estoy programado en clase obrera, pero me cargué el software.

Pero también es una visión muy desmitificadora de la Transición…

Pero, la Transición ¿quién la ha mitificado? Yo nunca la he mitificado…

Prego, la SER, ‘El País’…

Ya, pero lo que diga la derecha o el poder, ¿te importa?

Pero es que eso cala, crea opinión…. Aunque no es lo mismo tu visión de una época que viviste que la nuestra.

Mis padres la protagonizaron, porque era militantes y cortaron calles y les dieron palos
y corrieron… Mi padre era un militante clandestino, la Transición fue una continuación de la lucha para él y, cuando se jubiló, se hartó de todos. Pasó de luchar y se fue al pueblo, puso un huerto y pasó de todo.

¿Y no tenían esa sensación de traición, o de desencanto…?

Yo creo que no eran tan tontos, sabían que no iban a instaurar un régimen socialista y equitativo. Querían pequeñas cosas y las consiguieron: tener ambulatorio y colegio cerca de casa, tener la calle asfaltada… Eso lo consiguieron. Eran más pragmáticos, no eran tan tontainas. No querían un mundo mejor, querían una calle asfaltada.

Pero eso también es un mundo mejor.

Sí, es un mundo mejor.

¿Crees que con el 15M se ha empezado a reivindicar esa visión de la democracia como lucha por cosas concretas?

Tenía el mismo espíritu. Yo, cuando vi a los chavales del 15M salir a la calle y vi lo que hacían, flipaba. Iba cada día a verlos a plaza Catalunya como van los viejos a ver la obra. ¡Estaba flipando! Me creía a esos chavales, eran de verdad. Y hacían cosas que no había visto hacer en Barcelona desde los años 70. Todo respiraba un tufillo libertario alucinante. Pero eso también hizo “¡puf!”, y se esfumó. Se esfumó también porque era un espectáculo, luego la gente volvió a donde estaba: a los barrios, al ambulatorio, a la PAH…Y es normal. Luego yo iba al ambulatorio a ver a un colega que estaba malo y estaban acampados los chavales. Existían. Lo que pasa es que yo creo que en Barcelona hubo un golpe de Estado, no les consintieron que no asumieran el debate identitario. Y se lo han cobrado.

‘Paseos con mi madre’ aparece justo en 2011, cuando estaba sucediendo el 15M. Muchas de las cosas que cuentas en el libro resonaban en las calles en esos momentos.

El sentido era el mismo, fue lo último que me creí. Pensaba: hasta va a ser posible hacer política y todo. Fue chulo salir a la calle y ver a la gente, señoras y señores mayores que no tenían porqué salir y salían porque se sentían implicados en lo que estaba pasando. La actualidad es importante otra vez, la política es eso.

Cuestionario cañí a Pérez Andújar
 

El rasgo principal de los años de la Transición.
Para mí la Transición fue la época en la que fui libre.

La cualidad que prefiero en
una revuelta.

La espontaneidad.

La cualidad que prefiero en una barra de un bar.
Que sea libre (barra libre).

Lo que más aprecio de mis escritores/as favoritos.
Que me hagan vibrar, sentir.

El principal problema de mi escritura.
Me cuesta tomarme en serio.

Mi ocupación preferida cuando NO escribo.
Ver la calle (en la calle).

Mi libro por escribir.
Todos.

El barrio en el que me gustaría vivir.
Chamberí.

La droga que me gusta (de haberla).
Psicotrópicos.

Mi autor favorito en prosa.
Philip K. Dick.

Mi periodista favorito/a.
Voy a tocar los huevos: César González Ruano.

Mi héroe de tebeo favorito.
Anacleto, agente secreto.

Mi heroína favorita de cine de serie B.
Morticia Adams.

Mi revolucionario preferido VIVO.
¿Puedo decir una muerta?
Petra Kelly.

Mi aperitivo favorito.
Campari.

Mi antihéroe de la vida real.
Gregorio Morán.

Mi antiheroína de la historia.
Katherine Hepburn.

Lo que odio sobre todo del mundo en el que vivimos.
La cobardía.

Personaje de la Transición que más hilaridad me despierta.
El rey Juan Carlos.

El hecho político reciente que más admiro (de haberlo).
El 15M.

La reforma del sentido del humor patrio que me parece más importante.
El atreverse a reír.

Como me gustaría morir (de ser necesario).
A tiros.

Estado actual de mi espíritu.
Vacante.

Faltas de ortografía que me inspiran la mayor indulgencia.
Todas.

Mi consejo a alguien que quiere dedicarse a escribir.
Que escriba ya, que no espere ni un minuto.
 

Tags relacionados: literatura número 227 Transición 15M
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comentarios

2

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    Pere Joan Sala
    |
    Mar, 07/22/2014 - 04:31
    Pues yo en Sant Adrià he visto un monton de banderas identitarias que tu dices, quatribarrades con l'estel, a pesar de la renuncia de individuos como tu, montados en el carro de la sopa boba, deja el municipio en manos de los peperos
  • |
    Marisa
    |
    Lun, 07/21/2014 - 10:09
    Un desclasado que juega a ser Gregorio Morán versión 2.0. Obrerismo con alergia a los nacionalismos y que acaban en la misma mesa que Ciudadanos.
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