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El colapso de un sueño

Basada en una novela de Robert Stone, 'Un hombre de hoy' advirtió de la reacción al auge de la contracultura en Estados Unidos.

11/07/14 · 8:00
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1970. Richard Nixon acababa de apelar a esa “mayoría silenciosa” que, según su interesada interpretación de las movilizaciones ciudadanas, apoyaba la guerra de Vietnam. Lo contracultural y la lucha por los derechos civiles se enfrentaban a respuestas reaccionarias. En ese contexto, Stuart Rosenberg (La leyenda del indomable) llevó al cine 'Una galería de espejos', texto del novelista cercano al movimiento beat Robert Stone (Dog Soldiers). Ahora recuperada en formatos DVD y Blu-ray, 'Un hombre de hoy' explica las vidas cruzadas de Rheinhardt, Geraldine y Rainey. Todos ellos son personajes heridos, los dos primeros en huída y desarraigados: uno, comunicador sin empleo, desencantado y alcohólico; otra, una prostituta desfigurada de buen corazón. Rainey es un trabajador social de pasado turbio e impulso redentor, desconcertado ante la realidad de la segregación racial.

A ojos modernos, la propuesta puede resultar extraña. Combina atmósferas pop y escenas parateatrales, algo artificiosas aun en su pretensión de resultar naturalistas. Los pisos de paredes desconchadas, las imágenes de suburbios, friccionan con una estilización interpretativa en la tradición del Actors Studio. Y la denuncia social, las historias de derrotas personales, conviven con una advertencia sobre la manipulación mediática que recuerda al Frank Capra de 'Juan Nadie'. Ambas obras fueron filmadas en momentos de transición hacia nuevas mayorías ideológicas, en el Hollywood que dejaba atrás el New Deal y el verano del amor, respectivamente.

Rheinhardt, el protagonista protagonista de 'Un hombre de hoy' comienza a trabajar en la emisora radiofónica WUSA, introduciéndose así en una red de empresarios y políticos ultraderechistas. El medio promueve un patriotismo de lemas inquietantes, denosta el gasto social y jerarquiza a los ciudadanos al dirigirse a “los americanos de América”.

El mensaje que desprende la narración es evidente: si no luchas contra la intolerancia, finalmente se volverá en tu contra. Por ello, la actitud del cínico locutor deviene contraejemplar. Su pasividad es implícitamente condenada por unos responsables que llaman a la acción. El jipismo, caracterizado como letárgico y estupefacto (o estupefaciente), tampoco es vislumbrado como una solución contra antagonistas con métodos y objetivos muy definidos... y que serían glorificados en futuras ficciones policiales (Harry el Sucio) o parapoliciales (El justiciero de la ciudad).

La conspiración cotidiana que incorpora la trama, sin aderezos de thriller ni grandes organizaciones ocultas, se avanza al cine paranoide de 'El último testigo' o 'La conversación'. Más que a complacer al público alternativo, 'Un hombre de hoy' parece aspirar a movilizar a una audiencia amplia, a protegerla del descreímiento. En un momento del filme, el propietario de WUSA afirma que aquellos no afines a su ideario deberán “apartarse del camino o serán arrollados”. Su afirmación tiene algo de profecía, porque se acercaba el triunfo de la revolución conservadora, de la desrregulación económica espolvoreada con retórica religiosa.

Una década después, el mismo Rosenberg firmaría una especie de despedida del reformismo progresista: en 'Brubaker', un alcaide intenta cambiar una prisión dominada por la corrupción y la brutalidad. Rodeado de actitudes y discursos fatalistas, el personaje acabaría sucumbiendo ante unas políticas antisociales que se convertirían en hegemónicas con la presidencia de Ronald Reagan. El compromiso que el cineasta reclamaba al antihéroe de Un hombre de hoy chocaba contra un muro de realidad.

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