'Ocho apellidos vascos'
Risas de usar y tirar

El fenómeno del año ha supuesto el mayor éxito de la productora de Telecinco, que apenas distingue entre entretenimiento y teletienda.

29/05/14 · 8:00
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Presentación de la película en Málaga. / Ayuntamiento de Málaga

El 8 de mayo, coincidiendo con la noticia de que la película saldrá a la venta en Blu-ray el 18 de julio, se filtra en internet una copia de 8 apellidos vascos con imagen casi perfecta. Se rumorea que ya existían copias pirata de inferior calidad; pero Universal Pictures, distribuidora en España de esta comedia romántica protagonizada por Dani Rovira, Clara Lago, Karra Elejalde y Carmen Machi, ha logrado placar la difusión de las mismas durante dos meses. Universal es consciente, como la productora de Ocho apellidos vascos, Telecinco Cinema, de que tiene entre manos un potencial gran éxito. Por ello, ha hecho esfuerzos ímprobos en lo relativo a la seguridad en las salas de exhibición y el acoso a las páginas de descarga directa e intercambio de archivos. La estrategia de la distribuidora se revela acertada: hasta el 8 de mayo, la película ha sido vista en salas por ocho millones largos de espectadores, lo que se traduce en 50 millones de euros recaudados. En cuanto aparece la copia citada, la taquilla desciende un 50%.

Pero, para entonces, Ocho apellidos vascos ya es la película con mayor permanencia ininterrumpida, nueve semanas, en lo más alto de la taquilla española, codo a codo con Avatar (2009); más aún, el título más visto de la historia en cines de nuestro país. Sus productores anuncian de inmediato una secuela, y es lógico pensar que este divertimento sobre los prejuicios con que cada región española contempla las demás, y las consecuencias que de ello se derivan a la hora de relacionarnos, mute en serie auspiciada por Telecinco una vez agotado el tirón de la franquicia en cines. En cualquier caso, pasados los efectos más devastadores del tsunami, parece momento adecuado para indagar qué razones podrían explicar un evento de esta magnitud, en un contexto por añadidura de crisis innegable para la exhibición cinematográfica.

La primera y más relevante, justificativa del aluvión de datos con que ha arrancado este artículo, parte de la idea de que 8 apellidos vascos no es tanto un acontecimiento cinematográfico como mediático y viral; por mucho que haya espectadores y críticos que prefieran acotar, romántica o interesadamente, la cuestión al ámbito cinéfilo, y cifren su repercusión en “su humor sano y efectivo”, en que “sirve a la España de la crisis para liberar endorfinas” o, en palabras del propio Dani Rovira, en que no requiere de “ningún tipo de proceso cognitivo” por parte del público. La película dirigida por Emilio Martínez-Lázaro podría haber sido un libro, o una pulsera veraniega adornada con banderas autonómicas. Su naturaleza intrínseca no tiene relevancia. Sus propias imágenes están contaminadas –panorámicas aéreas sobre marcos incomparables, interpretaciones espasmódicas y humor zambo, una labor de realización y montaje nefasta– con modos más propios del publirreportaje turístico y las series cómicas patrias, cuyas formas neutras y falso costumbrismo tanto daño están infligiendo a la higiene intelectual y estética de generaciones de españoles.

Esa infiltración de ciertas concepciones televisivas en Ocho apellidos vascos no tiene nada de inocente: Telecinco ha anunciado sin cesar a lo largo y ancho de su parrilla un producto que retroalimenta la incuria cultural y la sumisión ideológica al consumo. Características de una cadena que siempre ha buscado diluir, sin importar el segmento horario ni el programa, las fronteras entre diversión y teletienda. El resto lo ha hecho el gregarismo histérico de la sociedad española, ávida de acontecimientos de temporada que mascar y escupir con carcajadas goyescas al ritmo frenético que imponen quedadas nocturnas y redes sociales.

Lo peor es que Ocho apellidos vascos tiene como película un interés siquiera referencial. Se da en ella una curiosa mixtura de tendencias –a la que no es ajena la familiaridad con lo humorístico de los guionistas Diego San José y Borja Cobeaga– que abarca comedias norteamericanas como Los padres de ella (2000) o, como ha señalado el crítico Alberto Abuín, La fiera de mi niña (1938); subproductos nacionales de hace medio siglo con Manolo Escobar y Concha Velasco; fenómenos populares sobre las diferencias entre regiones como Bienvenidos al Norte, que, malas lenguas afirman, es el origen de Ocho apellidos vascos al no haberse podido comprar los derechos para un remake español de aquella comedia gala de 2008; y la influencia del programa vasco Vaya semanita (2003-2013), en el que colaboraron Cobeaga y San José, que se reía con atrevimiento de los tópicos de aquella región.

En ese sentido, el fracaso de Ocho apellidos vascos también parece evidente. Sea porque ha limado en sus fotogramas cualquier arista (y la continuación no se ubicará en una Catalunya inmersa en pleno proceso soberanista porque el tema, según su director, “está demasiado álgido para que lo suavice una comedia”), sea porque la España actual adolece de una catatonia colectiva, la película no ha sabido suscitar ningún debate de fondo sobre los nacionalismos, los efectos del lugar común en la mirada depositada sobre el otro, la pervivencia según los guionistas de convencionalismos en las relaciones entre sexos, o los defectos comparados de una Andalucía ranciamente españolista y un País Vasco aún sumido en la kale borroka y el silencio sobre el terrorismo etarra. Considerando que la película ha sido vista a la hora de escribir estas líneas por uno de cada cinco españoles, y que el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, demostró también, el 8 de mayo, que su argumento no puede estar más vigente al rebuznar en un acto de precampaña electoral que “no queremos una Europa parecida a Andalucía”, sólo cabe concluir que cada país tiene los gobernantes, pero también, el cine que se merece: banal, sin señas reales de identidad como tal, reducible a un tuit. Cine de usar y tirar. //

Tags relacionados: Número 223 País Vasco Telecinco Cine
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comentarios

1

  • |
    Jaime
    |
    31/05/2014 - 9:44pm
    Se agradecería evitar el lenguaje con dejes de "españolismo rancio", como "cada región española". Para algunxs esa "región española" de la que hablas no es tal sino que es un país sin estado. Muchas gracias.
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