Esta adaptación del cómic de Alan Moore y David Lloyd ha resultado ser más creativa de lo que se apreció en el momento de su estreno.
En el momento de su estreno, V de Vendetta (2006) fue acogida sin demasiado entusiasmo crítico ni popular. Aunque el ajustado presupuesto, 54 millones de dólares, del que dispuso esta adaptación del cómic homónimo escrito por Alan Moore e ilustrado por David Lloyd en los años 80 hizo que su decepcionante recaudación mundial no supusiera un grave quebranto ni para sus productores –entre los que figuraban Andy y Lana Wachowski, guionistas asimismo de la película– ni para el estudio que la auspició, Warner Bros.
En cuanto a las reacciones suscitadas, la prensa norteamericana fue más positiva que la europea. Esta última iba predispuesta en contra de la película dada la negativa de Alan Moore, autor por antonomasia, a figurar en sus créditos, escarmentado por los discutibles resultados creativos de Desde el infierno (2001) y La liga de los hombres extraordinarios (2003), versiones de otras creaciones suyas perpetradas antes por la industria del cine.
Pero V de Vendetta no dejaba de brindar en sí misma argumentos para arremeter contra ella. En su esfuerzo por recrear como largometraje de poco más de dos horas la saga imaginada por Moore, en la que un misterioso enmascarado (el V del título) lucha contra un gobierno totalitario con la única ayuda de una joven (Evey Hammond), los hermanos Wachowski cayeron en un reduccionismo argumental que hace de la película un ejercicio de narrativa telegráfica, meramente ilustrativa, que empeora el que los artífices de la saga Matrix cediesen la realización al novato James McTeigue, hasta entonces asistente en películas de los propios Wachowski y otros directores. Además, elegir para encarnar a Evey a Natalie Portman fue un error, tanto por la mediocre interpretación de la actriz (ganadora posteriormente del Oscar por Cisne negro), como por lo que implicó su presencia en términos de ennoblecer a Evey; en el cómic, una miembro de la clase obrera –para Moore, como para George Orwell, si hay esperanza de que un día cambien las cosas, ésta reside en los proletarios–, en el cine una oficinista empleada en un canal televisivo.
Sin embargo, la mayor modificación planteada en la película, por entonces considerada su más grave defecto, ha devenido con los años toda una virtud. Nos referimos, claro está, al hecho de que la obra de Moore y Lloyd plantease el anarquismo individualista como única forma de combate efectiva contra un fascismo cuyos rasgos eran, poco disimuladamente, los del conservadurismo de Margaret Thatcher, cuyo gobierno entre 1979 y 1990 inspiró la acerba línea ideológica del cómic. Los Wachowski –cuya productora se llama, no por casualidad, Anarchos, y cuyo cine está lleno de proclamas antisistema y antiprogramaciones– no sólo tuvieron el valor, en época de Guerra contra el Terror y burbuja económica, de introducir numerosos guiños críticos para con la Administración de George W. Bush y el conformismo social, sino que perfilaron además en el desenlace de su ficción una suerte de anarquismo colectivista que presagiaba y hasta en algún caso ha inspirado movimientos como Ocupy Wall Street, Anonymous o el 15M.
En este sentido, V de Vendetta película es hoy por hoy más actual que en 2006, y más pertinente que el cómic. Quién sabe si demasiado lúcido, Alan Moore cifraba el cambio en una cesión del testigo de la rebeldía de sujeto en sujeto. Los Wachowski, más optimistas, creen, como canta Patti Smith, que la gente tiene el poder; que sólo necesitan descubrirlo y, sobre todo, descubrírselo a sí mismos.
comentarios
1