Cómic
Alan Moore: La creación como acto de magia

Cultura popular y magia para cambiar el mundo de la mano de este guionista de cómic.

06/05/14 · 18:15
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En Humo Sagrado: ¿qué es la realidad? –artículo que circula por la red desde finales de los 90–, el guionista de cómic y ensayista Alan Moore proclamaba que la inmaterialidad de las ideas, su potencial para lo eterno, para ser comprendidas sin importar la época, hacía de ellas algo más real que lo que entendemos como realidad. Más aun, para Moore, “la existencia material se fundamenta por completo en el reino fantasmagórico de la mente, cuya naturaleza y geografía están aún por explorar”. Por ello, como detallaba uno de sus trabajos más explícitamente mágicos, Promethea (1999-2005), “cambiar un mundo es tan fácil como cambiar tu mente. Sólo que la materia es más viscosa que la imaginación, así que lleva más tiempo”.

Para quienes no hayan oído hablar del apodado, no por capricho, mago de Northampton, o no hayan tenido una de sus obras entre las manos, nos apresuraremos a presentar a este defensor de la cultura popular nacido en 1953 como un alquimista de la palabra, cuya obsesión no ha sido otra que “extender el alcance de sus obras”, tal y como confesó durante su correspondencia con otro autor de cómic, Dave Sim: “Y, con ‘extender mi alcance’, no quiero decir que más gente lea mi obra o que quiera vender más copias de mis cómics, sino que simplemente me gustaría que la gente que se expone a mi trabajo sienta que llega más lejos de donde habían llegado anteriormente con una obra parecida”. Este afán de trascendencia, no de su marca personal o de su reflejo capitalista, sino del coeficiente agencial de sus obras, está íntimamente relacionado con la magia, con la místicamagicolandia que Moore pone a trabajar cuando idea un cómic.

Argumentaba Carl G. Jung en su obra Recuerdos, sueños, pensamientos que el mito funciona como medio para expresar la esencia del ser humano: “El mito es más individual y expresa la vida con mayor exactitud que la ciencia. La ciencia trabaja con conceptos de término medio que son demasiado generales para dar cuenta de la diversidad subjetiva de una vida individual”. Esta cita vendría a explicar la querencia de Moore por los superhéroes, no como espejismos de lo suprahumano, sino como posible encarnación de los potenciales de un ser plenamente humano, tal y como puede leerse en Miracleman (1982-84) o la célebre Watchmen (1986-87). El mito es aquí signo, no de lo divino, sino de lo humano en su totalidad, para bien y para mal.

Primordiales y superheroínas

Recuerda Servando Rocha en el prólogo a Ángeles Fósiles, ensayo de Moore recién editado en España por La Felguera, que el autor británico “concibe la magia como sinónimo de arte, acudiendo una y otra vez a metáforas alquímicas a la hora de describir su trabajo o la forma en que entiende el arte. Porque arte y alquimia hablan un mismo lenguaje”. Moore se pregunta en estas páginas si una reafirmación de lo mágico como arte no podría proporcionar “la inspiración, la visión y la sustancia que están tan manifiestamente ausentes del mundo artístico de hoy en día (…) ¿O acaso deberíamos limitarnos a sentarnos y esperar a que lleguen los intelectos preter-humanos (…) y nos arreglen este desastre?” La Cosa del Pantano (1984-87), como las deidades lovecraftianas a las que se ha abandonado Moore en esta década, ejemplifican esa invocación a lo primordial como fuente de una magia que busca concretar nuevas y mutadas esencias, otras formas de hacer.

Esta lógica de la transformación, de la trascendencia, que articula Ángeles Fósiles, permite que un cómic como Promethea, protagonizado por un mito hecho de otros muchos (Prometeo, Wonder Woman, Babalon), cobre sentido completo. Y es que, una superheroína que se define a sí misma como “el sagrado resplandor de la imaginación” ya indica el sentido de la magia que su creador quiere invocar con ella. Alan Moore y el dibujante J.H. Williams concibieron con Promethea un nuevo mito, al rescatar la esencia de la (súper)heroína del folclore, de la historia. Un rescate que también es mutación; un hackeo del arquetipo heroico para cuya comprensión es necesaria una predisposición al cambio. Como advierte una de las encarnaciones de esta heroína en las páginas del propio cómic: “No quieres buscar folclore. Y, sobre todo, no quieres que el folclore vaya a buscarte a ti”, a no ser que estés dispuesto a correr algún que otro riesgo como lector/a.

La magia definitiva

La idea del apocalipsis como despertar atraviesa las obras de Alan Moore consideradas mágicas por esta periodista: Miracleman, V de Vendetta (1982-85), Watchmen, Prome­thea, La Liga de los Hombres Extraordinarios (1999-Hoy). La idea del apocalipsis como despertar atraviesa las obras de Alan Moore

Una idea que, como apunta Jack Faust, mentor de Sophie Bangs en Promethea, no deja de ser, además de milenarista, “excelente” para cualquier mago “auténtico”. Moore nos cuenta, como apuntábamos al principio de este artículo, que existen dos mundos, el material y el inmaterial. Como anfibios, vivimos entre estos dos planos, siendo la aspiración mágica definitiva que toda la humanidad salte de la materia a la inmateria, del mundo tangible a la imaginación. El apocalipsis, a la manera de Alan Moore, no remite a la destrucción del planeta, sino al cambio en “nuestros sistemas, nuestra política, nuestra economía… ¡Nuestras ideas del mundo!”.

En este sentido, hasta una obra tan cerebral en apariencia como Watchmen se nos descubre en su desenlace una trampa, una apología del caos verdaderamente creador, frente al caos organizado y utilitarista planeado por el personaje del poderoso Ozymandias. Aquella terrible simetría, enunciada por William Blake, que rige desde la primera a la última página la composición del cómic escrito por Moore, e ilustrado por Dave Gibbons, nos remite, como el poema simbolista, a un ojo o una mano inmortal cuyos designios están más allá de los intereses espurios de lo político y lo cotidiano; Watchmen no constituye, así, la descripción de un reflejo distorsionado de nuestro mundo, sino la descripción de sus últimas horas, abocadas, por un azar que no es sino destino, a un apocalipsis que conjurará desde su diario íntimo un desecho social, un iluminado.

No costaría demasiado tachar también a Alan Moore de iluminado. Y, aunque pueda sonar despectivo, es la cualidad que hace de él una figura única, no ya en el ámbito del cómic, sino en el de la cultura contemporánea, presa de la nostalgia y el miedo al futuro; amiga de los trucos y los atajos mágicos antes que de las invocaciones con sentido profundo. “Si quisiéramos –afirma convencido Moore–, “podríamos cambiar las cosas. En vez de una magia sometida a un pasado dorado imaginado con afecto, o bien a la pálida fantasía de una especie de futuro de parque temático sobre los Dioses Antiguos, podríamos intentar desarrollar una magia que fuera adecuada y relevante para la época tan extraordinaria en la que residimos”.

5 comics de Alan Moore  para hacer magia

Alan Moore comenzó su trabajo como guionista de cómic a finales de los años 70. Desde entonces ha desarrollado varias series, tanto en las principales editoras estadounidenses como de manera independiente.

1. Marvelman/ Miracleman (1982-1984)

Moore recupera a un superhéroe menor de los años 50 y lo somete a un recital implacable de magia negra, que deriva en la primera de sus grandes revisiones del género.

2. La cosa del pantano (1984-1987)

Otra recuperación excepcional de un cómic previo. Odisea de una entidad y, por extensión, un mundo primordial, que trascienden el control de lo humano.

3. From Hell (1989-1996)

Disección del mito de Jack el Destripador y la sociedad británica del XIX, pero, sobre todo, conjuro de la cara oculta de lo visible a través del lenguaje de las viñetas.

4. Promethea (1999-2005)

Oda a la imaginación, personificada en la diosa que da título a la obra, a la que el lector tiene acceso en primera persona a través de la propia obra, articulada como fuente de conocimiento gnóstico.

5. La liga de los hombres extraordinarios (1999-2014)

Reivindicación de la ficción popular como arma subversiva contra lo pactado como real. Abstenerse fans de Harry Potter.

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comentarios

3

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    19/05/2014 - 1:23pm
    Grande Alan Moore! Yo estoy ahora leyendo la cosa del pantano, y la verdad es que hizo un gran trabajo con ella.
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    naomi
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    19/05/2014 - 3:36am
    dces 'discrepo' pero no dices en què... luego te masturbas en pùblico, como todos los magufos... en fin, excelente el artìculo, elisa... me voy  a bajar marvelman para releer
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    Tomeu Giro
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    17/05/2014 - 7:29pm
    Discrepo: mis estudios me llevan a asumir que la magia conjura de manera simultánea el arte, la ciencia y el mito: he aquí la gracia, la complejidad y su poder [o las artes, las ciencias y los mitos].Además, no es sólo una combinación cualquiera; no es religión, católica, musulmana o budista, que también son construcciones de artes, mitos y ciencias. Para hacer magia se debe querer conjurar estos tres ámbitos de conocimiento; para hacer magia se ha de “querer hacer magia”. Se debe distinguir entre “magia para uno mismo” y “magia para los otros”: pues están situadas a dos niveles diferentes – la “magia para uno mismo” estando a un nivel cognitivo mucho superior. Por esta razón es ilegítimo utilizar los conjuros de la “magia para uno” para intentar hacer “magia para otros”: es querer cruzar la frontera entre sugestión e imposición, entre comunicación y dominación, entre epistemología y ontología, entre filosofía y religión, entre investigación de conocimientos y obstrucción de los saberes o entre creación y gangrena. Coincido: << podríamos intentar desarrollar una magia que fuera adecuada y relevante para la época tan extraordinaria en la que residimos >>. A niveles superiores de conjuros, el mago está en un proceso de liberación de la “magia para otros” que recibió como diferentes tipos de herencia; después, el mago puede trasladar sus vivencias a “niveles cognitivos superiores” a expresiones y comunicaciones (y vivencias) de “magia para otros”, confrontarse con los demás, recibir de los demás sus reacciones, recibir de los otros sus “magias para otros” y volver a empezar el ciclo de introspección-comunicación. Los 4 jinetes del apocalipsis ya están cabalgando y vosotros no me estáis ayudando nada. Ggggrrrrrrrr.
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