Reinos desaparecidos. La historia olvidada de Europa | Norman Davies
Los países que dejaron de serlo

Galaxia Gutenberg publica en castellano Reinos desaparecidos. La historia olvidada de Europa, una obra que describe la historia desde la mutabilidad del mapa geopolítico.

03/04/14 · 8:00
Edición impresa
Retrato de familia real montenegrina.

Hace ya más de una década tuve la oportunidad de conocer a una princesa. A pesar de no ser ni excesivamente agraciada ni tampoco admirablemente diestra, tenía sangre real en las venas. Era la heredera legítima del extinto reino de Montenegro. En­tonces su situación de destronada me llamó la atención, pero no investigué mucho más, tanto ella como yo teníamos otras curiosidades sobre las que indagar primero. La vida nos encaminó más tarde por senderos diferentes de modo que sólo he vuelto a acordarme de ella en estos días gracias a la lectura de Reinos Desa­parecidos. La historia olvidada de Europa, de Norman Davies, recientemente editado por Gala­xia Gutenberg.

El libro en cuestión es un magnífico compendio de historia donde su autor, con una prosa resuelta y ligera, da cuenta de la movilidad de las fronteras en el interior de Europa, rescatando para ello aquellos reinos que en algún momento llegaron a ser y, en otro, dejaron de serlo.

La serenidad llega cuando hacemos un traslado de aquella historia (o historias) a nuestro tiempo presente
Si bien no es un libro para leer de una sentada –más de ochocientas páginas donde los datos históricos, fechas, linajes, nombres y topónimos, se abren paso entre anécdotas divertidas, curiosos fragmentos de textos de época, sucintos mapas y árboles genealógicos–, lo cierto es que su lectura más o menos continuada produce una sensación que comienza en el vértigo y acaba en la serenidad (aunque seguro puede producirse en dirección inversa).

El vértigo se produce al constatar la permanente fragilidad del mundo conocido. Por mundo conocido me refiero en este caso a ese conjunto de estructuras sociopolíticas que enmarcan durante cierto tiempo la realidad de un grupo de personas. La serenidad llega cuando hacemos un traslapo de aquella historia (o historias) a nuestro tiempo presente y caemos en la cuenta de que no vivimos en un periodo excepcional. Sólo entonces adoptamos esa mirada, que es la de Davies –como la de cualquier historiador– desafectada de la contingencia de los acontecimientos.

Datos ruinosos en la memoria

Cuando Davies escoge hablar de reinos desaparecidos –aquellos que durante días, años o incluso siglos vivieron momentos de gloria para luego desaparecer hasta no dejar más que unos pocos datos ruinosos en la memoria de nosotros sus contemporáneos–, lo hace para advertirnos que creer que hemos alcanzado alguna fórmula política, estructura social o mapa fronterizo estable y legitimado por el tiempo y los muertos en ese tiempo caídos en nombre de, no es más que una ilusión. Claro está que es gracias a la prosecución de esa ilusión que se justifican los desmanes que produce la Historia, pero ése es otro cantar. Los países, las naciones, los reinos, los Es­ta­dos, las civilizaciones no son inmutables y su desaparición, transformación o desmembramiento sucede continuamente. Es un suceso continuo. De modo que aquello que nos parece ser el acto final –ya hemos visto que nunca es final del todo–, aquel donde, por ejemplo, se firma un nuevo alineamiento fron­terizo, llega sin que por lo común los protagonistas del momento se hayan apercibido del estado cambiante –calamitoso cuando se trata de perder poderío– de la situación.

Más que la historia olvidada de Europa, Norman Davies escribe la historia de Europa desde la perspectiva de la mutabilidad del mapa geopolítico tal vez para así poder ver mejor aquello que no cambia o, para ser precisos, aquello que lo hace a un ritmo más lento: además de los ríos, las montañas y los campesinos cultivando tradiciones y cereal, la premisa del poder por mantener su dominio.

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