Charlamos con José Luis Tirado, director de 'El Caso Rocío. La historia de una película secuestrada por la Transición', que recupera y analiza el documental de Fernando Ruiz de Vergara, 'Rocío'.
“Pregunta hoy en Almonte por Rocío y te dirán que ni se te ocurra ver eso”, exclama José Luis Tirado, pese a que ya han pasado más de 35 años desde que un equipo encabezado por Fernando Ruiz Vergara rodara este documental sobre la romería del Rocío. Las presiones por silenciar esta cinta no han cesado desde su estreno en 1980. Tirado reconoce incluso que presionaron al Festival de Cine Europeo de Sevilla de 2013 para que El Caso Rocío se incluyera junto a una programación rociera. El Festival no cedió y la cinta se estrenó en solitario.
El Caso Rocío es el resultado también del trabajo de Alejandro Alvarado, Francisco Espinosa, Antonio Orihuela o Ángel del Río, entre otros, como recoge el libro editado por Aconcagua. Sus investigaciones repasan la historia de este documental, secuestrado en 1981 y censurado en parte desde 1982, por el que su director se exilió a Portugal en 1984, donde residió hasta su fallecimiento en 2011. Hoy todavía no se puede emitir públicamente de forma íntegra en el Estado español. Por eso, ahora se esfuerzan en poder difundir ambas cintas (sin censurar) en el extranjero o en internet, ya que incluso la versión de Rocío que se puede ver en Youtube, la emitida por La 2 en los años 80, está recortada y sin ningún aviso sobre lo eliminado.
“Rocío es muy buena y está muy bien hecha –reitera Tirado–, aunque su mayor defecto sean unos pequeños guiños de carácter andalucista”. No obstante, señala Tirado, la “importante aportación [de Rocío] desde la periférica Andalucía a los largometrajes documentales que se produjeron en el cine de la Transición, que pretendían construir un discurso crítico”.
Sólo hay un momento en que la voz de Tirado se muestra más débil, más lenta, más triste. Es cuando recuerda que Fernando Ruiz no pudo ver el montaje de El Caso Rocío y que él fue una de las últimas personas en España con quien habló días antes de su muerte en octubre de 2011. Ruiz pasó sus últimos días en un hospital de la beneficencia en Portugal, donde le cuidaban de su enfermedad respiratoria. “Era un reconocimiento a él, aunque no queríamos hacer un panegírico de Fernando. Nuestra intención no era la de crear un personaje, un héroe o un antihéroe. El interés de El Caso Rocío era hablar de Rocío. Eso era lo importante, porque esta película tiene muchas lecturas”.
“Vivía sin un duro”, apostilla Tirado, que recuerda en las formas de hacer Rocío a las suyas o a las de otra tanta gente que hoy tiene que pelear con las distribuidoras, con el boicot económico de las productoras, con las nuevas formas de la censura... “Hay muchas cosas en común, estamos hablando de gente voluntarista, con cámara de 16 milímetros, con un presupuesto exiguo y muy pocos medios. O sea, estamos hablando de nosotros, es más o menos la misma historia”. Y las películas de Tirado así lo reflejan: La Liga de los Olvidados, Paralelo 36, Fuentes de la Memoria, Democracia, marca registrada, Dónde hay patrón..., películas que se distribuían en la red libremente y han sido retiradas de su espacio en blip.tv. No es censura, más bien una nueva política comercial de esta compañía. Son otros tiempos, aunque recuerden a historias tan actuales como la de Patxi Ibarrondo y el semanario La Realidad o el caso de Café amb Llet.
Falsa transición
“El Caso Rocío recoge todos los elementos de una falsa Transición”, según Tirado. Fernando Ruiz Vergara y su equipo, entrevistados en el documental de Tirado, llegaron a Almonte en 1978 desde Portugal, donde habían presenciado la Revolución de los Claveles de 1974. Así, “no supieron calibrar la correlación de fuerzas del momento. Con la muerte del dictador no muere la dictadura. La Transición más que un periodo histórico significa una estrategia para que los poderes tácitos del Franquismo sigan durante el nuevo régimen”.
“Fernando fue al Rocío con un planteamiento etnográfico de contar con una mirada crítica lo que es la romería del Rocío. Estamos acostumbrados a esos reportajes lacrimosos, llenos de fe, pero que no encierran ni el más mínimo atisbo de inteligencia crítica. Cuestionaba el tema sociológico, etnográfico, histórico, antropológico, tratando de buscar unas raíces y explicaciones históricas a ese fenómeno. Allí se tropieza con un hecho y no puede mirar para otro lado. La relación directa entre algunos de los fundadores y/o responsables de algunas hermandades del Rocío y los protagonistas de la represión en 1936”, explica Tirado.
Sólo en Almonte asesinaron a cien personas y Ruiz Vergara pone nombre a uno de sus responsables: José María Reales Carrasco, terrateniente, bodeguero, fundador de la Hermandad de la Virgen del Rocío de Jerez y alcalde de Almonte durante la dictadura de Primo de Rivera. “Cuando hacemos Fuentes de la Memoria en 2009, la gente empieza a darte nombres de represores. No tienen miedo a decir que Mola era un asesino, pero sí a decir lo mismo del cacique de su pueblo”, y ahí es cuando para Tirado cobra peso el fantasma de Rocío.
El 4 de febrero de 1981 se estrenaba en Madrid la película en el cine Bellas Artes, tras la polémica surgida al ganar el premio del Festival de Sevilla y ser seleccionada por el Ministerio de Cultura para el Festival de Cine de Venecia. En las butacas, además de Tirado, se encontraban sentados políticos, escritores y poetas andaluces como Antonio Gala, Alfonso Guerra, Fernando Quiñones o José Caballero Bonald. Pero también la seguían con gran atención los delegados de la familia Reales Carrasco.
Días después, el 23F, los hijos de Reales denunciaban la película por escarnio a la religión católica e injurias graves hacia su padre. Tras tres años de proceso judicial, el Tribunal Supremo confirmaba la condena a Fernando Vergara de dos meses y un día de arresto mayor, 50.000 pesetas de multa y una indemnización de diez millones de pesetas en concepto de responsabilidad civil. Además de este proceso judicial, que en ningún momento negó la veracidad de los hechos, el tribunal también exigió la censura de los fotogramas donde se relacionaba a Reales con la represión de 1936. Vergara no llegó a entrar en la cárcel, pero esta sentencia significó el final de su carrera cinematográfica.
Más allá de la censura
En 1981, Tirado salió del cine impresionado por cómo trataba abiertamente lo sucedido tras el golpe de Estado de 1936. “Pero sobre todo me llama la atención el tratamiento de las tradiciones, cómo se enfrenta a una realidad tan compleja. Incluso sin decir nada, sólo con el tratamiento de la imagen de esa festividad que estábamos acostumbrados a ver con otra mirada. Eso es lo que realmente me marca, y me ha acompañado esa forma de mirar durante muchos años”. Y se refleja en los primeros minutos de El Caso Rocío. Imágenes desoladoras de la ermita del Rocío, sólo poblada por el albero que la rodea, y en la que como casi cualquier día no pasa nada.
“Planteamos que el Rocío es un parque temático, de ahí esos planos. Rocío es una aldea sin prácticamente ningún tipo de actividad, que obedece a una festividad que se celebra una vez al año. Es un parque temático porque se trata de que nada cambie. El suelo es de tierra para que los caballos monten esas polvaredas que forman parte del espectáculo”, explica Tirado, que durante la entrevista no ha dejado de destacar el gran interés etnográfico de Rocío. “No sólo queremos denunciar la censura, sino poner en valor la película”. Rocío refleja cómo en la romería se suspenden, que no olvidan, las tensiones entre los caciques de la zona y quienes trabajan en el campo, de una forma muy similar a cómo Manuel Chaves Nogales lo describe en 1936 en Andalucía Roja y La Blanca Paloma; fija la atención en el papel que desarrollan las mujeres esos días, tanto en la retaguardia de los festejos, como cuando se arrancan a bailar; desmonta otras verdades históricas relacionadas con la creación del mito de la Virgen del Rocío o las afrentas que la virgen sufrió durante la II República, relacionadas realmente con la reforma agraria.
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