Alguien comentó en una ocasión que teníamos que empezar a pensar qué tipo de jet-set queremos, porque un día tendremos una beautiful people.
Lo que tenía que pasar pasó. Al final tuve la oportunidad de ver la película sobre las seudobrujas de Zugarramurdi. Chiquilladas en los chistes, cortes en el ritmo, un guión torpe sin sentido, un par de actores insustanciales… y ha sido una película de éxito, según muchas noticias. Solo en algunos blogs y páginas web se ha criticado, con toda la razón, porque, con un guión sexista, los papeles de las mujeres son histéricos y perversos. Sin embargo, después de que en la aldea global hayamos construido nuestro caserío cosmopolita, el producto del cineasta bilbaíno ha sido elogiado, porque nuestra alta cultura es fina, galante y bien educada.
En una escena kitsch de la película, en medio de un aquelarre, nos aparece como adorno un lauburu, el viejo disco solar con forma de esvástica. Cada vez que me acerco a Biarritz y a San Juan de Luz, en muchas tiendas me encuentro trapos y toallas de baño con lauburus bordados. A decir verdad, no me imagino secándome los sobacos o el culo con un lauburu, y que nadie piense que para mí este símbolo es sagrado, pero este lauburu tiene su mejor lugar en la estética de la antigüedad y en los prados de los eguzkilores o cardos solares, no en nuestras ciudades posmodernas, paleoliberales, meapilas, tecnocráticas y burocratizadas, donde todo lo damos por normal, incluyendo las seudobrujas, los lauburus de plástico y los turistas faltos de juicio.
Con esta cacharrería hemos hecho nuestra Transición Vasca, en nuestro euskera batúa o unificado, en nuestras vidas de diseño, añadiendo unas pocas palabras a nuestro diccionario: “terrorismoa”, “ezker abertzalea”, “askatasuna”, “independentzia”, “bakea”, “zoru etikoa”, “eusko label”, “I am Basque”. Desde hace tiempo, bastantes de estas palabras también son usadas en español: “terrorismo”, “izquierda abertzale”, “libertad”, “independencia”, “paz”, “suelo ético”, “eusko label”, “I am Basque”. Contra la violencia y el lenguaje de la sangre, desde el idioma hasta los medios de comunicación y las instituciones, hemos querido “normalizar” cada detalle, en busca de la “estabilidad”. Al final del proceso, hemos alcanzado una jerigonza batúa, unificada, hasta perdernos los euskaldunes en el caos del orden.
Una vez Bernardo Atxaga describió el recorrido que lleva de “Euzkadi” a “Euskadi”, el paso que se tenía que dar en la transición del Pueblo Vasco (Euskal Herria) a la Ciudad Vasca (Euskal Hiria). No obstante, aún siendo una necesidad, en la plaza no todos los euskaldunes somos Euskadi. La Comunidad Autónoma Vasca no es la Comunidad Foral de Navarra y, asimismo, la Comunidad Foral de Navarra no es Navarra. Los euskaldunes son más que vascos, o menos, pero no son sinónimos hoy. Tal vez no seamos más que bascotilles en la cultura vasca, “art à basque” diría Paul Azoulay, simplemente una esthétiquette.
Creo que hemos hecho la transición del terreno del grito “Jo ta ke” a la tierra quemada del lema “Pijo ta ke”. Idurre Eskisabel ha puesto un ejemplo acertado de ello. Una persona amiga de ella, totalmente independentista, le comentó en una ocasión que teníamos que empezar a pensar qué tipo de jet-set queremos, porque un día tendremos una beautiful people. El gusto por el glamour, sí.
La historia se aproxima primero como tragedia y luego como farsa. Y cuando regresas del trabajo, tan pronto como enciendes Euskal Telebista, al aparecer en pantalla el programa “Ongi etorri”, ante tus ojos tienes casas enormes y clasistas de lujo, sin disimulo, gente guapa, como si afuera la gente común no hubiera perdido la vivienda. En la cultura del espectáculo la casa del padre de Gabriel Aresti ha caído en una hipoteca, sin percatarnos de nuestra miseria.
No estaría mal introducir nuevas palabras en el relato de la cultura vasca: “posdemokrazia”, “eskuin abertzalea”, “bilbozentrismoa”, “eusnob”, “prekariegoa”, “etxe kaleratzea”, “parte-hartze preferenteak”, “moroak gara”, por ejemplo. Unas cuantas de estas palabras también se han empleado recientemente en español: “posdemocracia”, “derecha abertzale”, “bilbaocentrismo”, “eusnob”, “precariado”, “desahuciar”, “participaciones preferentes”, “somos moros”. De todas formas, no está de sobra recordar que yo soy un euskaldunberri, un euskaldún novato, y que me pierdo en los museos de titanio, pues no soy muy cool (o euscool). Todavía no me he acostumbrado bien a vivir en Euskool Herria, quizá porque las olas del Golfo de Bizkaia me traen el silencio de los ahogados de Lampedusa.
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