¿Hay vida más allá del cierre de Megaupload? Nuestra cronista ha sobrevivido a la experiencia y nos ofrece su diario como testimonio.
- Foto: David Calvo
DÍA 1. Cierra Megaupload. Mi página de descargas favorita se ha convertido en una zona cero con los antiguos enlaces reducidos a cenizas. No puede ser cierto. Clic, clic, clic. ¡Clic, clic, clic! Tras una extenuante búsqueda descubro que sigue habiendo servidores que aún almacenan algunas series. Uf. Vuelvo a respirar. Paso el mono con viejos capítulos de El Príncipe de Bel Air, pero Carlton Banks no consigue hacerme olvidar la tragedia... ¿Qué voy a hacer el resto de mi vida?
DÍA 2. Leo que en breve se aprobará la Ley Sinde-Wert. Acongojada ante la posibilidad de que el FBI o los GEO irrumpan en mi casa mientras veo en pijama The Walking Dead, trato de hacerme a la idea de que no es tan grave y que hay otras mil formas de ocio. Salir a la calle no es una opción. Decido desempolvar el mando a distancia y disfrutar de las opciones que ofrece la TDT. Enciendo la TV y descubro que tengo cien
canales a mi disposición. Esto no puede estar tan mal, ¿no? Descubro que, si se miran con los ojos entrecerrados, las cortinillas de promo del canal Canarias se parecen a Lost. Es más difícil que Caco Senante explicando recetas de cocina se parezca a Jack Shepard, pero lo intento. Lo intento.
DÍA 5. Tras varias noches haciendo zapping entre teletiendas, predicadores, tertulias de extrema derecha, películas de Jackie Chan y Chuck Norris y reposiciones de Médico de Familia, decido tirar la toalla de la TDT. Le echo un vistazo a mi colección de DVD, formada, casi en un 80%, por las películas que daba Público. Mato el gusanillo comprobando lo difícil que era abortar en la Rumanía de Ceaucescu. Me percato de que llegará el día en que tenga que saltar a los documentales de Carl Sagan. Lloro.
DÍA 9. No lo puedo evitar. Echo de menos a Tony Soprano, la suciedad de las calles de Baltimore, los atracones de tres en tres capítulos; añoro hasta al insulso de Don Draper. Decido ir en busca de un videoclub. Primera decepción: la oferta de series no es muy amplia y sólo llegan hasta la segunda temporada de Twin Peaks. Segundo chasco: a tres euros por DVD, y a cinco discos por temporada, el alquiler sale por un pastón.
DÍA 12. En la oficina, rehúyo a mis compañeros a la hora del café. Ya no sé de qué hablar: cerrado el grifo de las series se nos han acabado los temas de conversación y miramos fijamente a las tazas de café entre silencios incómodos. Alguien propone hablar de Con el culo al aire. Le tiramos bolas de papel hasta que nos
amenaza con demandarnos por mobbing.
DÍA 15. He conseguido que mi vecino me preste su DVD de Boardwalk Empire a cambio de ocuparme de su colada durante los dos próximos meses. Me raciono los capítulos como si fueran un bien preciado. Se me ocurre que esto es peor que la ley seca. Necesito a un Nucky Thompson de los vídeos pirata.
DÍA 18. Presa del mono, he empezado a ver Amar en tiempos revueltos. ¡Cientos de entregas, y encima TVE permite ver todos los capítulos en su web! Además, ya tengo tema de conversación con mi abuela. Tras varios atracones compulsivos que sólo tienen un leve regusto a metadona,
descubro que mi abuela usa la serie para echarse la siesta.
DÍA 21. En pleno ataque de ansiedad decido bajar a la calle y al salir del portal me topo con Pedrito, el antiguo empollón de mi cole. Le lloro mis penas y me suelta un rollo sobre las libertades en internet y la neutralidad en la red del que consigo entender que eso del eMule todavía chuta. Corro a casa a instalarme un programa de P2P y vuelvo a respirar con normalidad. Me he bajado de un tirón las cuatro temporadas de Breaking Bad con subtítulos en ruso, pero no está mal para empezar. Para cuando salga en EE UU la segunda temporada de Juego de Tronos seré una experta en Torrent. Amanece un nuevo día.
comentarios
10