Un día menos. Una programación más ajustada. Son los datos del 46 Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña, en el que lo económico se ha erigido como la más hiriente de las nuevas formas del mal anunciadas, pero no sólo.
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El tema oficial que ha articulado la programación de la 46ª edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña ha sido el nacimiento de nuevas formas del mal. Tanto a nivel social (proliferación de nuevos cultos, sectas y otros ritos alternativos de lo gregario) como íntimo. Así, perfilado en anteriores ediciones del certamen y concretado en ésta, en la construcción de lo que entendemos por femenino y sus servidumbres, en especial la maternidad, está la clave de lectura de una selección de películas que también han abordado la venganza contra el orden patriarcal, las masculinidades alteradas, y la crítica al buenismo de supuestos discursos revolucionarios. No vamos a atrevernos a hablar de feminismo hiperconsciente en lo que al fantástico se refiere, pero cuando un discurso y un género coinciden en dar ideas para destruir el sistema, no podemos más que aplaudir tales esfuerzos creativos y alentar el visionado de otras realidades que, en definitiva, hablan de la nuestra.
Ambigüedades de(l) género
Quizás el título más revelador en lo que a la ambigüedad de ser madre se refiere haya sido Proxy (Zack Parker, 2013), intriga sobre una joven víctima de una brutal agresión que le hace perder el hijo que esperaba. La protagonista entabla, a partir del suceso, una peculiar relación afectiva con una madre que disfruta del plus de dignidad que esto le concede simulando en público haber perdido a su único hijo.
El director de la película, Zack Parker, que no tiene problema en calificar la experiencia de la paternidad de “verdaderamente terrorífica”, plantea una fábula que perturba al espectador no tanto por sus continuos requiebros narrativos, sino por lo que éstos representan en cuanto a romper con nuestras expectativas ideológicas: “Me interesaba mostrar el proceso por el cual los hijos se convierten en la única cosa que importa en el mundo hasta llegar a acabar con la pérdida de la propia identidad. […] Para mí, los personajes femeninos son más interesantes, con más matices que los hombres. Expresan más a nivel emocional y psicológico, de forma que me permiten profundizar. A la larga, el público tiende a confiar más en ellas, porque espera que sean las víctimas de la historia. Ello me permite jugar a la hora de crear suspense con una ambigüedad que posibilita introducir giros importantes en la trama”.
También aparentes víctimas en la ficción son las jóvenes protagonistas de We Are What We Are (Jim Mickle, 2013), hijas de una pareja de caníbales perfectamente socializados, cuyas costumbres amenazan con poner en evidencia una catástrofe natural. La desaparición repentina de la madre abre una herida en el cuerpo familiar, una ventana de oportunidad y cuestionamiento de la tradición que las dos chicas intentan aprovechar en contra de los deseos del patriarca. La pugna entre padre e hijas se resuelve en una escena última salvaje, que es a la vez ceremonia gastronómica y bronca familiar.
Asimismo familiar es el sustrato de Byzantium (Neil Jordan, 2013), crónica vampírica sobre una madre y una hija que llevan 200 años eludiendo la luz y un orden social de los no muertos clasista y machista. La ironía reside en que la emancipación de ambas pasará por la irrupción de ese amor romántico, heteronormativo y recurrente que todo lo desactiva.
Y se vuelven a repartir el protagonismo dos mujeres, en este caso hermanas, en The Wait (M. Blash, 2013), drama familiar con el cuerpo de la madre presente que reflexiona sobre la necesidad de significar, en estos tiempos hípster, las heridas para poder asumirlas. La ceremonia como protocolo, la ficción como mentira para una generación que percibe como amenaza a la siguiente, aquella que entiende el Cambio –la violencia– como algo natural e inevitable.
Cerramos esta selección con Love Eternal (Brendan Muldowney, 2013) por el contraste entre la madre que quiere suicidarse, pues admite no sentir nada por su hijo, y otra de las progenitoras de la historia, a la que la sola idea de sustituir a su hijo fallecido por otro le es inconcebible; y con Dark Touch (Marina de Van, 2013), que parece decantarse por un discurso realista a pesar de la casquería, que enlaza con lo planteado por The Wait al subrayar, asesinato en serie mediante, la incapacidad de esta generación de padres para encauzar la semilla del Mal –éste sí– con mayúscula.
Madres y frustradas de premio
Las películas más celebradas de la edición, The Congress (Ari Folman, 2013) y Borgman (Alex van Warmerdam, 2013), también juegan con el estereotipo de lo que se espera hoy de una madre. En la primera, merecedora del Premio de la Crítica, el responsable de Vals con Bashir (2008) alterna imagen real y animada, y sintetiza en la actriz Robin Wright, que se interpreta a sí misma en esta adaptación de un relato de Stanislav Lem, la esencia del sacrificio vital por un hijo.
La segunda, ganadora del Premio a la Mejor Película, es la crónica de la incursión en una familia acomodada de un supuesto vagabundo, encarnación del Mal en estado puro. Borgman logra ganarse la confianza de padre e hijos, y hacer su voluntad con todos ellos, tras haber detectado en la madre innumerables frustraciones consecuencia de una vida programada, que utiliza con metódica precisión en su favor.
También insatisfecha con su vida, condicionada por las expectativas de los otros, encontramos a la protagonista de la película ganadora del Premio al Mejor Guión, Coherence (J.W. Byrkit, 2013). Adscrita a la ciencia ficción, género en auge en estos últimos tiempos por propuestas de alto presupuesto como Gravity de Alfonso Cuarón, Elysium (Neill Blomkamp, 2013) o la recién estrenada El juego de Ender (Gavin Hood, 2013), Coherence no destaca por el dinero invertido en pirotecnia, pero sí por rescatar la esencia del género: la ciencia ficción como hiriente metáfora del día a día.
Y porque la frustración no tiene edad, el Premio a la Mejor Actriz ha recaído en Juno Temple, protagonista de Magic, Magic (Sebastián Silva, 2013), retrato de la profunda insatisfacción que guía a cinco jóvenes inconscientes hacia el abismo propio de quien todavía cree que la vida no es más que un presente continuo.
Romper con el sistema
Pero no todas claudican. Incluso algunas se atreven a romper, literalmente, con el sistema e instalarse en los márgenes. Éste es el caso de las protagonistas de Mala (Adrián Caetano, 2013), Mindscape (Jorge Dorado, 2013) o los personajes de las ya citadas Proxy y We Are What We Are. El despertar de las que abrazaron la programación de género podría resumirse en una imagen catártica: el linchamiento del quarterback homicida a manos de sus potenciales víctimas, el grupo de animadoras de All Cheerleaders Die (Lucky McKee, 2013).
Porque el mal reside en mirar para el otro lado. En primar las pequeñas miserias y teñirlas de grandes discursos. No es de extrañar que la superviviente de The Green Inferno (Eli Roth, 2013) opte por la mentira en pos de un supuesto bien mayor. Tampoco sorprende ya que el cine se escude en una crisis, la que sea, para justificar películas con emplazamiento de producto como The Sacrament (Ti West, 2013). Es por esto que la violencia hiperbólica, el sarcasmo y la ironía, querer ahogar al espectador en sangre y verdades desnudas... son, más que necesarios, obligatorios en estos tiempos donde tan sólo prima la rentabilidad del significante, y no la profundidad de su significado.
Este Festival Internacional de Cine debería aprender de lo que programa porque, para aspirar a un verdadero Cambio, al encauzamiento del Gran Mal, al Apocalipsis definitivo, entendido éste como destrucción de todo aquello que nos encadena a un contexto miserable, hace falta mucho más que una campaña publicitaria o una declaración de principios. Evitar la barbarie invirtiendo en cultura implica comprometerse con la esencia. El resto es accesorio, pero, como se ha recordado en repetidas ocasiones a lo largo de este certamen, el mal tiene muchas caras. Escojan la que más les satisfaga.
Ellos, (no tan) fantásticos
El reverso lógico a una edición de Sitges marcada por la subversión de lo consensuado como femenino lo definieron varias fábulas sobre una masculinidad en entredicho.
Bad Milo! | Jacob Vaughan (2013)
A un ejecutivo en situación laboral inestable e intimidado por el embarazo de su mujer le surge del ano un monstruito, el Milo que presta su título a la película, cuyas sangrientas actividades sirven al indisimulado propósito de vengar las afrentas que nuestro protagonista sufre a diario. Comedia escatológica de Jacob Vaughan mucho más ingeniosa de lo que da a entender su premisa argumental.
Bienvenidos al fin del mundo | Edgar Wright 2013
Tras Zombies Party (2004) y Arma Fatal (2007), el 29 de noviembre se estrena en España la tercera colaboración conjunta de los actores cómicos Simon Pegg y Nick Frost con el director Edgar Wright. Oda irregular al peterpanismo y la nostalgia a destiempo, que acaba concediendo al más díscolo de sus cinco viejos amigos protagonistas el derecho a reinar sobre su propia inmadurez.
The Dirties | Matt Johnson (2013)
Sitges 2013 ha puesto en el punto de mira la amistad masculina, sujeta a imponderables más perturbadores de lo que se está dispuesto a admitir. The Battery, Afflicted y The Dirties tenían muchos puntos en común, pero la más interesante es la tercera, muestra de ‘metraje encontrado’ sobre un estudiante que planea una matanza en su instituto con la complicidad involuntaria de su mejor (único) amigo.
Interior.Leather Bar | James Franco (2013)
El polifacético James Franco intenta recrear cuarenta minutos perdidos de A la caza (1980), intriga protagonizada por Al Pacino que, por su visión del ambiente gay de San Francisco, fue víctima en la sala de montaje de la corrección política. Los preparativos de su reimaginación de ese metraje perdido dan pie a Franco para reflexionar sobre las imposturas de la heterosexualidad masculina.
Sólo dios perdona | Nicolas Winding Refn (2013)
Cuando leas estas líneas, ya se habrá estrenado aquí esta segunda realización de Nicolas Winding Refn interpretada por Ryan Gosling. La primera fue Drive (2011), tan bien recibida en Sitges hace dos ediciones como esta fábula algo críptica sobre la hombría, la impotencia y el declive de Occidente, cuya verdadera protagonista es la inquietante madre lasciva que encarna Kristin Scott Thomas.
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