De la dependencia mutua como sociabilidad

Así pues, Sociofobia, de César Rendueles, no es una teorización de lo perversas que pueden llegar a ser las redes sociales digitales (para esto ya está Black Mirror), tampoco es el ataque de un anacoreta a las nuevas tecnologías; si Socio­fobia contuviera un aviso, éste sería que las nuevas redes sociales sencillamente son “una versión mejorada del libre mercado”.

08/10/13 · 14:55
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Así pues, Sociofobia, de César Rendueles, no es una teorización de lo perversas que pueden llegar a ser las redes sociales digitales (para esto ya está Black Mirror), tampoco es el ataque de un anacoreta a las nuevas tecnologías; si Socio­fobia contuviera un aviso, éste sería que las nuevas redes sociales sencillamente son “una versión mejorada del libre mercado”.

¿Cómo sería una democracia basada en los procedimientos y herramientas que proveen las nuevas redes sociales digitales según se vienen desarrollando desde los movimientos copyleft hasta las nuevos partidos y plataformas ciudadanas 2, 4 o 6.0? Sería una democracia directa, participativa, transparente, racional, acaso altruista, en la que cada uno de nosotros contaría... esto es: efectivamente, sería una democracia que tendría como modelo la utopía del libre mercado, una democracia en la que, como deseaba Friedman, podría haber una “unanimidad sin conformidad”, una sociedad creada por la automática regulación consecuencia de la mera agregación de cada uno de los individuos. Ciberfetichismo, llama a esta idea Rendueles, adaptando levemente a la red el concepto marxista de fetichismo de la mercancía.

La idea de César Rendueles es bien clara: si se quiere construir lo común y llevar a cabo la revolución social, hay que llegar a compromisos, hay que comprometer la individualidad en la construcción de la sociedad. Y ello no porque apoyándonos mutuamente en sociedad podamos crecer más, sino, sencillamente, porque somos seres profundamente codependientes. El giro es fundamental: ya no se trata de subirse al carro del apoyo mutuo para obtener sus innegables beneficios, sino de aceptar la dependencia mutua general como única forma de supervivencia.

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En eso consiste precisamente la sociofobia: en el miedo a asumir esos compromisos. Porque parece que si hay algo irrenunciable a finales del siglo XX es, precisamente, nuestra individualidad; parece que es ella el índice de toda libertad y el signo de salud democrática. Lo que no es individualidad es homogeneización, fanatismo, y el único medio de asegurarla es, según los apologetas del capitalismo, el libre mercado; él es el único que ofrece una infinita adaptabilidad para todo individuo. Lo sorprendente es que, precisamente en el momento en que cada vez queda más claro que el libre mercado es un fracaso utópico y su pretendida autorregulación no es más que un mecanismo de control, surja su traducción ideológica digital y cunda entre nosotros el entusiasmo por sus inéditas bondades.

Si el referéndum perpetuo y el wikigobierno son las dos únicas propuestas que los ciberutopistas presentan para acabar con el antiguo régimen oligárquico (y por ahora lo son) es más que fácil ver el punto de sueño americano que tiene la propuesta. Porque votar juntos no es construir en común, como tampoco el acceso formal a la redacción de leyes (wikigobierno) asegura en absoluto que el resultado sea deseable o mínimamente igualitario. La construcción de lo común requiere cesiones, acuerdos, cuidados, restricciones al personalismo; no es un patchwork posmoderno. “La codependencia no tiene nada que ver con la conectividad”. //

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