La primera novela del marqués de Sade mostró un camino a la crítica de la virtud hipócrita.
Justine y Juliette son algo más que un juego de opuestos en la novela a la que da nombre la primera. Cuando, durante un periodo en la prisión de la Bastilla, el marqués de Sade decidió retratar este juego de contrastes entre hermanas, de alguna forma estaba adelantando uno de los pilares fundamentales de la novela decimonónica más tradicional, enraízado asimismo en la tradición cristiana. Sin embargo, su obra fue tachada de libertina y fue el último empujón para que acabara sus días encerrado en el manicomio de Charenton. Pero, ¿realmente había tanta transgresión en el retrato de esas hermanas?, ¿más allá de las descripciones detalladas de escenas sexuales, había algo de libertino en la obra?, ¿acaso se encerraba entre líneas un mensaje más tradicional del que hemos sabido ver?
Empecemos con la caricatura de las dos mujeres que protagonizan Justine. La historia comienza con un breve relato de su orfandad y de la situación de abandono a la que ésta les conduce. Dejadas de lado por familiares y amigos y despreciadas por las monjas del convento donde esperaban encontrar asilo, sus caminos se separan cuando Juliette se muestra resuelta a hacer cualquier cosa para sobreponerse a la desgracia y Justine antepone sus principios morales y religiosos a su salvación personal (y terrenal). No hace falta ocupar muchas líneas para resumir lo que sucede: Juliette trabaja como prostituta y medra rápidamente hasta casarse con un señor poderoso y millonario; Justine –verdadera protagonista de la obra– sigue fiel a sus principios y su camino es un auténtico calvario en el que cada vez que intenta confiar en la humanidad o incluso hacer algo bueno por ella obtiene como recompensa las peores torturas que se puedan concebir.
Entre tanta descripción de aberraciones sexuales detalladas hasta la extenuación, conviene pensar si el verdadero escándalo fue el contenido filosófico de la obra o si, por el contrario, solamente fueron esas escenas, digamos, pornográficas, las que escandalizaron, sin dejar escuchar el mensaje ni entrever el juego de roles más que tradicional entre los dos personajes femeninos.
La literatura del siglo XIX aparece atravesada por muchos cánones, y dos constantes sin lugar a duda cruciales y habituales son el personaje de la femme fatale opuesto al de la femme fragile. Justine fue escrita (aparentemente) a finales del siglo XVIII, cuando las puertas de los cánones decimonónicos ya estaban abiertas. ¿Qué diferencia hay entre Juliette y cualquier otra femme fatale decimonónica o entre Justine y cualquier otra femme fragile al uso?
Juliette decide prostituirse para salir adelante en la vida, y es recompensada por su arte en la seducción y el engaño. Justine, por su parte, es la eterna víctima resignada que sufre estoicamente las aberraciones ideadas por Sade y no abandona sus principios. El relato de las dos mujeres que conmocionó a los contemporáneos del escritor no es algo que no existiera antes, solamente hace falta pensar en la Biblia para encontrar un buen puñado de ejemplos de personajes que responden al mismo arquetipo. Tampoco es algo que no existiera después, ya que debemos insistir en que fue más que habitual el uso de los dos tópicos en el XIX y principios del XX, y aun hoy en día.
El mensaje filosófico de la obra tampoco debería someterse a escándalo, ya que si bien se detallan los “infortunios de la virtud” y Sade relata el mundo de dolor al que se aboca a la “buena”, oponiéndolo al mundo de placeres y de lujos con que se premia a la “mala”, repite insistentemente desde las primeras páginas que no pretende ensalzar la vida de vicio y hacer que renunciemos a la virtud, sino recordarnos que todo eso sucede en la vida terrenal para que dios nos recompense en el cielo.
La sociedad castigó a Sade con el encierro por haber concebido la historia de estas dos hermanas antagónicas. Sade, igual que Justine, acabó sus días sufriendo noblemente las consecuencias de haber entregado la vida a su causa, a la difusión de su mensaje. Pero ¿cuál era su mensaje? Dicen que Sade pretendía dibujar al hombre como malo por naturaleza, frente a Rousseau y demás, Dicen que Sade pretendía dibujar al hombre como malo por naturaleza, frente a Rousseau y que la novela era una excusa para exponer osadas teorías filosóficas que él, por su parte, negaba una y otra vez, defendiendo su fidelidad a la virtud y a los principios judeocristianos más convencionales. ¿Qué sucede entonces con Justine? ¿De verdad no era tan transgresora, pese a la pornografía? ¿De verdad era un tratado filosófico sobre las recompensas divinas de la virtud y la bondad? ¿Se encerró injustamente a Sade? ¿O, por el contrario, Justine y Juliette no son más que la carcajada salvaje de Sade frente a todos los tópicos a los que recurre y que revienta? También cabe pensar que las fronteras siempre son algo incierto, y tal vez ese sea el verdadero mensaje de Justine, de la vida de Sade y de toda su obra. //
comentarios
0